Tres años
después de exprimirse hasta la última gota y dejarse ir con “Bukkake social” en un alarido punk-rock-hardcore, Purkinje reaparece con “La malaltia” (“La enfermedad”). De nuevo, rebeldes con causa, con dardos igual de envenenados pero más sutiles y temas más largos reconducidos hacia el post-rock. Partiendo de la introspección, la filosofía es el puro y simple deseo de expresarse a través de la música como exorcismo liberador. Honestidad frente a una sociedad enferma de mentiras y apariencias.
Tres años después de exprimirse hasta la última gota y dejarse ir con “Bukkake social” en un alarido punk-rock-hardcore, Purkinje reaparece con “La malaltia” (“La enfermedad”). De nuevo, rebeldes con causa, con dardos igual de envenenados pero más sutiles y temas más largos reconducidos hacia el post-rock. Partiendo de la introspección, la filosofía es el puro y simple deseo de expresarse a través de la música como exorcismo liberador. Honestidad frente a una sociedad enferma de mentiras y apariencias.
Foto: Ray Molinari
¿Cómo definiríais este segundo disco y cómo valoráis el resultado final, en comparación con el primero?
La propia experiencia de todas las emociones que sientes durante todo el proceso es el que acaba definiendo el disco para la gente involucrada en hacerlo posible. Esta vez hemos ido sin prisas ni dogmas, haciendo mucha investigación tanto con los instrumentos como con nuestra propia experiencia humana, es decir, nos hemos dedicado a profundizar en todos aquellos temas que nos interesaban y de los que teníamos ganas de hablar, por necesidad, por simple diversión o quizás por ambas cosas a la vez. Sí que han salido palabras y frases concretas repetidas durante todo el proceso, por ejemplo, siempre nos referíamos a las guitarras y a los riffs como “una ola que va y vuelve”, nos hemos dejado envolver por lo que sonaba cuando alguien venía con una idea, intentado seguir estrictamente aquello que nos hacía sentir, sin ningún tipo de idea preconcebida. En este sentido podemos definir “La malaltia” como un disco bastante liberador, tanto personal como musicalmente. El primer disco es diferente, entonces estábamos muy empapados de una cierta manera de hacer las cosas, igualmente válida, pero de la que nos acabamos cansando porque al final, aunque había tres o cuatro canciones en las que comenzamos a indagar y a cuestionarnos la manera de proceder, en general es un disco bastante normal en el que hay canciones que, escuchándolas por primera vez, ya tienes la sensación de haberlas escuchado antes en algún otro sitio. Así que nos cansamos de esto y decidimos hacer más investigación, darle más vueltas y hacer canciones más “nuestras”, porque eso era realmente lo que queríamos aunque entonces nunca llegamos a ser conscientes de ello.
¿Tenéis la sensación que vuestra evolución es mejora?
No sé si la evolución es mejora o no, eso depende de cómo se mire. Cuando llevas muchos años tocando y eres consciente de lo que eso representa para ti, el hecho de querer seguir tocando, de necesitarlo, hace que dejes de pensar si mejoras o empeoras, simplemente eso no tiene sentido, ya que el punto principal de todo es que necesitas tocar y esa necesidad pura ya presupone una manera de hacer las cosas. El hecho de poder seguir tocando y sintiendo emociones con las canciones que haces es la única victoria real en toda la cuestión. Llega un punto en el que hay cosas que sólo sabes decirlas a ti mismo cuando las transformas en canción.
Pese a no abandonar las guitarras, la sensación es que el disco es más melódico y calmado, de hecho hay pasajes largos y atmósferas que más bien recuerdan al post-rock.
Estamos de acuerdo en parte. “La malaltia” es un disco muy luminoso pero también hay una primera parte del álbum en el que la crudeza y la oscuridad lo impregnan todo, tanto a nivel de letras como de sonoridad. Sí que hay muchas atmósferas y partes calmadas, simplemente ha salido así. Todas las canciones se han construido a partir de guitarras y hemos ido añadiendo encima el resto de elementos, intentando no saturar demasiado la esencia inicial de lo que sonaba con la guitarra. Sí que recuerda más al post-rock y lo que ha desaparecido completamente respecto al primer disco es la inmediatez. De todas maneras no consideramos “La malaltia” más melódico o calmado que “Bukkake social”, de hecho es mucho más contundente y violento, pero eso ya depende de en qué se fija uno a la hora de definirlo. También nuestras influencias han cambiado mucho respecto la época de “Bukkake social” y sí que hemos escuchado mucho post-rock pero también mucha electrónica o rock más clásico, así que es bastante normal para nosotros que este segundo disco tenga poco que ver con el primero.
