Francisco Guarner, especialista en aparato digestivo de la Vall d’Hebron, ratifica la credibilidad de un reciente estudio del Weizmann Institute of Science de Israel publicado por la revista Nature, según el cual los edulcorantes artificiales, los sustitutivos del azúcar, provocan el efecto contrario del deseado y tienen efectos en las bacterias del intestino.
Un reciente estudio de investigadores del Weizmann Institute of Science (Israel) Artificial sweeteners induce glucose intolerance by altering the gut microbiota : Nature : Nature Publishing Group advierte que los edulcorantes artificiales (sacarina, sucralosa y aspartamo) pueden provocar diabetes y alteraciones metabólicas relacionadas con el sobrepeso. Es decir, el efecto contrario del que pretenden conseguir. Hablamos con Francisco Guarner, jefe de sección de gastroenterología y aparato digestivo de la Vall d’Hebron. Este especialista en microbiota define la insulina de tipo 2 como “una plaga” en la población mayor de 50 años, recela de los productos light y huye de las decisiones precipitadas en materia de intolerancias alimentarias.
¿Qué dice exactamente el informe y qué credibilidad tiene?
Es un estudio experimental bien hecho que ha encontrado un fenómeno: en edulcorantes artificiales altera la curva de tolerancia a la glucosa en los ratones. Cuando les dan sacarina, aspartamo o sucralosa, tres edulcorantes artificiales, se altera la curva de la glucosa, cosa que no sucede si se les trata con antibióticos. A las ratas que han tomado sucralosa les cogen la microbiota, que son las bacterias del intestino, y las pasan a otras ratas que no han tomado la sucralosa. De algún modo sí se demuestra que en los ratones estos productos hacen un efecto en la microbiota intestinal: que haya resistencia a la insulina, es decir, que la insulina no funcione bien del todo. Tanto la sacarina como el aspartamo o la sucralosa los usamos porque no se absorben, tienen un sabor dulce, bajan por el intestino y no se absorben, por eso se lanzaron en el mercado, dulcifican pero no llevan calorías porque no se absorben. Efectivamente se van para abajo pero allí hacen unos cambios que acaban alterando la función de la insulina.
¿Las conclusiones son aplicables a los humanos?
Esto es muy importante destacarlo, se ha demostrado con ratones, pero para justificar que sirven para los humanos usan tres argumentos: el primero es que han detectado que la sucralosa cambia las comunidades de bacterias en el intestino. La sacarina hace algunos cambios que se parecen a cambios que se han visto en humanos que tienen diabetes de tipo 2, es decir, de resistencia a la insulina, personas que sí tienen insulina pero que no les funciona bien la insulina y por eso tienen diabetes y la glucosa sube Un segundo argumento que utilizan es el resultado de un estudio nutricional en un grupo de 400 personas. En principio ninguno de ellos es diabético, unos toman sacarina y otros no, los que la toman tienen unos niveles más altos de hemoglobina glicosilada, o sea, que cuando sube el azúcar en sangre, parte del azúcar se pega a la hemoglobina y la glucosa en sangre varía. Cuando hay personas que tienen la hemoglobina glicosilada más alta, es decir, más azúcares, más glucosa pegada a la hemoglobina, eso significa que durante el día ha habido momentos en los que el azúcar ha estado más elevado. Los autores del estudio se dan cuenta de dos cosas: que las personas que toman sacarina tienen niveles más altos de hemoglobina glicosilada y que tienen un perímetro abdominal más largo, son un poco más gordos pero de gordura abdominal, que se relaciona con la diabetes de tipo 2 y la resistencia a la insulina. Son datos compatibles pero indirectos porque no demuestran nada, no sabes si por tomar sacarina ha engordado el perímetro abdominal o porque tenían mucho perímetro abdominal han decidido tomar sacarina, en estudios así no sabes donde está la causa y el efecto. Y el tercer argumento deriva de un estudio en humanos: cogen siete individuos, les dan sacarina durante siete días a dosis altas y hacen la curva de tolerancia de la glucosa antes y después. En cuatro de ellos se altera la curva de la glucosa, ahí se demuestra que con sólo siete días de tomar sacarina la curva de la glucemia (concentración de glucosa en la sangre) tras una carga oral de glucosa es anormal, estas personas demuestran resistencia a la insulina, esto pasa en cuatro de siete individuos. Es el tercer argumento que esgrimen para defender que estos estudios son aplicables a humanos.
El gran titular con el que se ha quedado la prensa es que este estudio demuestra que la sacarina favorece la diabetes y el aumento. ¿Se puede afirmar con esta rotundidad?
