La obra de Sergio Chejfec (Buenos Aires 1956) es un andar parsimonioso donde la trama, en ciertos momentos, pasa a un segundo plano y es la forma, la estructura, el juego vital lo que impregna a casi toda su apuesta de realismo renovado, de una posibilidad.
La experiencia dramática(Candaya), su reciente novela confirma lo anterior pues brota ante la obsesiva necesidad por ver, en este caso, desde los cielos virtuales de Google maps todo el recorrido que el personaje de Félix tendrá que seguir hasta su encuentro con Rose. Se trata de una cita pactada con antelación en lugares que ambos conocen; saben que hablar no será satisfactorio del todo pues los diálogos quedarán marcados por el regusto de las palabras no dichas o que se pronunciaron a destiempo.
Vehiculada por el azar, la conversación se produce a la misma hora una tarde por semana. Si mientras toman café el silencio se torna latente, Rose, que se expresa “desde un lugar de reserva difusa” lucha por mantener el hilo de voz. Una vez en la calle se entregan juntos a un liberador recorrido, observan lo que gira a su alrededor, Rose, de un momento a otro, señala la fachada del edificio donde alguna vez celebró su matrimonio: remembranza de un papel representado que no tardará en emerger al presente.
En la medida que transcurren las páginas del libro, hablar se convierte en un acto ceremonioso, un ejercicio pleno, maquinal, esquivo, a veces. El camino sensible se prolonga en una mutua invitación a conducir sus pasos por esa ciudad que los decepciona. Con cierta facilidad Rose exhibe el vértigo de sus capacidades histriónicas, las que pudo y no tuvo; las que en su día le permitieron aferrarse a la sed de un pensamiento fantasioso. Félix, posicionado en su lugar de expectativa que nunca será su lugar de origen, parece satisfecho permitiéndole estar; la escucha, llenándose la cabeza de interrogantes, dudas que se extraviarán en el vacío de un mundo insondable que no los deja tranquilos.
Ahora bien, Rose pertenece a esa ciudad, desde pequeña la tuvo como soporte. Creció ahí. Se casó, tiene un marido que ha renunciado al trato directo con las personas y cuyo hermano será una sombra en la vida familiar. Félix en cambio solo es presente, él creció en otra parte y eso es un condicionante que lo limita, quisiera saber si su experiencia dramática se gestó en el momento de su partida, ese dolor que todo el tiempo lo acompaña pese a que siempre intentó justificarlo con la búsqueda, quizá piensa que la hallará en el recuerdo que le dejó la idea, solamente la idea de la partida.
El recorrido físico y mental de esta seducción representada deriva en una paciente metáfora de la existencia, donde dos solitarios que bucean en un medio hostil no parecen dispuestos a finalizar la travesía de sus imperfecciones. Eso, tal vez derive en una novedosa aproximación o incluso hacia la distancia perpetua; en cualquier caso, una experiencia que a ellos los marcará de por vida.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.