altEl escritor argentino Ernesto Mallo presenta la precuela de su conocida serie del comisario “El Perro” Lascano. La conspiración de los mediocres, como los otros títulos de la serie, está publicada por la editorial Siruela.

Ernesto Mallo (La Plata, Argentina, 1948) es una de las voces más interesantes del policial actual. Ejerce de dramaturgo, guionista, novelista, ensayista, traductor y director teatral. Antes de llegar a las letras ejerció varios oficios, quizá el más inconfesable sea el de periodista independiente, no por lo de “independiente”, sino por lo de periodista, ya saben: “No le digas a mi madre que soy periodista, dile que soy pianista en un burdel”. Ejerciendo este oficio le alcanzó el “corralito” y se quedó sin laburo, y con una situación personal muy difícil, decidió escribir un guión de cine que luego se convertiría en novela: La aguja en el pajar. La novela fue finalista del Premio Clarín de Novela, y ganadora del Premio Memorial Silverio Cañada (Semana Negra de Gijón), premio que se da al autor que se estrena en el género con una primera novela, y lleva el nombre del editor y fundador de Ediciones Júcar, editorial de la mítica colección Etiqueta Negra. Mallo hace ficción, pero sitúa sus tramas en momentos concretos de la historia, por ello aparecen algunos personajes reales, como en esta novela, donde entre otros vemos aparecer al siniestro jefe de la Policía Federal Argentina, el general Alberto Villar, que junto a López Rega, organizaron la Triple A. Me reúno con Ernesto Mallo en la sede de su agente literario, Schavelzon Graham, situada en la parte alta de la calle Muntaner de Barcelona.

¿Quiénes son los mediocres que conspiran?

En general son todos aquellos burócratas, gente sin talento, gente sin futuro y sin demasiada inteligencia, que siempre están medrando en el empleo público, acomodándose en lugares donde tienen poca faena, poco que pensar, poco que innovar. Se mantienen en ese quietismo y de pronto, en determinadas situaciones políticas, es una clase que adquiere un poder inusitado o algunos de ellos adquieren un poder inusitado y lo utilizan como lo utilizan los mediocres, para hacer daño a los demás, para tener más poder. Claro que siempre adquieren ese poder de una manera equivocada que tarde o temprano se les vuelve en contra, como un bumerán.

Por un momento he visualizado el rostro de varios políticos y miembros de las tramas corruptas españolas… Para un novelista argentino, y que militó en la izquierda revolucionaria… ¿cómo es novelar en la etapa anterior al dictador Videla, cuando se fraguó el terrorismo de Estado?

La época de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) a mi me encuentra siendo un joven de poco más de veinte años y opuesto decididamente a ese tipo de manipulaciones. Mi generación había logrado sacar a los militares del poder, a los militares de la dictadura anterior a la de Videla –los generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse. Los tres dictadores ocuparon sucesivamente la Presidencia de facto entre los años de 1966 a 1973-, con nuestra acción, con nuestra protesta, con nuestro combate y sacrifico logramos que los militares convocaran elecciones que ganó Héctor José Cámpora, como representante del general Perón. Pero en poco tiempo se reveló que el proyecto no pasaba por la izquierda peronista, sino por la derecha. Cámpora fue defenestrado –fue Presidente durante 49 días; cercano a la izquierda peronista, el ala derechista del partido pidió su renuncia, no en vano el mismo Perón lideraba a los derechistas- y, en las nuevas elecciones, asumió el poder el general Perón, con su mujer –María Estela Martínez- como vicepresidenta. Y el hombre fuerte era José López Rega –conocido como “El Brujo”, por su afición esotérica-, personaje que sale en la novela. Él arma la Triple A, que es el huevo de la serpiente de lo que luego vendría con Videla y sus secuaces, que fue el terrorismo de Estado a gran escala. Quien lo inicia es López Rega, su metodología e información es lo que Rega utiliza como moneda de cambio, se la ofrece a los militares para poder salir del país.