Son diez canciones que, en total, suman más de 60 minutos. ¿Por qué un disco tan largo?
No hay ningún motivo concreto, simplemente hemos eliminado el factor ‘duración’ como factor a tener en cuenta a la hora de componer, así que sin prisas ni límites cada canción ha terminado teniendo la duración que creíamos que debía tener. Teníamos muchas cosas que decir en este disco, cosas que no son fáciles de decir, cosas que son a veces necesarias de obviar para poder vivir de manera más o menos normal, así que lo difícil ha sido ser fieles a aquello que sentíamos, independientemente de lo que eso implicaba en cuanto a, por ejemplo, la duración concreta de las canciones u otras cuestiones más palpables para quién las escucha. Podríamos decir que en cierta manera hemos sido unos egoístas y hemos hecho lo que hemos querido sin pensar si alguien se cansaría de escuchar la enésima ronda del mismo bucle de acordes. Pero lo hemos hecho para estar nosotros satisfechos con nuestro trabajo y eso implicaba fijarse en aspectos más personales e íntimos del proceso, que no si una canción duraba tres o diez minutos. Eso era muy secundario.
¿A qué os referís con el título?
Al final teníamos la sensación de haber hecho un recopilatorio de sensaciones dentro de la propia experiencia como seres humanos, una recopilación de experiencias de una vida cualquiera. Así, “La malaltia” hace referencia a este proceso que todos estamos forzados a vivir, que es la propia vida, las dudas, los miedos, los momentos en los que uno tiene conciencia… el disco empieza con una voz muy tenue que dice ‘me quema la ropa, me quedo desnudito’ y a partir de esta desnudez inicial respecto todo, el disco te lleva primero a la rabia contra el mundo, contra los demás, contra tú mismo y las diferentes voces que te hablan en la cabeza, contra la manera en la que lo tenemos todo organizado y cómo todo esto te desdibuja, cómo gran parte de los otros individuos parecen gozar de esta manera hegemónica de organizarse la vida, el desencanto y la ofuscación hacia todo forma parte de la primera parte del disco. Pero después llega el tema que se llama como el disco, “La malaltia”, un bucle instrumental en el que uno deja atrás las sensaciones destructoras y se da cuenta que, por suerte o por desgracia, sigue estando ahí en este sitio. Así se inicia la segunda parte, la necesidad de expresar en palabras las propias ideas que uno tiene en la cabeza para así después poder explicarlas a los demás, el hecho de gozar de tu propia soledad para formarte como persona más o menos coherente, las ganas de avisar e informar a los demás de todo lo que uno acaba construyendo después de la más feroz destrucción, la fuerza para finalmente ser capaz de decir ‘adiós’ e intentar continuar viviendo con las convicciones más o menos intactas. Con el título expresamos la condición humana en el siglo XXI para nosotros: un conjunto de seres enfermos, consciente o inconscientemente, en el que a veces da tanta pereza bajar a la profundidad de la cuestión que al final simplemente navegamos como maderas en el río, sin ser conscientes de que podemos (y en nuestra opinión deberíamos) trabajar para realmente conseguir un encaje más válido, tanto moral como prácticamente, en el que vivir juntos, pues de eso no se escapa nadie, todos estamos obligados a relacionarnos con los demás y no solucionar los problemas de fondo sólo los alarga. Es lo que llevamos haciendo la humanidad desde nuestra aparición en este planeta, poner parches y aprender a mentir, por eso las apariencias son tan importantes, porque es lo que más fácilmente puede modificarse, pero todo eso no sirve para nada en lo que se refiere a los pilares morales y prácticos de nuestra existencia, aquellos que realmente nos preocupan. Mentir y aparentar son cosas extremadamente sobrevaloradas, por eso defendemos la tesis de que la humanidad está enferma, -nosotros incluidos, evidentemente-, demasiado síntomas lo indican y demasiado poco esfuerzo lo contrarresta. A veces pienso que quizás se trata simplemente de estupidez o ignorancia.
