El llamado “abuelo de los sicarios”, Julio Balader, está en busca y captura por el asesinato de una mujer en El Puerto de Santa María (Cádiz). En 1984, Balader salió en todos los medios de comunicación tras verse implicado en el asesinato del capo de Lyon, Raymond Vaccarizi.

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UN ASUNTO DE CELOS: BALADER EN BUSCA Y CAPTURA

En el mundillo de los sicarios y sus clientes, se les llama eufemísticamente “cobradores de deudas” a los encargados de ajustar las cuentas, y dar matarile, en algunos casos, a los deudores. Como ven, el lenguaje de la contabilidad y los contables, no es privativo de los delincuentes económicos.

Los hechos:

La familia gitana de los Celestinos había huido del barrio de San Lorenzo en Mérida (Extremadura), en agosto de 2011, por miedo a que se cumpliera una venganza por celos de otro clan gitano. Se instalaron en el barrio de Las Palmeras, del Puerto de Santa María (Cádiz). Esto parece la historia de “Los Tarantos”, verán: Todo comenzó con un tiroteo entre familias por la separación de un matrimonio y el posterior casamiento con un miembro de un clan rival. En la refriega, acaecida el dos de agosto de 2011, fallecieron una mujer de 71 años y su hijo de 38, y otra persona que falleció días más tarde en el hospital. La familia de las víctimas, los Merinos, dijeron que se cobrarían venganza. La matriarca del clan, Josefa Vargas, llegó a decir que dinero no les faltaba para contratar a alguien, y que llamaría a su familia de Barcelona.

El dos de septiembre de 2011, Bernardina Montoya, de 50 años de edad, regresaba de la compra con su marido. Cuando se dirigía a un chalé que tenían alquilado en la calle Alfaro de El Puerto, un individuo se acercó por detrás y, con una pistola de pequeño calibre, le descerrajó un tiro en el cuello, del cual la infortunada falleció en el acto. Eran las aproximadamente las 20:00 horas. Testigos presenciales dijeron ver a un hombre que desde un coche blanco vigilaba la vivienda. Los familiares de Bernardina, que estuvo detenida unos días por la reyerta de Mérida, permanecieron en el interior de la vivienda mientras sacaban a los niños por una tapia a la vivienda contigua. Bernardina había sido ejecutada de la misma manera que la anciana del clan rival, de un solo disparo y por la espalda. Se dijo que el sicario pudo cobrar entre 60.000 y 80.000 euros.

A los tres mese del suceso, fue detenido en su casa de Gavá (Barcelona) Julio Balader, un viejo conocido de la policía, y al que señalaban como un especialista en el “cobro de deudas”. Por cierto, en su vivienda se encontraron utensilios de sadomaso, y luego sabrán por qué. Tres testigos protegidos señalaron a Balader en una rueda de reconocimiento, aunque él negó haber estado en Cádiz por aquellas fechas. Primero declaró que estaba en Barcelona, y más tarde que se había equivocado, y que estuvo en una pizzería de Castelldefels. Lo cierto es que fue condenado a 18 años de cárcel por un jurado popular, de los que cumplió dos, ya que salió en libertad provisional mientras se resolvían los recursos presentados por su abogado y previo pago de una fianza de 15.000 euros. El pasado mes de marzo de 2016, la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha ratificado la condena, dando por resueltos los recursos en contra del acusado y diciendo que los tres testigos, por separado y de forma indubitativa, reconocieron al condenado como autor de los hechos.

Tras conocerse el fallo del TSJA y al no haber ingresado en prisión el condenado, se ha incoada una nueva diligencia, en ella se requiere a la fiadora que ponga a disposición judicial a Julio Balader. Según fuentes policiales, Balader actualmente, abril de 2016, está en busca y captura.

LE LLAMABAN “EL TENEBROSO”

En la prensa somos muy dados a poner sobrenombres muy peliculeros, quizá porque detrás de cada redactor de tribunales y sucesos hay un escritor frustrado de novelas policiales, o si profundizamos más, sea una forma de exorcizar nuestros propios miedos. Cosificando al “monstruo”, lo alejamos del común de los mortales, no aceptamos que en nosotros mismos pueda anidar esa semilla del mal y que, en determinadas circunstancias, cualquiera puede cruzar la delgada línea que separa al honrado del delincuente. Ejemplos tenemos de ello, y no sólo en los delincuentes económicos, los políticos o funcionarios corruptos, sino en aquel amable y simpático vecino que acaba de tirar a su esposa por la ventana.

