Cuando la guerra en Ucrania prácticamente había desaparecido de todos los telediarios y portadas de este país, entre otras causas, por el rechazo al conflicto de lectores y televidentes, más pendientes de llegar a fin de mes, de repente, una misteriosa carta certificada que se incendia al abrirla causó ayer miércoles, 30 de noviembre, un herido muy leve en la embajada del país eslavo en Madrid.

Ante este suceso, hoy el secretario de Seguridad del Ministerio de Interior, Rafael Pérez, ha confirmado que, además, Moncloa, Instalaza (empresa armamentística aragonesa), el Centro de Satélites de la base aérea militar de Torrejón de Ardoz, el Ministerio de Defensa y la Embajada de EEUU, también en Madrid, han recibido sendas misivas pirómanas. Así que desde ayer en la prensa no se habla de otra cosa.

La Audiencia Nacional, por su parte, ha abierto una investigación sobre estos envíos tratados como «delito de terrorismo». En apariencia, las cartas -o paquetes, según el caso- son «rudimentarias, están remitidas desde territorio español y se enviaron el mismo día», ha dicho Pérez. El mismo secretario ha añadido que el material que contienen las cartas es «pólvora que se compra en tiendas de petardos». Sin embargo, los dispositivos policiales que se han montado en cada uno de los escenarios han sido más de película mala de Hollywood.

Con la carta dirigida a la embajada ucraniana, la primera reacción de los medios fue mirar para Rusia: «el grupo Wagner», «la inteligencia rusa», «prorusos», fueron algunas de las expresiones que se pudieron oír y leer. Obviamente, hoy la embajada rusa en España ha emitido un comunicado en el que «condena firmemente» el envío de dichas cartas y desvincula a su país de estos «graves hechos».

Hoy los medios ya hablan de personas que «están en contra del apoyo del Gobierno español a Ucrania». En este sentido, Margarita Robles, ministra de Defensa y destinataria de una de las cartas, ha dicho sobre los envíos que España seguirá apoyando a Ucrania «sin reservas» porque Ucrania «no solo protege su soberanía, sino también a toda Europa, al mundo civilizado y a los valores democráticos». La ministra ha pronunciado sus palabras desde Odesa donde ha añadido que en los últimos días el gobierno español ha proporcionado a Ucrania el «mayor paquete de material de defensa hasta la fecha».

Otras cartas misteriosas

La última vez que se habló de «cartas amenazantes» en España fue a finales de abril de 2021, cuando en plena campaña de las elecciones madrileñas, Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez, directora de la Guardia Civil, recibieron unos sobres con munición de gran calibre en su interior. Tres meses después, el Juzgado de Instrucción número 3 de Madrid acordó su sobreseimiento porque de las pesquisas policiales «no se derivaron datos para la identificación de las personas responsables», según señaló en su escrito la juez instructora.

Capítulo aparte merece el caso de la ministra de Turismo, Reyes Maroto, quien compareció muy afligida ante los medios enseñando las fotos de una navaja «ensangrentada» -dijo- que le había llegado por paquetería postal. En realidad, el cuchillo, más un souvenir que una arma letal, llevaba unas pequeñas gotas de laca roja. La Policía detuvo al hombre a las pocas horas, pues en el remite había escrito su nombre y dirección real. Se trataba de un vecino de El Escorial enfermo de esquizofrenia.

Pedro y el lobo

Puede que la generación Z no conozca a Esopo y su cuento infantil Pedro y el lobo (también conocido como El pastor mentiroso), pero confiamos en que los lectores de Rambla, personas instruidas en los más exquisitos valores y en la tradición popular clásica, recuerden la fábula.

Pedro -curioso nombre para el caso que nos ocupa- era un joven pastorcillo que cuidaba de sus ovejas y que le encantaba asustar a los habitantes de su aldea, bromeando con que el malvado lobo acechaba por el monte, ávido de sangre y de otros deseos lujuriosos.

Así, un tedioso día de verano, al atardecer, se subió a una piedra de una de las colinas que flanqueaban el pueblo y gritó «¡socorro, socorro, que viene el lobo, ayúdame por favor!». Cuando los lugareños se acercaron asustados, pero decididos a plantarle cara al malvado lobo, el pastorcillo les confesó entre risas «os he engañado».

El jovial Pedro, ese verano, repitió la broma varias veces hasta que un día, escuchó entre los arbustos un gruñido aterrador. Era el lobo. Entonces corrió desesperado gritando «¡socorro, auxilio, socorro, ha venido el lobo!». Los aldeanos escucharon las súplicas del joven, pero ese día ya no acudieron en su ayuda porque creyeron que se trataba de otra de sus burlas.

La fábula nos dice que entonces el lobo se comió a tres de sus ovejas, pero en realidad, seguramente, Pedro quedó descuartizado y en uno de sus estertores comprendió que no se debía mentir y recordó aquellas sabias palabras del Emérito: «lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir».

Con las cartas pasa lo mismo. El día que el cartero vuelva a llamar a la puerta (siempre lo hace) con un misterioso paquete, puede que dentro no encontremos un lobo, pero sí al temido oso ruso, hambriento porque lo tomen en serio.

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