Una reseña sobre Palabras contra el olvido (Lucha en las cárceles del franquismo 1968-1977) de David Beorlegui Zarranz y Carmen Ochoa Bravo (Coords. y eds.) Ed. La oveja roja 2024, que recoge toda clase de experiencias carcelarias.
La visita de un grupo de amigos, antiguos presos políticos durante al tardofranquismo, a la prisión de Segovia donde los seis coincidieron, el último día en que la estructura de la prisión se mantendría como tal antes de pasar a ser un Centro Cultural en marzo de 2011, da pie a este libro que pretende reconstruir su pasado militante, desde su incorporación a la lucha antifranquista en la década de los sesenta y su paso por las cárceles de la dictadura hasta su salida en libertad entre 1976 y 1977, aunque bien pudieron haber salido antes de haber fructificado alguno de los intentos de fuga en los que participaron.
El libro tiene dos partes, no sé complementarias porque suman información redundante y un pequeño apéndice fotográfico. La primera, desde mi punto de vista la más atrayente, recoge horas de conversación de cinco de los seis protagonistas de esta historia, estructuradas a partir de un guión propuesto por los entrevistadores, más temático que cronológico. No se trata propiamente de un ejercicio de historia oral sino de testimonio plural, recogido bastantes años después de los hechos que se recuerdan, en los que seis memorias individuales, proclives siempre a la traición, se enfrentan entre sí para reconstruir un relato común que comienza en las sucesivas incorporaciones a la lucha clandestina y culmina con la salida en libertad tras la muerte del dictador después de una larga experiencia carcelaria, con un pequeño epílogo sobre su evolución posterior. El lenguaje coloquial, acertadamente reproducido por los editores, le otorga al texto una frescura acentuada por los inevitables saltos temporales que una discusión de este tipo genera porque los hilos tiran de los hilos. La segunda parte reúne seis pequeñas autobiografías que responden al mismo guión planteado en la charla por lo que las repeticiones resultan inevitables, aunque permiten descubrir los diferentes subrayados que hace cada uno de los protagonistas de unas historias comunes y conocer la aportación de Xavier Armendáriz, que apareciendo en la foto de 2011, no llegó a participar en el encuentro que dio pie al libro. La narración es dinámica, con momentos hilarantes en los que el humor se impone a situaciones dramáticas como la detención, la tortura o las primeras experiencias carcelarias que la inmensa mayoría sufrió antes de cumplir los veinte años.
Una de las cualidades del libro reside en los diferentes orígenes de los protagonistas que provienen de dos universos muy diferentes y a la vez emblemáticos de la disidencia contra la dictadura en el tardofranquismo fuera de la órbita del PCE: el ámbito del nacionalismo vasco conservador y antifranquista que acabaría desembocando en la lucha armada de ETA y los ambientes universitarios influenciados por las corrientes de la nueva izquierda surgidas del mayo francés.
En el primer capítulo, De donde vengo, las conversaciones reconstruyen el proceso de politización que en aquellos que provienen del nacionalismo vasco comienza en el entorno familiar donde se trasmite una defensa de la identidad nacional y la cultura vascas reprimidas por el franquismo y en los otros dos en las luchas universitarias. En los seis casos, sin embargo, se produce en algún momento una ruptura más o menos radical con la tradición familiar (los cuatro de origen vasco optan por la actividad armada en ETA) aunque en el caso de Enrique Guesalaga, Kinki,, cuyo padre era militante comunista, adoptase cierta forma de bucle:
“Quizás por eso, no sé si es por rebelión ante tanta chapa comunista…yo empiezo a hacer actividad antifranquista, sí…pero en el Partido Nacionalista Vasco”
La diferente evolución de los dos grupos que acabarían convergiendo en una sola organización, LCR-ETA VI, que se declaraba comunista, se subraya con una ponderada reflexión de Sabin Arana:
Recuerdo de esa época una preocupación que nos surgió a medida que íbamos leyendo más cosas sobre temas sociales: “¿Y si nos volvemos comunistas?” Y también recuerdo mi respuesta. “Si nos lo dicta nuestra conciencia, Dios lo entenderá”.
