Irène Nèmirovski a los 25 años.

Tras un  golpe de suerte en el mundo bursátil a mediados de 1936; cuando Europa seguía convulsionada por el fascismo, Alfred Kampf se volvió millonario. Desde ese día  se terminaron  los duros años de una vida llena de estrecheces en la rue Favart y los reproches de Rosine, su mujer, que  nunca pensó que  saldría  del túnel de la miseria. Un buen día los Kampf se instalan en una de las zonas nobles de París, pero  el brillo de la aristocracia, a ellos ni siquiera les alcanza a rozar pues el dinero aunque disfraza, no otorga reconocimiento social; pero Rosine no se lo termina de creer, aquella nueva posición social significa un hecho demasiado  transcendente para una vida relegada a caprichos y remilgos. Hostiga a los criados que viven a sus servicios, trata de usted a su marido; se inclina por los  buenos modales con obligada necesidad y centra su atención en  Antoinette, su hija que con tan solo catorce años desea el amor de los adultos con el ansia de alguien que teme la soledad. Antoinette, hubiera preferido tener otra madre, detesta que Rosine le corrija las posturas en la mesa y un día en silencio, le declara la guerra,  critica su arribismo, su carácter descolocado porque la madre vive frustrada y dispuesta al reconocimiento social. Miss Betty, ama de llaves inglesa que parece más aristócrata que la dueña de casa, lo sabe todo, agacha la cabeza y hace caso a  todas las órdenes de aquella complicada mujer enemiga de sí misma.  En cambio Alfred Kampf sobrelleva su  nueva vida con decoro y sin esperar más. Ahora bien; un día  de pronto a Rosine se le ocurre la idea brillante de ofrecer un baile para condes y demás personajes importantes que componen la burguesía parisiense. Sabe bien que un baile en su casa resultará una inversión antes que una pérdida de tiempo. En adelante, todo se centrará en los preparativos para tal importante acontecimiento que parece celebrar solo ella.  El día que miss Betty sale  a entregar las invitaciones por el correo postal,  Antoinette la acompaña y se la entrega personalmente a su maestra de piano. Ese día, un hecho inusitado resume toda la venganza que hace de esta historia un soplo hiriente de por vida. Un argumento sencillo, imbuido de detalles psicológicos en cada uno de los personajes que componen esta pequeña pieza de baile con una tremenda fuerza que cabe en pocas palabras. El día del baile  llega al fin y así también la dura realidad que a veces ronda a la vuelta de la esquina. Lágrimas y risas en un abrazo cariñoso cargado de inteligencia pero también de ironía, con joyas incrustadas de piedras preciosas y la mirada marchita.

Irène Nèmirovski, la autora de esta singular novela, tenía dieciséis años cuando tras la revolución rusa de 1917 se instaló con sus padres en París. Luego de licenciarse en la Sorbona envió su primera novela, David Golder  a la editorial Grasset pero olvidó incluir en el manuscrito su nombre y su dirección, solamente había anotado un apartado de correos. El editor Bernard Grasset publicó un anuncio en los periódicos invitando al autor a que se diera a conocer. En adelante Irène Nèmirovski  se consagró como una de las autoras revelación de aquel entonces.  Su origen judío, años más tarde a ella y a su marido los condujo al error humano de Auschwitz, pero sus novelas rescatadas en el tiempo perdurarán consagrándola como una de las autoras imprescindibles del siglo XX. En el año 2004 póstumamente recibió el premio Renaudot, por Suite Francesa, novela de largo aliento donde narra el despertar de la invasión alemana. Retrata el París de aquellos años  pero sobre todo el transcurrir de los distintos estratos sociales que confluían ya entonces bajo el mismo cielo de la ciudad luz.

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