A Julio Balader le llamaban “El Tenebroso”, pero él, con cierta sorna, le dijo al periodista Pedro Ingelmo del Diario de Cádiz, que tuvo la oportunidad de hacerle algunas preguntas en un bar, a salida del Juzgado de dicha ciudad, en junio de 2015: “Qué va, a me llamaban “El Bello Hidalgo”. Balader tenía 64 años cuando habló con el periodista, y dijo que era una persona mayor, con problemas de vista y próstata, y que no sabía usar armas: “No tengo penales, de los dos asesinatos que me acusaron, me absolvieron, porque aparecieron los culpables”. Y en esto tenía razón. Balader se pasó cinco años de cárcel en los ochenta y dos por el asunto de Cádiz. Dijo conocer a los mafiosos franceses con los que se relacionó en los ochenta, porque eran clientes de su bar de L’Escala (Girona), el Cristal, y coincidía con ellos en las discotecas. También le comentó al redactor sobre si era un asesino a sueldo: “Sí, por eso soy millonario. ¿Sabes dónde como en Gavá? En una casa de pensionistas que me cobran cuatro euros por comida”. Balader tenía éxito con las mujeres, y tiene una hija y un hijo adultos, de madres distintas. Al cerrar el Cristal tras el escándalo de los mafiosos franceses, se centró en el negocio de compra-venta de coches… ¿robados?, él asegura que no. Luego encontró el amor en Marbella, con una mujer que le descubrió un nuevo mundo y un negocio muy lucrativo que ejercían en un chalé de Barcelona. No era otro que el mundo del sadomasoquismo. Allí había veces que ganaban 3.000 euros por día: “Teníamos de clientes a jueces, policías, políticos, futbolistas… No diré nombres –le dijo a Pedro Ingelmo-, secreto profesional”. Como mal pensado que es uno, quizá esta fuera una forma de tener a raya a posibles enemigos, con los que pudiera encontrarse en juzgados y comisarias, digo yo, sin ánimo de malmeter. Al final su novia se fue a Canadá y hasta ahora.

De padre albañil, Balader nació en el pueblo extremeño de Zuaga (Badajoz), pero cuando contaba seis años, la familia se trasladó a Lyon. Allí trabajó en una imprenta, en la compañía telefónica y en la venta de coches. En 1978 fue condenado en Lyon a 18 mese de cárcel por delitos de proxenetismo y tráfico de drogas.

Llegados hasta aquí, y después de la información pura y dura, si quieren saber los orígenes delictivos de Julio Balader y de paso las andanzas de nuestra particular French Connection, no se pierdan esta sucinta historia:

BARCELONA CONNECTION

En la década de los ochenta del siglo pasado, Catalunya y muy particularmente la ciudad de Barcelona, se convirtieron en el hábitat de los clanes mafiosos de Marsella y Lyon y, por ende, también en el lugar donde se dirimían a balazos las disputas comerciales y las luchas por conquistar mercados y territorios (¿Acaso no hacen los Estados con sus guerras?). La principal actividad de estos clanes eran el proxenetismo, el mercado de la droga, la venta de armas y la compra-venta de choches robados. Una práctica común de estos gánsteres era secuestrar a narcotraficantes para quedarse con sus alijos o pedir un rescate, que solía ser en especies, cocaína, hachís, heroína, joyas, etc.