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Siniestro personaje Rega, él solo daría para varias novelas, pero me temo que la gente no creería muchas de las cosas que se contaran, pese a ser reales… ¿Qué piensa del viejo dicho que la realidad supera a la ficción?

Yo ya no creo más en ese viejo concepto, porque en los momentos que vivimos toda la realidad la recibimos a través de los medios de comunicación, y cada medio de comunicación tiene su línea política, entonces determinadas cosas las publican y otras no, por lo tanto son fragmentos de lo real, y fragmentos intencionados por la línea política. Entonces todo empieza a ser ficción, la realidad está suspendida.

Quizá no hay mejor manera de contar la realidad que con la ficción.

Entonces sucede esto, que con la ficción puedes contar aquellas cosas que los demás no pueden.

Por cierto, aquí también tuvimos la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista) durante la Transición, hasta 1982. Y más tarde el GAL, hasta 1987, con el gobierno del PSOE. En su novela vemos como la Triple A la forman policías. ¿Era tan descarada esa relación con los aparatos del Estado?

Absolutamente sí, actuaban a cara descubierta, iban por la calle en los famosos Falcon –Ford Falcon- con las Itakas asomando por las ventanillas -fusil de repetición-. A mí un día me hicieron un allanamiento de morada, y una de las personas que estaba en ese operativo llevaba un llavero de la Confederación General del Trabajo (CGT), muy vinculada entonces con el ministro López Rega. La Triple A se reunía en el Ministerio de Bienestar Social, a la vista de todo el mundo.

Volviendo a López Rega, también fue miembro de la famosa Logia P2. Inició a Perón y a Isabelita (María Estela Martínez) en el espiritismo y la astrología. Cuando el cadáver de Evita Perón estuvo un tiempo en el chalé de Puerta de Hierro en Madrid, en 1971, “El Brujo” convenció a Isabelita para hacer un ritual con el cadáver de Evita, con la peregrina idea de conseguir el carisma de la difunta.

Sí, sí, esto último también lo cuenta Tomás Eloy Martínez en su crónica de Perón. López Rega escribió un libro que se titula Astrología policial, que es un método para combatir el delito a través de la astrología. Por supuesto, nunca se detuvo a nadie con este método.

El personaje de Simenon, Maigret, decía que antes que perseguir al delincuente, el policía está para defender al Estado, al gobierno, los bienes públicos y privados, la moneda…, y por último, la vida de las personas.

Bueno, hay policías y policías. Hay policías más corruptas, más ideologizadas, más técnicas, etc. Yo creo que no se puede hablar de policías en general, por ejemplo, si tomamos las diferentes policías que hay en España, son de las instituciones que más han progresado, a partir de la democracia, las que más se han modificado. Sin embargo, otras instituciones se han modificado menos…

La judicatura, incluso con sagas familiares que provienen directamente de los tribunales franquistas.

Por ejemplo…, y que siguen con esa tradición de las Cortes, y esas vestimentas, ese boato y pompa de las cortes reales, que es lo menos democrático que hay.

alt¿La historia de un país es la historia de sus crímenes?

Sí, absolutamente, es más, yo creo que los países se pueden definir por el tipo de criminales que producen. En distintas sociedades o comunidades, tienen distintos tipos de criminales. Si tomamos por ejemplo ese personaje tan seductor para la literatura y el cine, el asesino serial, los asesinos en serie son más comunes en países industrializados que en países que no lo están. Si producen teléfonos en serie, neveras en serie, coches en serie, etc., también producen asesinos en serie, es parte de la cultura. Además cada comunidad tiene aquellos criminales que surgen del seno de la propia sociedad. El problema de la violencia de género, que es muy serio y grave en España, surge de una sociedad que de alguna manera lo avala o lo permite.

La conspiración de los mediocres es la precuela de la serie del comisario Venancio Ismael Lascano, para más señas “El Perro”. ¿Habrá más entregas… con esta van cuatro?

