Mientras Putin continuaba con su operación especial para desnazificar Ucrania, yo tuve una pesadilla en la que un sistema totalitario muy parecido al nazismo se hacía con el poder en todo el mundo libre y luego invadía Rusia. ¿Podría provocar Putin lo contrario de lo que estaba buscando? Sería igual de estúpido lo uno lo que lo otro. Soñé que ahora mi principal preocupación era pagar las facturas de la luz. Soñé que me levantaba, me duchaba y después de desayunar me ponía el uniforme que por fortuna no incluía una cruz gamada. Era mi primer día en un trabajo precario como basurero municipal. Sin dilación me dispuse con voluntad resuelta a limpiar las calles de la ciudad X. Los azares del destino me llevaron a limpiar la basura de la biblioteca municipal y allí encontré algunas cajas llenas de libros. Como soy un ávido lector los guardé todos. Cuando terminé mi jornada de trabajo me dispuse a cuantificar mi botín. Hubo un libro que me llamó sobremanera la atención. Se titulaba: «Psicología de masas del fascismo», por Wilhem Reich. Quizá se habían cansado de tener el libro en sus estantes sin que nadie lo leyera, pero para mí aquel autor tan denostado fue un completo descubrimiento. Reich fue psiquiatra, discípulo de Freud y miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena hasta 1933. Inventor y escritor, cuyos libros fueron quemados, pero sobre todo defensor de la liberación sexual, es obvio que se mudó a Nueva York huyendo del nazismo. El libro que me encontré estaba escrito justo en ese año, 1933. La obra era muy interesante. Analizaba el ascenso de Hitler al poder desde el punto de vista de las teorías psicoanalíticas. Después de leer el libro me llamó poderosamente la atención cómo Hitler llegó al poder. ¿Cómo los obreros votaron a un partido de extrema derecha? Su partido prometió el fin de las clases sociales a los obreros y la prohibición de las huelgas a los grandes empresarios del país. ¿Eran acaso tontos todos los alemanes de 1933? No lo creo. Lo que sucede es que el crack de 1929 y La Gran Depresión crearon el escenario perfecto para que el partido de extrema derecha de Hitler ganara simpatizantes y su discurso irracional sumara adeptos en un contexto de profunda crisis nacional. De hecho, podría decirse que a nivel mental se habían desmontado los pilares sobre los que asentaba el mundo libre. La mirada de Reich a dicho problema, desde el punto de vista psicoanalítico ahondaba en instituciones tradicionales como el matrimonio o la familia, piezas claves en nuestra sociedad, pero que en condiciones extremas se convierten en motores para entender el rápido el ascenso del ultranacionalismo y la subordinación de la razón de todo un país, a la sinrazón de un individuo marginado, que en otras circunstancias debería haber sido tildado de simple loco. De hecho, muy acertadamente, relacionaba la figura paterna del líder nazi, con una nación alemana ahíta de desesperación y con una gran carencia de autoestima en sus masas. Sin duda, una nación desinhibida y emancipada, hubiera sido mucho más difícil de convencer a la hora de inmolarse en aras de un nacionalismo cuyo objetivo, en última instancia, era la destrucción de Alemania. En efecto, insisto en lo que se deduce de las tesis de Reich: una sociedad más libre, económica y sexualmente, jamás habría caído en la trampa de un líder cuyo discurso violento y vengativo provenía del corazón herido de un freak, alguien tal vez con estrés postraumático y represión sexual. Todo eso hizo que el mundo nacido después de las terribles consecuencias del nefasto ascenso y posterior fracaso de la extrema derecha en los años treinta, fuera muy diferente. Sin duda, la tecnología también tuvo mucho que decir en todo este asunto. Pero ahora estamos inmersos en un cambio de modelo tecnológico que a buen seguro traerá también un cambio económico y social. Lo cierto es que entre los libros de la basura también encontré uno de física. Lo que me llamó la atención de dicho ejemplar fueron las tesis de un físico ruso inventor de una escala: la escala de Karsakev. El astrofísico ruso propone un método para medir la evolución tecnológica de una civilización. Tiene tres categorías llamadas Tipo I Tipo II y Tipo III. Todas están basadas en la cantidad de energía que una civilización es capaz de sacar de su entorno. En resumen, la primera sería la que ha sido capaz de extraer todos los recursos de su planeta, la segunda de sistema planetario y la tercera de su galaxia. Bajo este prisma la civilización humana estaría actualmente con un valor 0,73. Lo que me hace pensar que la guerra de Ucrania puede ser un punto de inflexión, porque la crisis de la energía actual puede servir de estímulo para que las próximas décadas la humanidad alcance definitivamente los decimales que le faltan para llegar a la primera categoría. Eso me hizo pensar que perpetuar la dependencia energética de los combustibles fósiles a largo plazo, además de ser un suicidio climático, tiene consecuencias políticas, económicas e incluso emocionales. Una cosa está clara: no podemos salir indemnes después de hacer un pacto con el diablo. Finalmente, había llegado de nuevo la hora de ir a trabajar, pero me emocioné porque entre los libros de la basura había algunos que ya había leído. Eran de psicología social, y tenían títulos como «Obediencia a la autoridad» de Stanley Milgran o el «Efecto Lucifer» de Philip Zimbardo. De alguna manera, aquellos libros leídos desordenadamente crearon en mi interior una suerte de ética de la libertad. Tal vez los psicólogos americanos que estudiaron el nazismo después de la Segunda Guerra Mundial construyeron un cordón sanitario: una psicología de los vencedores, una psicología que con sus luces y sus sombras, extendió una porción de esa ética de la libertad a casi todos los rincones de la sociedad, algo de lo que de forma inconsciente, nos hemos beneficiado hasta ahora y puede que si no se defiende a diario, cambié de manera subrepticia por otra psicología de la servidumbre y de la represión, una condición previa y necesaria para la llegada de un irracional sistema totalitario.

Articulista en Revista Rambla

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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