Experiencias carcelarias
El capítulo de las detenciones, múltiples, hasta la definitiva que les llevaría a prisión, siendo estremecedor en los relatos, sobrios, de las torturas y de las estrategias que se utilizaron para soportarlas o esquivarlas sigue provocando sonrisas inesperadas por las anécdotas jocosas con que ahora los aderezan. Sabin Arana, que era responsable de ETA en la provincia de Álava en 1968, en un intento de alargar los interrogatorios para esquivar la tortura sin delatar a los compañeros de organización echa mano de un peculiar ingenio:
Yo en la época de Navarra había tenido noticia de un cura de Pamplona que era abertzale, al que habíamos tanteado y no había tragado; que se sentía vasquista pero no quería líos…Me digo: “no está en contacto con nadie, no está metido en nada pero entre que van, lo detienen, le dan de hostias y no sé qué…me da tiempo”. Y así fue.
No todos echaron mano del ingenio. Chato Galante decidió provocar a los interrogadores para que perdieran los estribos y lo dejaran fuera de combate:
En esta detención es en la que cuando me tenían enganchado en un radiador, al que me esposaban de vez en cuando para que me sacudiera el personal según pasaba, un idiota, haciéndose el poli bueno, me soltó y le di con la máquina de escribir. Me dieron un palizón (hasta perder el conocimiento).
Sin embargo no siempre estos recuerdos se sobrellevan con el mismo humor:
Me volvieron a llevar a la DGS. Yo muy desmoralizado por haber firmado y ratificado la declaración. Y continúan interrogándome.
Sólo Josu Ibargutxi, al que le explotó el artefacto que acababa de colocar cuando volvió para intentar retrasar el temporizador y Enrique Guesalaga que fue herido de bala en su detención evitaron pasar por comisaría al ser trasladados a hospitales penitenciarios.
De la cárcel a la segunda fuga
Los capítulos nucleares de libro, en mi opinión, son los que vienen después, desde La cárcel a La segunda fuga.
En los primeros se van entretejiendo las diversas experiencias carcelarias en un trote continuo que les acabará llevando a Segovia después de pasar por diferentes prisiones y penales y el proceso de formación, estudio y decantación ideológica que todos reconocen haber vivido en aquellos años entre rejas. En palabras de Sabin Arana:
Siempre recordaré esa cárcel como una etapa importante y enriquecedora en mi vida.
La cárcel es universidad y frente de lucha. Los presos políticos se organizan en comunas que uno de los editores describe como “redes de fraternidad y autoayuda entre presos” que no siempre logran aglutinar sin conflictos las diferentes sensibilidades políticas pero que permiten una interlocución colectiva con las respectivas direcciones. Las protestas, plantes y huelgas de hambre, se producen por demandas de mejora de las condiciones carcelarias o en respuesta a determinados acontecimientos políticos o represivos. La más larga, llevada a cabo entre agosto y septiembre del 75 enlazó las protestas contra los traslados a otras prisiones que provocó el primer intento de fuga con las que se organizaron en otras cárceles por las cinco condenas a muerte de septiembre del 75 y combinó huelgas de hambre y sed. De nuevo el humor para relatar sucesos sombríos después de llevar 2º días de huelga de hambre y seis de hambre y sed:
Estábamos tú, yo y él (Bisigu) porque fuimos los primeros que nos llevaron a las celdas individuales de abajo, al lado de la enfermería porque nos querían poner suero. Se puso el Bisigu a hacer el pino, para demostrar que no, que estaba muy bien, se mareó y se metió una hostia…
En las cárceles se tiene tiempo para leer, discutir y debatir y de manera inaudita se logran introducir libros prohibidos en el exterior y materiales clandestinos de las diferentes organizaciones y a la vez sacar desde la cárcel textos que tendrán una influencia grande en los debates exteriores como la Carta de Burgos de ETA VI. La evolución ideológica irá acercando a los dos grupos, LCR y ETA VI que acabarán fusionándose en torno al trotskismo. Chato Galante recuerda como recibió a los nuevos camaradas al llegar a Segovia:
Imagínate en el talego dos reuniones de célula por semana…Ahí estábamos, ¿no?, con la ventaja de que eran trotskos, pero no hablaban trotsko, como los madrileños.
