La exposición “Els 4 Gats. La cuna del Modernisme” es la primera muestra que se inaugura después de la efeméride del cincuenta aniversario de la muerte de Pablo Picasso, el pasado 8 de abril. El Museu del Modernisme de Barcelona rinde así tributo al genial artista malagueño y se suma a la serie de actos que, durante todo este 2023, se irán celebrando en toda la geografía española. La ciudad de Barcelona tiene especial significación para Picasso, gracias al vínculo tan estrecho que desde muy joven y para siempre mantuvo con la capital catalana. En este sentido, y en concreto, Els 4 Gats significó el despertar del genio que hoy en día recordamos, y el lugar que le ofreció la oportunidad de celebrar su primera muestra individual.

Uno de los iconos —aún hoy visitable— que nos dejó el Modernismo en la ciudad de Barcelona fue Els 4 Gats. Polo de atracción para un público bastante heterogéneo, formado por artistas bohemios, burgueses curiosos y familias con niños, entre 1897 y 1903 se convirtió probablemente en el lugar de mayor efervescencia creativa del momento. Impulsado por sus propios creadores -Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y Pere Romeu-, tomó el relevo que hasta entonces había acaparado el Cau Ferrat de Sitges, concebido casi en exclusiva por Rusiñol.

‘Personaje en la taberna’. Lluís Graner Arrufí (1898). Colección Museu del Modernisme de Barcelona.

Pronto respondió con entusiasmo todo un grupo de jóvenes artistas, aún desconocidos, que empezó a dar forma al primer arte catalán del siglo XX. Entre ellos estaba, sin lugar a dudas, el más brillante de todos, Pablo Picasso —de quien este año se conmemora el cincuenta aniversario de su muerte—, que podría considerarse un «quinto gato» (con permiso de Enric Clarasó, amigo de Rusiñol y Casas y, también, el escultor modernista del grupo): fue aquí, en la Sala Grande de Els 4 Gats, donde el genio malagueño empezó a despuntar, con su primera exposición monográfica.

A través de prácticamente doscientas obras, entre pinturas, dibujos, carteles, esculturas y piezas de mobiliario, nos adentraremos en la atmósfera cargada de sueños y realidades de la bohemia del Modernismo. Joaquim Mir, Isidre Nonell, Ignacio Zuloaga, Ricard Canals, Ramon Pichot, Ricard Opisso, Carles Casagemas, Xavier Gosé, Hermen Anglada-Camarasa o Joan Cardona son sólo algunos de los artistas que expusieron sus creaciones y colaboraron con las publicaciones editadas por la taberna (Quatre Gats y Pèl & Ploma). Todo esto permitió hacer de este espacio uno de los símbolos del gran movimiento que fue el Modernismo.

La Exposición Universal de 1888

El acceso de Barcelona a la modernidad

La celebración de la Exposición Universal de 1888 en Barcelona sirvió para dar a conocer al mundo la capital catalana, una ciudad que se había convertido durante el siglo XIX la más avanzada económicamente de toda España, gracias a una burguesía que siempre había creído en el progreso y la Revolución Industrial: así, a la importancia histórica que el puerto siempre había tenido, se añadía ahora el espectacular desarrollo de la industria textil.

La muestra permitió al mismo tiempo ofrecer una imagen distintiva de Barcelona respecto al tópico español; una imagen de metrópolis moderna y europea, dotada de personalidad propia. El papel del arte y la cultura fue fundamental, como pronto se manifestó a través de un movimiento único, el Modernismo, cuyo punto de partida suele ubicarse simbólicamente aquí.

Antoni Gaudí y el Cercle de Sant Lluc

El contrapunto de la bohemia barcelonesa

No todos los artistas del Modernismo se sintieron atraídos por la bohemia de Els 4 Gats, y hubo quienes buscaron alternativas que rompieran con su inmoralidad. Así, en 1893 se creaba el Cercle de Sant Lluc, asociación configurada como fraternidad, tomando como modelo los gremios medievales. Bajo la advocación del patrón de los pintores, sus objetivos eran evidentes: poner el arte al servicio de la religión y recuperar de esta forma su pureza.

Entre sus miembros, podemos mencionar a los hermanos Joan y Josep Llimona, de los más militantes; los pintores Alexandre de Riquer y Joaquín Torres-García; casi la plana mayor de los primeros escultores modernistas, como Miquel Blay, Enric Clarasó y Eusebi Arnau; y también arquitectos, como Enric Sagnier (artífice del edificio que alberga esta muestra) y, sobre todo, Antoni Gaudí, el miembro más genial de esta entidad.

Curiosamente, una vez la aventura de Els 4 Gats tocó a su fin en 1903, los «llucs» se trasladaron al espacio que hasta entonces habían ocupado los «gatos», es decir, la Casa Martí (1895 -1896) de Josep Puig i Cadafalch.