Lascano en la primera novela lo mato, y en la segunda lo resucito, después lo jubilo, y ahora vuelve en una precuela. Lascano es muy insistente. Como buen investigador, como buen sabueso, es muy tozudo y él sigue volviendo. Es probable que vuelva.

¿El autor no puede desprenderse de su personaje?

La característica de Lascano es que ha seguido volviendo a mi cabeza con nuevas historias, como si fuera un ente con vida que me demanda seguir.

En la serie hay algunas incongruencias de continuidad, lo que en el cine llaman fallos de raccord. Por ejemplo, en esta entrega la relación de Lascano con Marisa es de unos meses y, por cierta contingencia, no va más allá. Pero en otras novelas situadas años más tarde, resulta que llevan casados varios años.

Bueno, eso son “atentados” que yo me permito. Incluso hay problemas con el tiempo…, pero a mí no me preocupa, yo escribo ficción. Sí, en El crimen en el Barrio del Once, Lascano estuvo ocho años con Marisa, y acá vemos que son sólo unos meses.

El Quijote está plagado de estas cosas.

En el Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, se cuenta que en un momento Robinson se desnuda y se tira al mar, va hacia un barco que está en unos riscos a punto de hundirse, encuentra un tonel de galletas y se llena los bolsillos con ellas… ¡pero iba desnudo!

¿Qué le parecen las mezclas de género en muchos de los policiales que se editan ahora?

Bueno, depende. Hay toda una parte del policial que está patinando hacia lo esotérico, lo fantástico…, y con mejor o peor resultado. Fred Vargas lo hace muy bien, Michael Connelly lo hace muy bien, pero después hay otros que no. El difícil encontrar en esa vertiente buenas novelas, porque los escollos son muchos. Como la novela policíaca está en auge, y los lectores son muy fieles, las editoriales están publicando lo que venga…

Demasiado, ¿no?

Demasiado, sí, y no todo es bueno. No es fácil encontrar realmente buenas novelas policíacas.

Desde su primera novela, La aguja en el pajar (en España la publicó Siruela con el título Crimen en el Barrio del Once, 2011), ya han pasado nueve años. Con esta perspectiva, ¿qué clase de escritor diría que es usted?

(Resoplo)…No sabría responder a esa pregunta… ¿qué clase de escritor? Yo soy un escritor que trabaja mucho, sí… bueno, no sé, creo tener la vanidad de tener algo para decir.

Su estilo tiene mucho regusto a la clásica novela negra norteamericana…

Sí, sí…

Economía de medios, busca la frase concreta, sin lenguaje campanudo. Hay unos diálogos muy rápidos y la voz del narrador a veces se resuelve con frases cortas, utilizando mucho el punto y seguido. Y con la riqueza y particularismos del castellano de Buenos Aires.

Me provoca mucho la síntesis. Yo creo que hay que expresar el tema con la menor cantidad de palabras posible. Ayer lo hablaba con mi agente, que decía: “Todo lo no dicho es el sustrato de la novela, todo lo que el lector tiene que poner”. Si uno abunda demasiado, como sucede por ejemplo en la novela nórdica, que repiten veinte veces la misma cosa, le dejan al lector poco espacio para que él haga su propia novela a partir de lo que está leyendo.

Sí, hay novelas que toman al lector como tonto, van repitiendo las cosas y volviendo atrás para que el lector no se pierda.

A mí me interesa más el lector que trabaja, que me ayuda a terminar la novela. Yo siempre digo que escribo novelas incompletas, el lector es el que la termina.

Hay novelas que, por llenar páginas, relatan todas las especificaciones de un ordenador portátil, cual si fuera el folleto de una tienda.

