Están bailando una danza tradicional o Evangadi. Las mujeres, cogidas de la cintura formando un semicírculo, cantan. Enfrente, están los hombres dando saltos con las piernas juntas. Ellas se cubren el cuerpo con una simple piel de vaca, llevan el pelo peinado en trencitas de un tono rojizo por la grasa animal mezclada con arcilla roja que se han aplicado en el cabello, lucen cintas de colores en la frente, botones en las orejas a modo de pendientes y collares hechos con conchas de color blanco. Ellos visten una especie de falda y una camiseta de un color concreto que les identifica con un determinado clan. Algunas de estas mujeres son muy guapas mientras que los hombres son altos y musculosos.
Estamos en una aldea hamer, la etnia más numerosa del sur de Etiopía, que ocupa las tierras del sudoeste del Parque Nacional de Mago, cerca de la frontera con Kenia. El poblado, situado en una zona semiárida y polvorienta, está formado por unas cuantas chozas de paja. Hay muchas mujeres y niños y unos cuantos hombres. Ante nuestra improvisada visita, los adultos nos honran con una danza tradicional mientras los más pequeños nos miran con una divertida curiosidad.
Los hamer son una de las tribus más “ricas” del sur del país, gracias a su cabaña de ganado -vacas, cabras y ovejas-, aunque también se dedican a la agricultura, sobre todo, al cultivo de sorgo y alubias.
Son célebres entre sus vecinos por la ceremonia del “ukuli”, más conocida como “salto del toro”, con la que celebran el paso a la pubertad de los jóvenes. Este ritual de iniciación dura tres días, aunque el más importante es el último. La ceremonia consiste en alinear varias vacas. Después, el joven en cuestión, desnudo, corre hacia los animales, salta sobre la espalda del primero y comienza a correr sobre ellos. Si se cae, es un símbolo de mala suerte.
Si bien la ceremonia del “salto del toro” es la más conocida, los hamer celebran otros ritos fruto de sus creencias religiosas tradicionales con prácticas que están relacionadas con los espíritus de sus antepasados.
Para esta tribu, como para muchas otras repartidas por todo el planeta,el respeto a los mayores es fundamental. Entre los hamer, los hombres casados –donza-, sobre todo los de más edad, son los que toman las decisiones más importantes que afectan a toda la comunidad. Y también, como para muchos otros grupos étnicos, los mercados semanales son ese espacio de encuentro y de relación social más allá de la compra-venta de productos. Eso sí, un espacio en el que las mujeres se relacionan entre sí por un lado y los hombres por otro.
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Periodista.