Cinco fueron los principales malhechores lioneses que trajeron sus luchas fratricidas a Catalunya, a saber: René Nivois, alias Jean Pierre; Georges Collin, alias Jo o Dalton; Roxan Andrivon, René Spennato y Georges Manoukian, alias “Chaim”. René Nivois era el jefe de la banda “Chaufferrs de L’Isère”, y Raymond Vaccarizi, alias “El Diablo” y alias “Vacca”, con su propio clan estaba en un principio a partir un piñón con los Nivois. Julio Balader García era uno de los hombres de René Nivois, aunque luego se pasaría al clan de Vaccarizi como uno de sus lugartenientes. Para algunas fuentes como infiltrado, no en vano se encargó, como veremos, de la logística del asesinato de su antiguo jefe Vaccarizi. Dicen que René Nivois “compró” a Julio Balader a cambio de llevar el negocio de unas prostitutas jóvenes, entre las que se encontraba Jamia Martinovic, la más guapa y por la que Julio Balader bebía los vientos. La historia de todas estas tramas delictivas en Catalunya las contaba entonces,  desde las páginas de La Vanguardia, un prestigioso periodista de sucesos, el hoy veterano José Martí Gómez. Otro cronista, pero desde la novela policial, hace referencia a nombres y hechos de estos sucesos en la novela Barcelona Connection, de Andreu Martín. En dicha novela, cuya primera edición es de 1988, también se habla de otros acontecimientos de nuestra crónica negra, como los casos de “El Nani” o Bardellino.

VACCARIZI Y MANOUKIAN, DOS CAPOS CAÍDOS EN DESGRACIA

Las guerras del hampa de Lyon y Marsella, y la persecución policial, hicieron que algunos capos huyeran hacia Catalunya; ese fue el caso del citado Vaccarizi, que perdió la guerra contra el famoso clan de los Nivois, del también citado René Nivois, que con verdadera sevicia, gustaba de quemar la planta de los pies de sus víctimas con un soplete, por lo que algunos le llamaban “El quemador” de L’Isère (departamento francés de Ródano-Alpes).

“Vacca”, era el rey de los bajos fondos lioneses y protagonizó una huida de película, cuando lo buscaban como autor de tres asesinatos. Temiendo que el hampón huyera del país, la policía francesa le preparó una emboscada en noviembre de 1982. Un numeroso grupo de agentes rodearon la vivienda donde se encontraba y, cuando ya estaban dispuestos a pedirle mediante un megáfono que se rindiera, “Vacca” salió por la puerta empuñando dos “tartamudas” (metralletas) y abriéndose paso a balazos consiguiendo romper el cerco policial. Ya en Catalunya, “Vacca” controlaba sus negocios de los bajos fondos de Lyon, desde la urbanización “La Vizcaína”, en la población costera de L’Escala.

En la misma localidad de la Costa Brava, Julio Balader regentaba el citado bar Cristal, atendido por bellas “coperas” (putas de barra), bar que frecuentaban maderos y plumillas. Balader había llegado allí después de ser detenido, corría el año 1984, por el asesinato de María Teresa Mestre Guitó, a la sazón esposa de uno de los industriales aceiteros, Enrique Salomó, que cumplía condena por el fraude del aceite de colza. La Guardia Civil encontró en el domicilio de Balader, en la localidad de Mont-roig del Camp (Tarragona), un arsenal de armas y objetos para realizar falsificaciones. Balader fue puesto en libertad a los trece días. El asesino era un amigo de la familia, Ángel Emilio Mayayo, que confesó su crimen, aunque nunca dijo los motivos del mismo; hablaba de “un monstruo que llevaba dentro” y que le avergonzaba confesar el móvil del asesinato. Fue condenado a 21 años de reclusión, con la atenuante de enajenación mental incompleta.

A estas alturas, René Nivois ya había decidido eliminar a sus competidores en el negocio del crimen, Vaccarizi y Manoukian. El “Vacca” había  dado con sus huesos a la cárcel Modelo, tras ser detenido en Barcelona en marzo de 1983. La Sureté le seguía los pasos al “Vacca” desde su espectacular huida de Francia, y colaboraron en la detención junto a la policía barcelonesa. Se habló que la detención la facilitó la delación de un “confite” (confidente). Con el “Vacca” cayeron sus lugartenientes Jean Paul Josep Expósito, Jean Paul Abbato, Kadir Lakehal y el propio Julio Balader, nacionalizado francés y que tenía 30 años entonces. Claro que en 1985, “El Tenebroso”, ya estaba en la calle.