Lo que sucede es que esas son las novelas superventas. Muchos bestsellers son novelas para un público que no es lector habitual. El público lector está habituado a saber y a seguir la trama y cavilar sobre ella, pero el público no lector no hace eso, necesita que le recuerden cada tanto de qué trata la cosa. Quizá esa sea la manera de captar a ese público, pero yo no sé escribir de esa manera, además me aburro al leerla, si la escribo… Esta novela, La conspiración de los mediocres, tenía 150 páginas más, que yo le quité, casi da para otra novela más –la novela ahora tiene 167 páginas-

Un día escuché una anécdota sobre un director de cine español, cuyo nombre no recuerdo; la cosa iba así: Cuando éste hombre rodaba una escena, por ejemplo, en un dormitorio, en una alcoba, las cómodas y armarios los llenaba de la ropa habitual que suele estar en estos muebles. Lo curioso es que lo hacía aunque en la escena nunca se llegaban a abrir los cajones de la cómoda o las puertas del armario ropero. Algo parecido hace usted cuando elabora la biografía completa de cada personaje, aunque luego no la cuente toda en la novela.

Sí, sí, yo escribo la biografía de cada personaje. Si en la novela hay un personaje de cuarenta años, yo escribo los cuarenta años previos, y sobre todo la infancia, la infancia en los personajes es muy importante para mí; cómo eran sus padres, la relación con ellos, dónde vivía, cómo era el barrio, cómo era la escuela, quiénes eran sus amigos, qué clase de niño era…, todo eso, como en la anécdota que me cuenta, tiene la propiedad subyacente. Da un alma al personaje, entonces el personaje no va a hacer nada incoherente, no va a hacer algo que no vaya con él. Esto es muy eficaz.

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¿Le ayuda a usted a dar corporalidad y empaque al personaje?

Sí. Hay algo que se trasmite, es como el iceberg. Una buena novela, una buena película, debe ser sólo la punta del iceberg, aquello que luego nos deja pensando, y volvemos a esas imágenes, a esas historias a ver qué nos despiertan.

¿Cómo está el futuro del festival Buenos Aires Negra (BAN), del que usted es fundador y comisario?

Precisamente ayer hicimos una charla con María kodama (viuda de Borges), a la que asistió el ministro de cultura, Hernán Lombardi, y estuvimos hablando del BAN. Y sí, se hará el año que viene.

¿Cómo ve la Querella argentina para juzgar los crímenes del franquismo?

Hay un problema ahí de territorialidad, de dónde se produce el crimen y dónde se le juzga. Hay una tendencia mundial…

De la justicia universal cuando se trata de crímenes de lesa humanidad…

Claro, cuando son crímenes de lesa humanidad, que a mí me parece muy bien, que debe ser perseguido y no debe de haber refugio para este tipo de criminales, los que utilizan el poder del Estado para masacrar gente. Lo que no sé es si Argentina está capacitada, o estará a la altura de esta tarea.

De momento lo está. Cambiando de tercio, ¿alguna obra de teatro a la vista?

Estoy con un proyecto para estrenar en Barcelona una obra de teatro. Una obra que yo hice en 1982, una farsa sobre Cristóbal Colón, que en Argentina se tituló Qué mambo el de Colón. Tuvo muy mala suerte, porque la estrenamos el día en que Argentina ocupó las islas Malvinas -2 de abril de 1982-.

¿Vive en Barcelona?

Sí, desde hace un mes.

Gracias por la entrevista, ha sido un placer conocerle. ¿Me dedica la novela?

Encantado: “Para Javier Coria, para que La conspiración de los mediocres nunca lo alcance”.

Me temo señor Mallo, que para eso llegamos tarde.

Sinopsis:

Ernesto Mallo nos sumerge en un mundo en el que conviven el asesinato y la impunidad del poder con una pasión amorosa, en un paisaje trufado de asesinos a sueldo y bandas parapoliciales. En esta precuela de la serie del detective “El Perro” Lascano encontramos a un detective joven, aunque ya investigador de fuste. Para apartarlo de la investigación, los mandos policiales le encargan aclarar el suicidio de un anciano alemán. Esa misión lo arrojará directamente a las fauces de los sicarios, en un territorio donde no puede contar con nadie ni confiar en nadie. En el transcurso de su investigación, Lascano conocerá a Marisa, con quien vivirá una historia de amor.

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