“Reiremos el día en que Thatcher muera, aunque sabemos que no está bien, bailaremos y cantaremos toda la noche, […] ¡ding-dong! la bruja ha muerto…”, es la traducción de la BSO de la película “Mago de Oz” que Hefner, un grupo británico de Indie rock, compuso hace trece años en Reino Unido. Judy Garland cantaba para celebrar la caída de la ‘Bruja mala del Este’ y en las últimas semanas se han llegado a vender más de 52 000 copias gracias al sentimiento “anti-thatcheriano” que pareció avivarse de nuevo después de la muerte de la ex primera ministra. Radio BBC evitaba difundir este éxito de ventas completo que aplaudía su defunción, dada la protesta del Partido Conservador de Thatcher. Sin embargo, éste no fue el único acontecimiento que generó conflicto.
La ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, murió el pasado lunes ocho de abril a los 87 años en el Hotel Ritz en Londres a causa de una apoplejía. Son muchos los sentimientos que despertaba y despierta esta líder de hierro que da para tantas novelas de terror. Fue la primera y única mujer en ocupar el cargo de primera ministra y la dirigente que más tiempo ha estado alojada en Downing Street durante el siglo XX, estuvo más de once años desde el 79. Sin embargo, dejó una controvertida herencia para el país. Algunos la comparan con Ronald Reagan, el que fue presidente de Estados Unidos y proclamado admirador de Thatcher, dada la correlación de políticas aplicadas además de su ética y estilo. Enemiga de la izquierda y clase obrera, de la que parecía navegar en contra, “Iron Lady’s” juzgó en calidad de abogada reciamente la política fiscal del régimen opositor. Aunque de forma irónica, su carrera no habría sido lo mismo sin las facilidades que años antes le dio la gran anónima Barbara Castle, la reina roja y la dama de mayor relevancia en el partido de la oposición.
Thatcher, siendo la líder más importante de la formación tory, fue química, ministra de Educación y Ciencia, miembro de la cámara de los Lores, era radicalmente patriota y nacionalista, absolutista moral, fascista y racista, una mujer aparentemente sin expresión en el alma y de débil aclamación. Se posicionó en contra de la Unión Soviética, a quien debe su apodo de “Dama de hierro”, y reprimió a los sindicatos además de privatizar empresas públicas, aumentar los impuestos y cerrar empresas mineras como la de Cortonwood.
Profundamente antifeminista, “egoísta” y “codiciosa”, como la inmensa mayoría de críticos la denominan, la Baronesa no veló por la mejora de la sociedad femenina, no aprovechó su rol de liderazgo en política para conseguir que la mujer progresara en todos los ámbitos de la vida, es más, fue una mujer cuya política perjudicó a las de su género y, para más inri, odiaba a las feministas. Apoyaba algunos de los regímenes más opresivos y la rapiña de la era moderna. Se daba de la mano con Pinochet, su amigo querido.
El respeto hacia sus familiares se plantea obligado cuando uno contempla desatención a los verdaderos problemas sociales (drogadicción, abandono familiar), recortes en educación estatal, supresión de la popular leche gratuita para los alumnos de entre siete y once años, tenía muy en contra al Partido Laborista y a la prensa, que la denominaba «ladrona de leche». Con todo, confesó que aprendió una lección importante: “Había incurrido al odio político máximo por el beneficio político mínimo”.
Sin embargo, la dama más dura e inflexible aprobaba el cargo comunitario y eliminaba los subsidios a las industrias más viejas y con más pérdidas, ayudas que crearon el sistema de dependencia que ha perjudicado tanto a Gran Bretaña. Según Daily Record: “Antes de Thatcher, Escocia hacía acero, barcos, autos y producía carbón; todas esas industrias quedaron devastadas y decenas de miles de hombres y sus familias se vieron sin trabajo y esperanza”. Se llamaba “capitalismo de casino”, como Susan Satrange lo detalló: “la especulación y el comercio de acciones se habían vuelto más importantes para la economía que la misma industria”. Más deslogros que logros.
Ganó la guerra de las Malvinas, hecho que la convirtió en elegida por segunda vez en 1983 y por otro lado, ayudó en la Guerra Fría. La “Biblia” de Thatcher le valió un índice de aceptación del 40%, el segundo más bajo para un primer ministro de la posguerra. Margaret era más impopular que su partido. Pero ella apuntaba a su triunfante récord de elecciones batalladas y ganadas. 2011 fue el año de Thatcher, siendo nombrada la primera ministra británica más competente de las últimas tres décadas en una encuesta de “Ipsos MORI”. Asimismo se la consideró una de las figuras políticas más significativas y una de las 25 mujeres más poderosas e influyentes del siglo XX por la revista “Time”.
Icono y endriago
Llegó a manipular la calidad de su voz y acento para ser una líder respetada, pero no se puede obviar su ingente rechazo por parte de la mayoría. No existía sociedad para ella, sólo la independencia de hombres y mujeres. La concepción de la vida para ella era un “negocio recíproco donde la gente tenía sus derechos en mente, pero no sus obligaciones”. Desempleo y agitación social era su provocación. La muerte de Maggie, como la apodaba la prensa inglesa, y los preparativos de su velatorio ceremonial -que no de Estado- han dividido, otra vez, a la sociedad británica. El funeral tuvo lugar este 17 de abril en la Catedral de San Pablo en Londres costando a los británicos 10 millones de libras. Digamos que odiar el odio es honorable, y no podemos ir tan lejos como para decir que merecía la muerte, pero sí que el mundo merita seguir sin tanto lamento.