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La Sala Villarroel acoge estos días Poder absoluto. Una obra de Roger Peña Carulla protagonizada por dos caras conocidas: Eduard Farelo y Emilio Gutiérrez Caba.

En la hora y cuarto que dura el espectáculo asistimos aun diálogo cargado de tensión, que se sumerge en la corrupción política y en su lógica de la compensación.

Una historia rocambolesca donde el político no tiene escrúpulos, tan solo obedece a la prudencia, ala fidelidad al partido y a la moderación.

En esta trama de engaño y traición se muestra la habilidad de los contrincantes por violar las normas del juego. Un cara a cara entre dos generaciones de liberales y sus diferentes maneras de aprovecharse y legitimar su poder, que mantendrá el suspense creciente hasta el final.

El texto sugiere muchas ganas de denunciar una política conservadora y poco transparente de algunas esferas de nuestro país. Acierta en ciertas reflexiones aunque ahondando en ejemplos explícitos que no siempre hubieran sido necesarios. Una echa en falta un poco de sutileza en las formas, menos dramatismo en la actuación. Aunque entiende que a veces es necesario un poco de provocación en una época dónde la máquina maquiavélica de la propaganda electoral ataca con todas sus fuerzas y el thriller político en nuestros teatros parece más necesario para recordarnos de qué va todo este circo mediático en realidad.

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