A diferencia de la guerra de Irak, en lo que llevamos de guerra entre la OTAN y Rusia, es difícil encontrar un solo balcón que tenga colgada la pancarta del ‘No a la guerra’. Ante esto, cabría preguntarnos si la sociedad española se ha vuelto menos antibelicista o, lamentablemente, más egoísta. ¿Nos importa que a las puertas de Europa se esté librando una guerra brutal?

Tal y como recordaba Manuel Vicent en su artículo Corderos, publicado en El País, el pasado 16 de octubre, este pasotismo no se vivió durante las guerras de Vietnam, el Golfo o la citada de Irak, curiosamente enclaves mucho más alejados que Ucrania. Ayer, el escritor valenciano, en una entrevista concedida a La Noche en 24 horas, se preguntaba nuevamente contrariado: «dónde están las pancartas del ‘No a la guerra’, quién guarda esas pancartas, por qué no las vemos en fachadas y balcones».

Sin embargo, el movimiento antimilitarista continuo activo, pero silenciado por los principales medios de comunicación e ignorado por el grueso de la sociedad. En Catalunya, por ejemplo, la Plataforma Aturem La Guerra sigue permanentemente en movimiento, organizando charlas, conferencias y coloquios, pero también manifestándose. Desgraciadamente, le han negado el poder de convocatoria que ostentó en el pasado. Puede, también, que el encierro y la suspensión de los derechos fundamentales durante la pandemia (se prohibieron durante muchos meses las manifestaciones y protestas), hayan significado la estocada. Quién sabe.

A diferencia de la guerra de Irak, donde Aznar decidió involucrarse por motivos más bien personales, esta nueva guerra llega con un gobierno progresista que no ha sido capaz de discutir las órdenes de la Unión Europea y la OTAN. De hecho, esta coyuntura debería servir de más motivo para que la gente alzase su pancarta del ‘No a la guerra’. Nada.

Con el paso de los meses desde el inicio del conflicto, vemos como la situación económica ha empeorado drásticamente, según los gobiernos occidentales, por culpa de la guerra. Y aún así, siguen alimentándola. Es sospechoso que ningún gobierno serio del mundo se haya ofrecido como mediador entre las partes. Ni siquiera la ONU parece estar por la labor de detener el enfrentamiento.

Por todo ello, les invitamos de nuevo a desempolvar las pancartas y que luzcan de nuevo en las fachadas con uno de los lemas que debería guiar a la humanidad: ¡NO A LA GUERRA!

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