Pedro Sánchez y Quim Torra se han reunido esta mañana en el Palau de la Generalitat. Es el primer encuentro entre ambos presidentes en esta nueva legislatura -de la que llevamos veinte días-, después que Sánchez se negara a cogerle el teléfono a Torra durante la pasada pre campaña. El presidente del Gobierno ha anunciado, tras la reunión con Torra, que la constitución de la mesa de diálogo se celebrará este mes de febrero, sin concretar fecha exacta. Lamentablemente, el acuerdo llega condicionado por tres cuestiones: el enfrentamiento entre JxCat y ERC; las maquinaciones del PSC para dinamitar lo que queda del procés; la negativa del Gobierno español para convocar un referéndum vinculante de autodeterminación.
A nivel propagandístico, la mesa pactada entre PSOE y ERC se vende como la medida necesaria para solucionar el conflicto político catalán. Parte de dicha propaganda es el documento elaborado por el Gobierno español, bajo el título Agenda para el reencuentro, que Sánchez ha entregado hoy en mano a Torra. No obstante, tanto JxCAT como el PSC necesitan que fracase para darle la estocada definitiva a ERC, convertidos ahora en los botiflers del procés después que, entre otras cosas, Roger Torrent aceptara suspender el acta de diputado a Torra.
Tras la confrontación con Torrent, el President de la Generalitat, sibilinamente, anunció, el pasado miércoles, 29 de enero, la convocatoria de unas elecciones que se celebrarán después que el Parlament apruebe los presupuestos. En teoría, se trataría de los mismos presupuestos que Pere Aragonès tenía cerrados con En Comú Podem, y que el vicepresidente del Govern tuvo que presentar a toda prisa ese mismo miércoles por la tarde en el Parlament para que la cámara iniciase el proceso de tramitación.
A JxCat (incluimos al PdCat, La Crida e independientes) les conviene que el gobierno se disuelva lo más tarde posible (esas eran las órdenes de Waterloo), para seguir desgastando a ERC y, sobre todo, a su cabeza de lista Pere Aragonès, quien el pasado lunes se llevaba otro varapalo después que la oposición en bloque (incluyendo a la CUP) le tumbara la nueva Ley de Servicios Personales (conocida como la Llei Aragonès). Además, Torra no volverá a ser candidato y, como ya avanzamos en R@mbla, el cabeza de lista de los posconvergentes podría ser Artur Mas, si no fuese porque Carles Puigdemont raramente lo permitiría.
Por su parte, el PSC ya enseñó la patita cuando aconsejó al Gobierno español que pospusiera la mesa de diálogo hasta que se supiera la fecha de las elecciones catalanas, hecho que hizo a Gabriel Rufián acudir raudo y veloz a la Moncloa para pedir explicaciones. No trascendió el contenido de la reunión, pero esa misma tarde, el Gobierno rectificó y aseguró que la mesa de diálogo se celebraría lo antes posible. No hay que ser adivino para intuir que Rufián le recordaría a Sánchez la dependencia que tiene de ERC para aprobar los presupuestos estatales. Esquerra ese día deshizo la pinza sociovergente y salvó la papeleta.
A priori, la mesa servirá para que Sánchez aparezca a ojos de la opinión pública como un tío progre y dialogante, pero en realidad, el conflicto catalán le importa un pepino. No se puede esperar nada de un tipo que por la mañana dice una cosa y por la tarde la contraria. Veremos qué pasa cuando ERC le apruebe los presupuestos.
Fuera de las negociaciones políticas se sitúa la masa social independentista, harta de que le tomen el pelo los unos y los otros. Ciertamente, las disputas en el seno del Govern, el camino tomado por ERC y la falta de protagonismo de la ANC y Òmnium han conseguido desmovilizar a la ciudadanía indepe, que solamente pueden encontrar refugio en los CDR. Este es el verdadero desencanto.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.