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UN FRANCOTIRADOR EN LA CALLE PROVENZA

Por una fuente muy cercana a este redactor, supe que Julio Balader solía fanfarronear de haber sido el ejecutor del mafioso “Vacca”, por lo menos así lo hizo en una ocasión en una conocida cervecería de Castelldefels. Pero los hechos nos demuestran que Balader fue un cooperador necesario, no su ejecutor. Como dicen en lenguaje judicial, trasladémonos al día de autos:

El 14 de julio de 1984, Barcelona se desperezó con buen tiempo y altas temperaturas, con los cielos despejados salvo algunas brumas y neblinas en las zonas costeras al declinar el sol; y todo gracias al anticiclón que, cómo no, venía de las islas Azores. En la finca del número 30 de la calle Provenza (confluencia con la calle Vilamarí), situada enfrente de la cárcel Modelo, dos niños salían a la calle para jugar cuando un individuo, que esperaba fuera, aprovechó la ocasión para colarse en el portal. El tipo, que vestía con un clériman propio de los sacerdotes católicos, portaba una bolsa de deportes en la mano derecha, y con ella subió a la azotea del edificio. No sé si se han caído en la cuenta, pero el 14 de julio es el Día Nacional de Francia, cuando se conmemora la toma de la Bastilla, y este tipo tenía la intención de “tomar” su propia Bastilla y comenzar una revolución en el mundo del hampa.

Dispuesto en la azotea, el sicario sacó su fusil con mira telescópica, un Tikka M-65, cargado con balas de gran calibre, exactamente del calibre 7, 64. Apoyó el arma en un trípode y esperó. Su objetivo estaba enfrente, a unos 50 metros, no era otro que la celda número 314, de la tercera galería de la cárcel Modelo. El asesino esperó, esperó, esperó… hasta que a una hora, quizás convenida, la esposa de Raymond Vaccarizi, Antoniette, llamó a su marido desde la calle, un método habitual en la época de comunicación entre reclusos y familiares, y que Antoniette ya había utilizado otras veces. Cuando “Vacca” se asomó al ventanuco, recibió dos impactos certeros. El director en funciones de la cárcel Modelo, José María Nieto, declaró a la prensa: «El aspecto que presentaba el cadáver era horrible, ya que los disparos le habían destrozado el pecho y la cabeza, con pérdida de masa encefálica». La policía encontró los casquillos y la mira telescópica en el puesto de la azotea que ocupó el francotirador.

Se dijo que el motivo del asesinato de “Vacca” fue ordenado por René Nivois porque se estaba preparando un motín en la cárcel para dos días después de la ejecución, y así camuflar la huida de Vaccarizi. Nivois temía que el “Vacca” aprovechara su huida para recomponer su banda. El motín lo hubo, pero horas después del asesinato de “Vacca”, ya que varios presos se negaron a entrar en los “chabolos” (celdas). En cambio la fuga se realizó en la fecha prevista; ocho reclusos salieron a tiros de la cárcel, entre ellos un lugarteniente del fallecido Vaccarizi. Dos guardiaciviles y dos transeúntes resultaron heridos. La mayoría de los presos fueron detenidos por las calles de la ciudad. Claro que también Nivois temía que la extradición solicitada por el gobierno francés en abril de 1983, se acelerara, ya que “Vacca” estaba reclamado por graves crímenes en su país; tres asesinatos, veinte atracos y por proxenetismo. La ejecución de “Vacca” ya estaba planeada desde enero de 1985; con la colaboración de Roxan Andrivon, Georges Nivois, el hermano de René y, presuntamente, con Julio Balader.

“Chaim” Manoukian, con  un “Padrino” menos, tuvo la osadía de apoderarse del control de las prostitutas jóvenes de la zona de Grignais (Lyon), las que René Nivois le había cedido a Julio Balader. “Chaim” también pretendía quedarse con la organización del desaparecido “Vacca”, con lo que su sentencia de muerte ya estaba firmada. Dos meses después del asesinato de la Modelo, le llegó la hora a “Chaim” Manoukian. Era el 18 de septiembre de 1984, en la población francesa de Villeurbanne, dos balas del calibre 44/40 terminaron con la vida del gánster lionés.