La influencia de Montmartre

La bohemia parisina y la renovación del arte catalán

Si bien el Realismo seguía siendo el estilo predominante en la Barcelona de finales de siglo, artistas como Ramon Casas y Santiago Rusiñol lograron una nueva estética, gracias a los viajes sucesivos a París, la nueva meca del arte. Todo esto acabaría por dar forma a Els 4 Gats en la capital catalana.

‘Un bohemio’. Santiago Rusiñol Prats (1891). Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura. Arxiu Joan Maragall.

Ambos se acercaron a nuevas temáticas, como el mundo bohemio y suburbial que conocieron: así, aparecieron nuevos protagonistas, convertidos en arquetipos de la fin-du- siècle, como el artista maldito, encarnado por su amigo el compositor Erik Satie, o la modelo concebida como femme fatale, como Casque d’Or.

Asimismo, se dejaron seducir igualmente por el cosmopolitismo de la Belle Époque, como la importancia del escenario urbano, el acento en la moda femenina o la práctica de los incipientes deportes. Pronto esta predisposición fue tenida en cuenta por otros artistas —Joaquim Sunyer, Joan Cardona, Xavier Gosé, Pablo Ruiz Picasso…—, queienes permanecieron largas temporadas en París.

El local modernista de Els 4 Gats

Una experiencia artística con fecha de caducidad

Imbuidos de la bohemia vivida en París, hacia 1897 Ramon Casas, Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo volvieron a Barcelona, y quisieron importar aquellas experiencias conocidas en Montmartre. El resultado fue la creación de Els 4 Gats —taberna, hostal y cervecería—, hecho a imagen y semejanza de sus modelos parisinos, sobre todo el famoso Le Chat Noir. Además de este referente, el nombre señalaba de forma directa a sus responsables; su verdadera alma mater era Pere Romeu, encargado de dirigir el establecimiento.

El acercamiento informal hacia el arte que se respiraba atrajo igualmente la atención de los artistas más jóvenes, haciendo de este local un lugar clave que permitió la renovación del Modernismo: entre otros, Isidre Nonell, Joaquim Mir, Ricard Opisso, Ricard Canals, Hermen Anglada-Camarasa, Ramon Pichot, Xavier Gosé, Manolo Hugué, Pau Roig, Carles Casagemas y, sobre todo, Pablo Ruiz Picasso. De todas formas, gracias a un programa de actividades muy variado —exposiciones de arte, espectáculos de títeres, teatro de sombras, veladas literarias…— el establecimiento llegó a reunir a un público muy amplio.

Estrategias de promoción

El cartelismo y las publicaciones ilustradas

Los responsables de Els 4 Gats cuidaron los detalles relacionados con la promoción del local mediante dos manifestaciones que manifestaban la modernidad que querían transmitir: el cartelismo y las publicaciones ilustradas. También todo el aparato corporativo como invitaciones o cartas de menú nos hablan del interés en dotarse de una identidad gráfica propia.

Su desarrollo fue posible gracias a los avances en la reproducción seriada de las imágenes al servicio de una incipiente sociedad de consumo, que quería estar bien informada y disfrutar de los bienes y diversiones anunciadas.

Encontramos una visión similar en el proyecto editorial que llevaron a cabo con las revistas Quatre Gats (1899) y Pèl & Ploma (1899-1903). Muchos de los artistas jóvenes que frecuentaban Els 4 Gats colaboraron en diversas revistas artísticas y satíricas de Barcelona y París.

La imagen de l’espagnolade

Un viaje iconográfico del tópico a la transgresión

Pese a la identificación que todavía hoy hacemos entre Modernismo y sofisticación cosmopolita, una parte significativa de su corpus iconográfico siguió nutriéndose de las imágenes tópicas de una España bajo el influjo de la Carmen de Mérimée-Bizet: bandoleros, majas y toreros. Era la imagen que se esperaba de ese país, considerado uno de los más exóticos dentro de la misma Europa, cuya fortuna dio pie a un término propio, espagnolade.

‘En el balcón’. Ignacio de Zuloaga Zabaleta (1907). Colección particular.

Sin embargo, si bien muchos artistas destacados del Modernismo participaron de este estereotipo —desde Casas hasta Canals—, nos encontramos con que otra parte de los artistas vinculados con Els 4 Gats intentaron superarlo y ofrecer una visión descarnada, de acorde con la realidad cruda del país, en sintonía con el espíritu revisionista y crítico de la Generación del 98.

No en vano, Barcelona fue el primer lugar donde se publicó España negra, de Darío de Regoyos y Émile Verhaeren (1898), considerado como el detonante por consolidar un costumbrismo de raíz miserabilista, culminación de las tendencias realistas del siglo XIX.

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