La indignación es igual o mayor. Los motivos son los mismos e, incluso, más. Pasaron dos años del estallido que sacó a la calle a miles de ciudadanos hartos del sistema y en estos días muchos han vuelto al lugar de origen: la plaza. En Barcelona, algunos de los colectivos que nacieron en mayo del 2011 organizaron durante el fin de semana actividades y debates para continuar reflexionando sobre el pasado, el presente y el futuro de la lucha.
Manuel Delgado, antropólogo de la Universidad de Barcelona y especialista en apropiaciones sociales del espacio público y la construcción de las identidades colectivas, fue el ponente más destacado de las jornadas reivindicativas en Plaza Cataluña y compartió con Público su particular visión acerca del 15M.
¿Qué queda hoy del Movimiento de los indignados?
El 15 M como tal ha desaparecido. ¿Dónde está la oficina del 15M? No existe más y si existe, mal, porque algo que representa un movimiento no puede ser permanente. El 15 M fue un despertar colectivo que implicó la incorporación a la discusión y a la acción política de miles de personas de todas las edades que descubrían por primera vez un lugar donde juntarse para luchar. Significó un punto de inflexión y es eso lo que queda.
¿Cree que está dando frutos ese despertar de conciencia?
Después del 15 M nada será igual. Están pasando muchas cosas.
¿La acción de las PAH por ejemplo?
Bueno, sí, pero hay que tener claro que eso ya existía antes del 15 M. El estallido de hace dos años no surgió de la nada, es la consecuencia de años y años de lucha y movimientos sociales que han generado también otras manifestaciones importantísimas como las que se llevaron a cabo contra la cumbre del Banco Mundial en 2001, o contra la guerra de Irak en 2003 o, por ejemplo, cuando se quiso denunciar la maniobra del PP en relación con el atentado de Atocha en 2004. Ya habido grandes estallidos antes que este en la historia española.
Sin embargo, el 15M parece haber tenido un impacto mayor o más duradero… ¿Qué lo diferencia de las anteriores reivindicaciones sociales?
El 15M tiene una característica particular y es que se trata de una suerte de dramaturgia espacial que se basa en la apropiación prolongada de determinados espacios públicos. El pueblo reclamó su titularidad de las plazas, lugares que, justamente por eso, son públicos. Y el resultado fue que, en vez de encontrarnos delante de un movimiento que utilizaba una plaza para dialogar, parecía que era la plaza la que usaba el movimiento para expresarse. No es casual, de hecho, que el logo del 15M acabara siendo la imagen de ese espacio público reapropiado.
¿Su carácter espontáneo no es también un valor diferencial del 15M?
Siempre tenemos la impresión de que todo es nuevo, pero antes de que existiera Internet, ya se habían llevado a cabo grandes movilizaciones que nadie en concreto había convocado: la huelga de tranvías de 1951 en Barcelona, por ejemplo.
Insisto, lo particular del 15M ha sido el escenario y una dramaturgia que implicaba la apropiación del espacio público, no la espontaneidad del movimiento. Lo siento, ¡un antropólogo nunca ve algo como nuevo!
¿Y ahora cómo continúa la lucha?
Los estallidos sociales son algo cíclico que, como tales, no se pueden mantener. Ahora lo que hay que ver es cómo esto que surgió en forma de movimiento, y que podría correr el riesgo de ser “movimientista”, se acaba convirtiendo en algo más.
¿Algo como un partido político?
No sabemos aún qué forma puede adoptar, tal vez habrá que inventársela. Pero yo creo que tendría que ser la de una organización, pasar de una lucha de movimientos a una lucha de posiciones. Hay que cavar trincheras y una vez cavadas, dejar de resistir. ¡Ya está bien de estar toda la vida resistiendo!
¿Qué opina de la nueva iniciativa impulsada por Arcadi Oliveres y Teresa Forcades hacia una candidatura unitaria y popular para las próximas elecciones al parlamento?
A la estela del 15 M han salido unas cuantas iniciativas políticas y esta podría ser una concreción. Pero, en el fondo, se trata de crear un frente común que aglutine a individuos y grupos políticos afines a las ideas promovidas por el 15M. Y si es así, ¡yo me apunto a lo que sea!
La polémica sobre la conveniencia o no de que el 15M entre en la vida política sigue centrando las discusiones sobre el futuro del movimiento.
Hoy por hoy los movimientos sociales son partidos políticos, que se piensan a sí mismos y se ofrecen como tales, incluso si funcionan de forma asamblearia, porque hay partidos políticos que también lo hacen como Esquerra republicana, por ejemplo.
¿Por qué entonces ver mal la posibilidad de que el 15M adquiera una estructura y un nombre propio?
Pero una gran parte del 15M se opone tajantemente a la adopción de una cara visible que lo represente…
Tiene que haber algo o alguien que organice el movimiento si no el peligro es convertirnos en un auténtico club de fans del 15M. Nos une una sentimentalidad y una misma rabia, pero eso no puede cambiar las cosas. Ahora hay que dar otro paso, hay que tomar el poder y para eso necesitamos un líder ¡y un líder no tiene por qué significar un mesías!
Los partidos políticos en un primer momento parecieron aproximarse al 15 M, luego se han apartado…
Los partidos políticos están desde el principio presentes, no nos engañemos. Muchas de las personas que hablaban en las asambleas eran miembros de sindicatos o partidos. El efecto óptico que hemos recibido de una cosa meramente horizontal, sin presencia política, no era verdad. Pero eso es inevitable y está bien que así sea, no le vas a pedir el carné a todo el que se acerque a la plaza.
El 15M es un movimiento complejo y cualquier idealización que nos haga pensar en una cosa virginal y perfecta es un error. Reconocer su naturaleza compleja es, precisamente, lo que lo hace prometedor.
¿En qué fase cree que se encuentra el proceso de toma de conciencia iniciado hace dos años?
Esto es la delgada línea roja que nos une con Espartaco, hace 2 mil años. No estamos ante algo nuevo, le estamos diciendo a “ellos”: somos los de siempre y vosotros también. La izquierda revolucionaria nunca ha sido utópica porque si lo fuera creería que existe un final y, en cambio, cualquier proceso de lucha es, por definición, infinito. Nunca se tiene bastante justicia ni libertad, así que la historia en la que estamos implicados no se acabará nunca.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.