En cuanto a las letras, habéis apostado por un mensaje más profundo y poético, menos vulgar por decirlo de alguna manera, igual de contundente pero sin dejar que las formas hagan perder el fondo. ¿Estáis de acuerdo?
Sí, creemos que se podría ver así. Con las letras ha pasado lo mismo que con la música, de hecho ambas partes forman el conjunto único que acaba siendo la canción, queríamos decir las cosas de una manera que fuera la más estrictamente sincera a lo que teníamos realmente en la cabeza, poderlas leer con el tiempo y recordar qué queríamos decir entonces, que nos llevaran al mismo sitio, que evidentemente con el tiempo veremos diferente, pero que el sitio sea el mismo. La entidad mental debe dibujarse y explicar lo más concretamente posible, y por eso hemos intentado no tener miedo a la hora de buscar en nuestro interior, al contrario, ha sido muy gratificante el hecho de intentar seguir sinceramente aquello que queríamos, es la única manera de asumir las consecuencias (en todos los sentidos) del resultado final. Evidentemente tiene sus daños colaterales, y en algunas ocasiones nos ha pasado aquello de sentirnos demasiado fuera de todo durante la grabación del disco, pero en cierta manera también ha estado bien saborear esta sensación, al final lo que uno tiene son ganas es de sentirse vivo y paradójicamente, todo lo que ha implicado “La malaltia” nos ha hecho sentir muy vivos.
Las palabras contundentes, algunas de ellas malsonantes, han desaparecido. ¿Se mantiene el compromiso y la crítica social pero de manera más elegante y sutil?
Se podría ver así, pero me remito a la respuesta anterior: sólo hemos intentado ser muy sinceros con nosotros mismos, explicarnos bien lo que sentíamos y teníamos en la cabeza para decir las cosas lo más cuidadosamente posible. Hablamos de cosas concretas, no de manera explícita, creo, pero hablamos de cosas concretas que piden cierto trabajo y cierta capacidad para no contentarse con lo primero que te viene a la cabeza sino con aquello que crees que hay que ir en cada sitio concreto, uno mismo ya lo reconoce cuando encuentra aquello que quiera y también cuando no lo encuentra y tiene que seguir buscando.
Habéis decidido colgar el nuevo disco en Internet y que la edición física salga más adelante. ¿Por qué?
Estas canciones son tan importantes para los miembros del grupo que durante el proceso de grabación teníamos claro que seríamos nosotros mismos los encargados de llevarlas ante la gente, aunque no teníamos ni idea de cómo lo haríamos. Un día explicamos nuestras ideas a Andreu García y Carlos Martorell, los dos encargados de hacernos el diseño del disco, y ellos nos dijeron que también tenían en mente la idea de poner en marcha un sello discográfico, una editorial en la que ir recopilando toda la música que les pareciera interesante. Unimos conceptos e ideas y así nació Boira Discos, que es la discográfica en la que hemos editado “La Malaltia”. Partimos casi sin un duro en los bolsillos, con muchas ganas, mucho amor y esfuerzo en muchos aspectos. Así, las cosas las haremos cuando se puedan hacer, ni antes ni después. El disco ha aparecido primero en formato digital porque es el formato en el que hoy en día la gente escucha más música, el más barato y el más fácil, pero nuestra idea desde antes de ir a grabar en el estudio ha sido hacer una edición física sólo en vinilo. Esta edición física lleva más tiempo, representa cierta inversión económica y, por lo tanto, hacer previsiones, hemos decidido que será para la primavera de 2015 cuando finalmente pueda salir a la luz. Es más que nada una cuestión práctica pero también hemos avanzado el disco en formato digital porque teníamos ganas de cerrar el proceso, queríamos quitarnos de encima el peso que representaba el disco en nuestras cabezas y compartirlo con la gente que fuera, que les hiciera gracia escucharlo.
De cuatro a seis personas. ¿Cómo han afectado los cambios del grupo a la sonoridad y qué han aportado los nuevos miembros?
