Cruzamos el río en una especie de canoa hecha con el tronco de un árbol alargada y muy estrecha, en la que a penas puede uno sentarse. A cada momento, amenaza con desestabilizarse y volcar. En la orilla opuesta, hacia donde nos dirigimos, hay un poblado de la etnia de los dassanech, nombre que podría traducirse como “la gente del delta”. Estamos al norte del lago Turkana, en el sur de Etiopía, muy cerca de la frontera con Kenia. Es una zona árida y desértica, con escasez de agua, lo que hace todavía más difícil la vida de estas gentes.
El poblado en sí está formado por unas cuantas cabañas con forma de semicírculo, construidas con palos y paja. Son cabañas sin divisiones interiores, con una pequeña apertura de entrada. Alrededor no hay nada. Sólo tierra seca, polvo y miseria. La primera impresión que produce la visita a esta aldea es la de una pobreza extrema, insultante, vergonzosa en pleno siglo XXI..
Los dassanech tienen el triste privilegio de ser una de las etnias más pobres del continente africano. Viven al norte y al noreste del lago Turkana. Se cree que llegaron aquí desde Sudán hace unos 200 años huyendo, probablemente, del hambre y la sequía, situación que desgraciadamente no ha cambiado mucho para ellos con el paso de los años. Son, aproximadamente, unos 25.000 individuos, buena parte de ellos nómadas: trasladan sus poblados y al ganado en busca de agua, siguiendo el dictado que imponen unas condiciones climatológicas muy adversas. Durante las migraciones, las mujeres son las que se encargan de recoger y reconstruir las casas en el nuevo emplazamiento.
Aunque tradicionalmente se han dedicado al pastoreo, cada vez son más los que practican actividades agropecuarias: la aridez de la tierra en la que habitan les ha obligado a cambiar poco a poco su ancestral forma de vida. Ahora, muchos de ellos se dedican de noche a la caza del cocodrilo en las aguas del lago turkana, una práctica peligrosa cada vez más arraigada ante la escasez de comida: con un cocodrilo pequeño puede comer una familia entera durante varios días.
Los dassanech son unos guerreros muy temidos por sus adversarios y están divididos en varios clanes. Todos ellos creen tener poderes, unos curativos, otros sobre el agua…. También, todos, comparten el gusto por los abalorios confeccionados con objetos tan diversos como un trozo de correa de reloj de pulsera para adornar la frente, plumas de aves en la cabeza o diademas hechas con chapas de botellas de refresco. Aquí todo tiene alguna utilidad.
Tanto a los niños como a las niñas se les practica la circuncisión. En el caso de las niñas, se trata de algo fundamental para poder casarse y para que el padre pueda pedir una buena dote por ella. La ceremonia reúne a varias niñas de entre 10 y 12 años y la persona encargada de la operación es una mujer mayor. Cuando termina el ritual, se le da a la niña de beber leche agria y un collar de su madre, como recuerdo de ese decisivo día en su vida.
En cambio, el paso a la madurez de los hombres se celebra a una edad muy tardía, casi a los 30 años. Durante esa ceremonia, se visten y se adornan como las mujeres
Otro ritual importante en la vida de los hombres adultos es la ceremonia para celebrar y bendecir la fertilidad y el futuro matrimonio de su hija, una fiesta en la que se sacrifican animales y termina con bailes tradicionales.
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