“LE GONE”, EL EJECUTOR

El 21 de enero de 1985, Julio Balader fue detenido en L’Escala. Al mismo tiempo eran detenidos otros mafiosos franceses en Alicante, entre ellos al cerebro del asesinato de Vaccarizi, René Nivois. Hubo otro detenido en Reus (Tarragona), se trataba de René Spennato, la policía le encontró un revólver y documentación falsa. Días antes, la brigada francesa de Represión del Bandidaje, ayudados por policías españoles, detenían a 35 personas en Lyon. De esas detenciones salió la pista que llevó a la policía al bar Cristal de L’Escala. A Balader se le confiscó un vehículo, marca Renault 20 y de matrícula francesa, que la policía señaló como el automóvil donde se introdujo en España el rifle que mató a Vaccarizi. La policía, en un principio, tuvo a Balader como el autor de los disparos a “Vacca” y “Chaim”. De los dos asesinatos –por el de “Chaim” le pedían 20 años-, incluso del delito de colaboración, fue absuelto por falta de pruebas y por errores en las garantías procesales, en los años 1986 y 1989 respectivamente. La redada de 1985 sería la primera desarticulación de la banda de Nivois. Hubo otra años más tarde, recién comenzado el siglo XXI.

Entre los secuaces de René Nivois destacaba un joven de 24 años, que entre sus conmilitones era conocido por “Max”, y entre las chicas que chuleaba y de las que vivía, como “Le Gone”. Era hijo de un tallador de diamantes y se distinguía por su elegancia y por ser de carácter introvertido. “Le Gone” no era otro que Gerald Montreuil, que además era un experto tirador, como bien sabían en el club de tiro de Lyon, al que pertenecía Montreuil. Mientras el Grupo de Delincuencia Internacional de la policía barcelonesa, conocidos con el nombre de “Tortugas”, detenía a los mafiosos franceses en Catalunya y Valencia, la policía gala hacía lo propio con al otro lado de la frontera. Entre esas detenciones estaba la de Gerald Montreuil, al que se le acusaba de haber facilitado el asesinato de “Chim” Manoukian. La sorpresa de los investigadores vino cuando “Le Gone” Montreuil se declaró como autor material de los disparos a Vaccarizi. La policía francesa solicitó la extradición de los detenidos en España, y averiguó que el fusil que utilizó Montreuil para matar al “Vacca” fue introducido en España en el Renault que pertenecía a Julio Balader, pero no lo conducía él, sino un agente comercial llamado Paul Pré, que tenía negocios en España y otras actividades menos confesables, como ocuparse de los locales de prostitución que el traficante de drogas, Georges Collin, tenía en Lyon, mientras Collin estaba aparentemente retirado en la Costa Brava. La policía francesa creía que Paul Pré había sido convenientemente comprado con un cargamento de hachís para la ocasión.

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Como contaba más arriba, el Clan Nivois, con viejos y nuevos miembros –de varias nacionalidades-, volvió a operar en España años más tarde. Al frente de ellos seguía “El Padrino”, René Nivois. Tenían cinco clubes de alterne en la provincia de Tarragona y tres más en Zaragoza, y el secuestro con gran violencia de narcos para apoderarse de sus alijos, era una vieja costumbre que no abandonaron. En total fueron trece los detenidos en Vic (Barcelona), otros dos miembros de la banda ya estaban en el talego, y otros consiguieron huir. El operativo fue llevado a cabo por los Mossos d’Esquadra, el miércoles 29 de marzo de 2006. Entre los detenidos, un agente de la escala básica de los mossos, J.P.C., que por aquel entonces tenía 46 años, de los cuales 20 los llevaba sirviendo en Tarragona. El funcionario era el que felicitaba los distintivos y carnés policiales, que utiliza la banda para el secuestro de los camellos. El secuestro de un narcotraficante marroquí en la comarca de Osona (Barcelona), en 2003, al que luego soltaron tras darle una brutal paliza, fue el detonante de la investigación que tres años después culminó con las detenciones citadas.

Todos estos asuntos han vuelto a la memoria de los viejos policías y periodistas, y lejos de acabar, la Interpol cifró en 688 grupos mafiosos que operan en España en la actualidad. Sus principales delitos tienen que ver con la extorsión, blanqueo de capitales, tráfico de drogas y seres humanos, explotación sexual y laboral, etc., etc. Mafias de todas las nacionalidades, aunque la mayor mafia es la local, que controla zonas enteras sobornando a funcionarios públicos. Claro que quizás la más extensa sea la que desde un partido político, un club de fútbol, desde un ayuntamiento, una comisaria, un juzgado, incluso desde un cargo del gobierno nacional o autonómico, se convierten en una asociación criminal para llevarse el dinero público, defraudar a Hacienda o colaborar con las citados clanes delictivos.

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