La actual burbuja bursátil sería fruto de la euforia en Wall Street y por extrapolación del resto de los mercados bursátiles del mundo como resultado de las políticas monetarias de los principales bancos centrales del mundo que han inundado los mercados de liquidez con la esperanza de reactivar la economía después de la crisis de 2008, combinado con el hecho de que las inversiones en deuda soberana no aportaban ganancias.
Así, la desconexión de la realidad por parte de los inversores les habría llevado a justificar la exuberancia irracional de los mercados, creando un mundo virtual de especulación financiera que nada tendría que ver con la economía real (wind trading) y que les llevaba a considerar las subidas bursátiles como derecho vitalicio.
Ello, combinado con la pérdida de credibilidad de las agencias de calificación como Moody’s, que no había previsto la crisis de 2002, y la ausencia de control por parte de los reguladores, habría facilitado que el mercado permaneciera insensible a las calificaciones de las empresas que cotizan en bolsa y las advertencias de la Fed que, a través de su expresidenta, Janet Ellen, habría advertido que «los mercados de acciones y bonos están muy valorados y existen riesgos potenciales para dos mercados».
Un inversor está dispuesto a pagar un precio por una acción si le genera dinero en el futuro, de modo que el valor de esa acción es el total de los flujos esperados, pero el nivel base de los mercados bursátiles globales (donde las ganancias y los multiplicadores mínimos convergen) estaría a años luz de los niveles actuales debido a la exuberancia irracional de los mercados.
El proceso especulativo lleva a comprar con la esperanza de obtener ganancias sustanciales en el futuro, lo que provoca una espiral ascendente que se aleja de cualquier base fáctica, y el precio del activo alcanza niveles estratosféricos hasta que finalmente la burbuja estalla debido a la venta masiva de activos y la ausencia de compradores, lo que conduce a una fuerte caída repentina de los precios por debajo de su nivel natural (crash); con lo que se cumpliría la máxima de Keynes: “El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”.
¿Se está gestando un nuevo crash bursátil?
La posibilidad real de un nuevo crash bursátil estaba pasando desapercibida para la mayoría de Agencias de Calificación debido a la desconexión con la realidad que les llevaría a justificar la exuberancia irracional de los mercados, con lo que se cumpliría la famosa frase del iconoclasta John Kenneth Galbraiht. «Hay dos clases de economistas: los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso».
Sin embargo, la subida de tipos del Dólar y la reducción del programa masivo de compras de bonos por la Fed (tapering) podría provocar el estallido de la burbuja hipotecaria y acabar lastrando la incipiente y frágil recuperación económica mundial, ya que el fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos.
En efecto, nuestra mente es capaz de secuenciar únicamente fragmentos de la secuencia total del inmenso genoma del caos, con lo que inevitablemente recurrimos al término “efecto mariposa” para intentar explicar la vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que terminarán por configurar el puzzle inconexo del caos ordenado que se está gestando.
El «efecto mariposa» trasladado a sistemas complejos como la Bolsa de Valores, tendría como efecto colateral la imposibilidad de detectar con antelación un futuro mediato pues los modelos cuánticos que utilizan serían tan sólo simulaciones basadas en modelos precedentes (Teoría de la Inestabilidad financiera de Minsky), con lo que la inclusión de tan sólo una variable incorrecta o la repentina aparición de una variable imprevista provoca que el margen de error de dichos modelos se amplifique en cada unidad de tiempo simulada hasta exceder incluso el límite estratosférico del cien por cien, dando lugar a un nuevo cisne negro (crash bursátil).
Debido a los estímulos económicos para paliar los el impacto de la pandemia (estimados en más de 3 Billones de Dólares), los inversores de EEUU estaban instalados en la euforia (rememorando el boom bursátil de los años 20 que fue preludio del crack bursátil de 1.929), por lo que eran incapaces de percibir el vértigo de la altura.
Sin embargo, la retirada de ayudas por la Fed (tapering), está provocando que los grandes inversores sientan por primera vez el mal de la altura que les llevará a reducir su exposición al riesgo con el consecuente efecto bajista en las cotizaciones de las acciones y subsiguiente revalorización de la Deuda soberana (bono norteamericano), de lo que sería un serio aviso el hecho de que el índice VIX que mide el miedo en los parqués se habría disparado un 8,43%.
Además, la desbocada inflación en EEUU ((tasa interanual del 7% en diciembre), forzará a la Fed a acelerar la subida de tipos de interés del dólar en el 2022 haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta variable y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial, originando una psicosis vendedora que desemboque en el estallido de la actual burbuja bursátil, con lo que se cumpliría la máxima de Galbraiht: “Llegará el día en que el mercado descienda como si nunca fuera a detenerse”.
Dicho estallido tendrá como efectos colaterales la consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente devaluación de las monedas de incontables países para incrementar sus exportaciones y como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daño colateral la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera (Teoría del más tonto).
Finalmente, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras conllevará la subsiguiente contracción del comercio mundial y el posterior finiquito a la globalización económica, no siendo descartable el nacimiento de un nuevo paradigma económico tras el advenimiento de Tercera Ola de la Recesión que escenificará el regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial en el horizonte de la próxima década.
Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.