En realidad somos cinco, aunque durante un tiempo hemos tenido dos baterías por cuestiones prácticas. Ahora ya sólo tenemos uno, que es la última incorporación a Purkinje, pero con el otro que teníamos seguimos colaborando y manteniendo muy buena relación porque somos amigos de toda la vida. Con Fontaneiter, el nuevo batería, tenemos mucho trabajo por delante, poner a punto el directo para empezar a presentar como Dios manda “La malaltia” sobre los escenarios a partir del 2015. Es un batería muy cuadrado, en el buen sentido de la palabra, y sus ganas de empaparse de nuestro rollo nos motivan mucho, estamos muy impacientes por encerrarnos juntos en el local y acabar de dar forma a lo que serán los conciertos de Purkinje. Aunque ya hemos hecho dos conciertos con todas las canciones del disco, por lo tanto es simplemente una cuestión de desnudarnos juntos en el local y soldar todas las complicidades que se han de generar para tocar intensamente, que es como queremos tocar y es la única manera en la que sabemos tocar. En cuanto a la otra incorporación, el violinista Alexander MG, de Badalona, ha sido simplemente tan natural y coherente el hecho de que forme parte del grupo, que es difícil intentar explicarlo. Nos lo encontramos por primera vez tocando en el patio de la Massana con nuestro amigo Andreu García y después de escucharle quedamos un día en la habitación de nuestro piso en Barcelona para mirar qué pasaba. Fue ponernos y todo fluyó bien, creo que tanto él como nosotros buscábamos alguna cosa que ambas partes podíamos ofrecer, al final su violín te corta en pequeñs pedazos, te marea, te sube y te baja y al final no sabes si es él o las guitarras y todo forma una nube de caramelo pegajoso que si te descuidas te arrastra y ya vas tarde para evitarlo, a no ser que hagas un coitus interruptus apretando la tecla Stop. Podríamos decir que Purkinje suena como suena porque cada uno de sus miembros aporta lo que aporta, así que todo cambio en la sonoridad es fruto de la libertad individual de cada uno en aportar lo que mejor cree que irá a cada parte, si alguien no ve algo claro lo dice pero al final es como si, en cierta manera, las canciones te hablaran por sí solas y ellas ya te dicen lo que debes hacer.
¿Ha cambiado mucho el panorama musical en los últimos tres años, respecto a cuando salió vuestro primer disco?
No tenemos ni idea de cómo está el panorama musical en los últimos tres años. Confesamos que hemos sido más introspectivos que nunca, hemos ido a por lo que realmente nos importa, que es hacer canciones y poco más. El panorama supongo que está igual de mierda que siempre, pero también vemos más interés en propuestas distintas, y lo más importante, gente que hace cosas. Ves sellos, festivales pequeños, grupos que se dejan la piel y escuchas canciones que todavía te emocionan. Evidentemente nosotros no hacemos música de fiesta mayor, ni explicamos historias fáciles de digerir para la gente que no le resulte agradable mirarse al espejo y fijarse en las partes más feas de su persona, que es un poco lo que nosotros hacemos, al menos en algunas canciones, así que el panorama no tengo ni idea de cómo está. El panorama que importa, el que se debería cuidar, es el que formamos el conjunto de personas de edades y orígenes diversos que cada vez que tienen un momento se encierran en su habitación e investigan con su instrumento una nueva manera de explicar la realidad mediante la música, o eliminando la realidad, es igual, el hecho de dar respuesta a todo encerrado en cuatro paredes es lo que forma el núcleo real del panorama, y en este aspecto en este país, no sé cómo estará en los otros-, eso no es valora en absoluto, al contrario. Parece que si no haces mover el esqueleto no sabes hacer música, pero llevamos demasiado tiempo chocando con estas actitudes como para que todavía signifiquen algo para nosotros, al final cada uno es libre de hacer lo que quiera y lo que hemos visto es que si tenemos ganas de hacer cosas, las tenemos que hacer, la gente interesada en ello existe, sólo hace falta buscar un poco y envolverse de ganas y energía para llevar a cabo las ideas que están en la cabeza, sin prestar mucha atención a si el panorama es favorable o no al respecto. Al final te das cuenta que no tienes demasiada elección y acabas dando las gracias de todo cuando por fin terminas una canción que te emociona. Hay demasiado esfuerzo detrás de todo como para ponerte a mirar cómo está el panorama, al final el panorama lo debes crear tú mismo, independientemente de si se fija en él mucha o poca gente.