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Me despierto a las 4.30 de la mañana. Para volver a conciliar el sueño, enciendo la tele en busca del programa de la casa de empeños o el de los leñadores, esos que viven en Alaska y se dedican a cazar y arreglar sus chimeneas. De repente, me encuentro a Ferreras presentando un especial de ARV sobre el debate de candidatos en Estados Unidos y todo parece formar parte de una extraña ensoñación. Biden no pestañea (juro que llegué a pensar que se había congelado la imagen) y Trump habla con una tranquilidad inquietante: parece haber tomado un Lexatin mientras escupe una mentira tras otra en la cara de su oponente en un combate donde se sabe vencedor, no por la retórica o eficacia de su argumentario, sino por la incapacidad del Biden para encajar o devolver el golpe. El presidente de los Estados Unidos de América tiene delante una bandeja de bombones envenenados que engulle sin miramientos: asalto al capitolio, guerra de Ucrania, aborto, impuestos, inmigración… y Trump le mira con condescendencia, como quien observa una paloma a punto de morir.

Pero la inicial pasividad de Biden se va transformando en indigestión, en una mirada agónica ante la imposibilidad de manejar la situación. Por un momento, pensé que íbamos a asistir a un sutil desvanecimiento en pleno directo, como aquellas damas que fingían un desmayo cuando un Lord, que no era de su agrado, les invitaba a bailar. Pero Biden resiste, se mantiene erguido y, al finalizar el debate, sube al coche con la esperanza de ir directo a casa, tomar un caldito y acariciar a sus perros. «No Joe, ahora toca el pollo» le dice su mujer. Biden suspira.

Con gesto cansado, entra en un establecimiento de comida rápida y encarga una ración de pollo frito take away.

«Mirad, ahora está pidiendo pajitas para la bebida» apunta Ferreras tras haberle calificado como «torpe y titubeante» minutos antes. Es el padre diciendo: el niño nos ha salido un poco bobo, pero es muy gracioso. Baila Toñín, baila un poco para que te vean estas señoras.

Última hora: el presidente podría renunciar a su candidatura. Ferreras acaba de invitar a la fiesta a una de sus conjeturas, vestida de noticia para la ocasión. Sonríe excitado porque tiene veintisiete programas especiales por delante, de aquí a noviembre. También se plantea presentar el telediario, algún concurso y la teletienda.

Ferreras, al contrario de Biden, no quiere volver a casa.

Laura de Miguel cachivaches revista Rambla

Laura De Miguel González

Periodista colaboradora en Revista Rambla.

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