Esther Vivas (Sabadell, 1975) es periodista, socióloga e investigadora en políticas alimentarias y agrícolas, además de todo esto es activista social y forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Vinculada a diversas plataformas sociales desde los años 90, colabora últimamente con las presentaciones que el movimiento Procés Constituent, creado por Arcadi Oliveres y Teresa Forcades, realiza por toda Cataluña.
Las Naciones Unidas -la FAO (Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación)- ha propuesto recientemente comer insectos para combatir el hambre en el mundo. El ministro de Agricultura español, Arias Cañete, lo aprueba aunque habla de recurrir a otras fuentes, como el mar. ¿Estas propuestas qué buscan?
No son soluciones nuevas. Vivimos en un mundo al revés. Los derechos básicos se han convertido en un privilegio para la mayoría de las personas. Hay una gran abundancia de comida, de servicios, de transportes, de viviendas…en general de todo. Pero esa abundancia, sirve para mercantilizar esos mismos derechos. Vemos como cada dia, los supermercados tiran a la basura toneladas de alimentos y como un buen número de personas se ve obligada a recoger esos alimentos de la basura para poder subsistir. La FAO sólo lanza una propuesta, que en Occidente quizás no se entiende bien por cuestiones culturales. Más de dos mil millones de personas comen habitualmente insectos en Asia, África o América Central, por lo que tampoco pasaria nada por consumirlos. Pero creo que el debate propuesto por la FAO no es éste. El debate que se debe iniciar es cómo repartir mejor la abundancia de alimentos. Hay comida suficiente, pero está en manos de multinacionales, que anteponen sus intereses económicos a las necesidades de las personas. Así, sin dinero no hay acceso a la comida. Es una especulación que provoca hambre y que sólo puede acabar si las políticas agrícolas y alimentarias son justas y democráticas.
Otra especulación financiera que ha provocado desigualdades en nuestro entorno, han sido las preferentes. La Justicia ya ha admitido querellas por esta cuestión, ¿Se solucionará algo? ¿Se recuperarán los ahorros?
El discurso oficial sobre las preferentes es un discurso cómplice de esa estafa. Los poderes económicos, con el apoyo de la mayor parte de la clase política, quieren salvar sus privilegios pasando la factura de la crisis a la mayoría de la población. Bancos y constructoras participan de un negocio que sólo ha servido para endeudar familias y tenerlas sometidas económicamente. La impunidad con la que se mueven es total. Los bancos son rescatados a cambio de dejar a personas sin casa e hipotecadas de por vida. Esta crisis ha resultado ser un gran negocio para ellos. Se ha multiplicado el número de pobres y ha aumentado el de millonarios. Este sistema permite eso, y que se eche a gente de sus casas mientras hay miles de viviendas vacías. Se abandonan y se intentan olvidar a las personas estafadas por las preferentes y el dinero de la “troika” va directo a la banca. Así sólo se genera más injusticia y más desigualdad.
El conseller de Interior de la Generalitat, Ramon Espadaler, ha pedido perdón a las víctimas de las pelotas de goma disparadas por los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra, pero también ha dicho que se seguirán usando. ¿Está sirviendo la actuación policial para debilitar la protesta ciudadana?
Las instituciones están cada vez más cuestionadas. La gente ve de forma clara, y cada día, el vínculo que hay entre crisis y estafa. Y a partir de aquí, se produce un enfrentamiento entre la legalidad, que defiende el sistema, y la legitimidad de las protestas. La crimininalización de las protestas no sirve. No tiene efectos. Como ejemplo, podemos hablar que más de un 70% de la población muestra su apoyo a acciones como los escraches. Pero la otra cara de la política de los recortes, es la política de la porra. Gobierno y Generalitat aumentan el gasto en las partidas presupuestarias dedicadas a cuestiones de seguridad ciudadana, mientras recortan en otras que afectan directamente a los derechos básicos. La represión es un arma recurrente para mantener el orden social que mantenga su sistema. Quieren imponer el miedo, pero la gente no se calla. La violencia institucional es hoy una estrategia del poder para crimininalizar a los que luchan.
Ha aumentado el número de detenidos en manifestaciones o concentraciones. Además, las peticiones de pena para estos detenidos por parte de la Fiscalia se han incrementado. ¿Qué te parece que buscan los poderes públicos con este endurecimiento penal?
Simplemente aplicar con cada vez más fuerza una política basada en el miedo. Se pide más pena en casos que antes se liquidaban como simples juicios de faltas. Es una estrategia típica del poder en épocas de conflictividad social. Se busca aislar a los que protestan de forma legítima, criminalizando esa lucha y usando un discurso de seguridad ciudadana que oculta la violencia que el sistema ejerce sobre los críticos y que les sirva además de marketing electoral. El poder, como se ha visto en Catalunya con el gobierno de CiU, quiere que se tenga miedo a la hora de manifestarse, que uno piense que le pueden detener, multar o resultar herido. Aunque creo que cada vez les resulta más difícil hacer esto por el amplio apoyo que la protesta y la crítica tienen en la opinión pública. Es preocupante comprobar que cuánto menos estado social y del bienestar tenemos, el estado punitivo y penal crece. Es una muestra de la debilidad de los gobiernos y me preocupa que ahora sea habitual ver como mucha gente que lucha por un sistema más justo y democrático esten imputadas o hayan sufrido lesiones por la represión policial.
¿Hacia dónde conduce esta protesta iniciada con la eclosión del 15M?
El futuro no está escrito. No sé a dónde nos llevará, pero de momento ha servido para que el sistema quede totalmente deslegitimado para dar lecciones de democracia. El mayor logro del 15M, de todo el movimiento indignado ha sido el de cambiar la percepción del mundo impuesta por los gobiernos, la banca o instituciones, como el FMI. Como decía antes, la represión y la violencia de Estado es un síntoma claro del temor de los de arriba. Comienzan a tener miedo, pero los cimientos de su poder son fuertes. Hay que tener claro que lemas como el “se vayan todos” en Argentina, no sirven porqué volvieron los mismos de siempre, con la familia Kirchner al completo. O ahora en Islandia, hemos visto cómo después de una revuelta social y de una nueva constitución ciudadana, vuelve la derecha al poder. Si no somos capaces de construir, entre todos, un nuevo instrumento político y social desde abajo seguiremos siendo mercancía en manos de políticos y banqueros. Pero sería un gran error crear un partido político sobre las bases del 15M, pienso que en este movimiento se debe mantener la independencia y la pluralidad.
A muchos analistas internacionales les sorprende que con unos datos económicos tan malos y con más de 6 millones de personas en paro, no haya una protesta más masiva.
Por un lado la situación genera desánimo en mucha gente, sobre todo entre los más jóvenes, o en gente que cree que, por su edad, ya no volverá a encontrar trabajo. Pero por otro lado, esta misma situación impulsa a la lucha a mucha gente. Sin trabajo, sin casa y sin miedo. Creo que vivimos en un momento de cambio, y como se ha visto, por ejemplo, con la Primavera Árabe, de la protesta ciudadana al cambio de régimen hay un paso. Las ganas de justicia y democracia están creciendo en todo el mundo, la sociedad está cansada de estar sometida a los intereses de unos pocos.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.