Hay que hacerlo con precaución, hay que decir ‘cuidado’, que la sacarina podría afectar, sobretodo a la diabetes de tipo 2. Con el peso han hecho menos estudios, sólo han visto que los que toman sacarina tienen más cintura que los que no lo toman en un grupo de 400 personas, que es importante, lo que pasa es que en este grupo de 400 personas una de ellas estar tomando sacarina porque se ves muy gorda.
¿La sacarina es peor que el azúcar?
Para mí sí, el único objetivo de tomar sacarina es tomar un edulcorante que no vaya a afectar la glicemia y el peso, son dos objetivos que es probable que no sean verdad, por tanto no vale la pena tomarla. ¿Por qué toma alguien sacarina? Porque no tiene calorías y para que no le suba el azúcar, porque la sacarina no tiene glucosa, el azúcar normal y corriente sí aunque poca, a no ser que te pongas cuatro cucharadas. Digo a la gente que no vale la pena tomar sacarina, no hay datos definitivos porque es un estudio en animales pero está bien hecho y publicado en una revista que no se suele equivocar.
¿Eso significa que nos han estado engañando durante mucho tiempo?
Lo han basado en el concepto siguiente: cuando comemos cosas, pasan por el intestino delgado, que es donde se absorbe todo. Cuando comes algo que no se absorbe es porque no lleva calorías pero no piensas que cuando llega al intestino grueso, donde se absorben pocas cosas, puede haber unos cambios que tengan repercusión. Es como en los años 50 y 60 cuando la bioquímica comprendió que lo que vale y nos alimenta es lo que se absorbe en el intestino delgado y lo demás es despreciable. Pero luego se despreciaron también las fibras, alimentos que no nos sirven para nada pero que llegan y son útiles para la flora intestinal. En el pasado hubo la tendencia de quitar fibras y después llegó la arteriosclerosis, el cáncer de colón….en los 60 la ciencia veía las cosas de un modo, no le importaba qué pasaba en el intestino grueso y ahora nos damos cuenta de que este órgano es importante.
¿Hasta qué punto la diabetes se puede reducir con una mejora de los hábitos alimentarios?
No es una enfermedad genética ni transmisible sino que es resultado de malos hábitos, puede haber una predisposición pero no una determinación, viene por malos hábitos alimentarios.
¿Debemos desconfiar de los productos y las bebidas light?
No hay que desconfiar pero hay que fijarse bien en su fórmula, a veces estas cosas no son exactamente lo que prometen. El problema es que se basan en que es una sustancia que no se va a absorber porque no tiene calorías pero como llega a la microbiota, a lo mejor sí tiene consecuencias en las bacterias de los intestinos. Hay que tener en cuenta la composición. Tengo dudas de que todo esto de los productos lights sea eficaz, pero depende de las fórmulas y procedimientos y no los conozco al detalle.
¿Es verdad que es más saludable el azúcar moreno que el blanco?
Sí, porque está menos purificado. Tiene un sabor dulce igual pero al estar menos purificado tiene menos proporción de calorías, de glucosa
¿Hay más interolancias alimentarias que antes o hay las mismas y simplemente ahora sí se descubren?
Sí, ahora tenemos mejores instrumentos diagnósticos para estudiar los trastornos relacionados con el gluten y podemos precisarlos muy bien. Hay algunas intolerancias alimentarias difíciles de determinar porque no tenemos datos objetivos. Ocurre que a cualquiera de nosotros un mismo alimento en días distintos nos sienta de manera distinta. No es lo que hemos comido concretamente sino las circunstancias, el momento de estar más o menos relajados, cómo entra el alimento en el intestino y qué síntomas nos da. Necesitamos marcadores objetivos para dar buenos consejos. Con el gluten tenemos buenos marcadores objetivos y sabemos aconsejar lo que conviene.
¿Descubrir y saber cómo tratarlas está relacionado con una mejor calidad de vida y una mayor longevidad?
Exactamente. El problema está en que tú vengas y yo te diga: “No tomes gluten”, porque a ti un día no te han sentado bien unos espaguetis. Y te lo digo sin haberlo controlado. Y te fastidio para toda la vida. Hay profesionales de la salud que toman decisiones radicales y te dicen: “No tomes lactosa” o “No tomes gluten”, y te están privando de alimentos que tienen mucha riqueza. En cambio, si veo que tienes, por ejemplo, intolerancia a la lactosa porque tengo marcadores objetivos sobre ella, te puedo aconsejar que no te conviene la leche con lactosa, o te puedo dar un consejo más firme. Pero la arbitrariedad no sirve.