Y también hay tiempo para poner en práctica el axioma de que el deber de todo revolucionario preso es intentar la fuga. 1974 es un año convulso que incide en el ánimo en el interior de la cárcel:
Después de lo de Portugal y con la primera enfermedad grave de Franco, te haces a la idea de que esto tiene un final, y que salgas, no con cachaba sino con ganas de luchar.
A final de año, en la prisión de Segovia un preso de la organización descubre un retrete tapiado junto a las duchas que ofrece un habitáculo ciego desde donde iniciar la excavación de un túnel. Como el proyecto es de mucha envergadura se requiere el apoyo de los presos de ETA PM para conseguir una masa crítica que permita ocultar durante ocho meses los trabajos de excavación que les llevarán, por la red de alcantarillas hasta el exterior. Enrique Guesalaga llegó a salir de la prisión para realizar unos croquis. Pero el 30 de Julio de 1975, cuatro días antes de la salida prevista, la policía detiene a un comando de ETA pm con el plan de fuga y las fotografías tipo carnet de los 58 presos que pretenden evadirse y todo se viene abajo. No hay chispas de humor en los recuerdos compartidos de esos días:
El fracaso de la fuga fue frustrante, no solo por la libertad personal, sino porque ya hablábamos como revolucionarios profesionales, o nos lo creíamos. Y después de la fuga viene el batacazo, el coletazo del franquismo con los cinco fusilamientos.
Pero a pesar de la frustración la fuga vuelve a intentarse. Contra toda lógica la dirección de la cárcel no tapia el túnel después del primer intento y opta únicamente por soldar los barrotes de la reja final de la alcantarilla exterior. En ese caso es ETA pm la que planea un nuevo plan de fuga utilizando el mismo túnel y la dirección de LCR-ETA VI se opone a participar. Hay sombras en los recuerdos de las discusiones que se produjeron dentro de la cárcel en torno a esta decisión pero todos coinciden en criticarla. Lo cierto es que cinco militantes, entre ellos Guesalaga e Ibargutxi, deciden sumarse al intento. La historia es conocida pero los relatos que se entrelazan en el libro resultan estremecedores, porque la fuga se realizó con éxito y el camión que llevaba a los fugados los dejó a pocos kilómetros de la frontera francesa donde por un error de los mugalaris (baqueanos) que debían ayudarles a cruzarla y la niebla, la fuga se frustró:
Posteriormente se ha realizado el trayecto que había entre el punto donde bajamos del camión y el pueblo de la parte francesa al que nos tenían que dirigir y se ha tardado 20 minutos…
Guesalaga había perdido otra oportunidad en 1969 en la cárcel de Basauri. Entonces la fuga tuvo éxito pero a él lo trasladaron de prisión varios días antes de que se llevara a cabo. La utopía camina, pero siempre unos pasos por delante. Resulta una paradoja la reflexión de Gus, que sale de prisión sólo un mes después del último intento fallido, por los indultos que se sucedieron después de la muerte de Franco:
Yo salí con una tristeza que sin duda fue debida al fracaso de la fuga y de la detención vuestra, era como una espina que tenía ahí.
En abril de 1977 todos los protagonistas de este libro, Xavier Armendáriz (Jula), Miguel Ángel Gómez (Gus), Chato Galante, Josu Ibargutxi, Enrique Guesalaga (Kinki) y Sabin Arana, están ya en libertad pero incluso los multitudinarios recibimientos que muchos de ellos experimentan en sus localidades de origen rezuman un extraño desconcierto que se resume bien en el título del último capítulo: La salida: de lo soñado a lo vivido.
El acierto de este libro se resume en un hecho luctuoso. Dos de los protagonistas y uno de los entrevistadores han muerto sin ver sus reflexiones en formato libro. Es bueno fijar las palabras contra el olvido antes de que se apaguen.
Juan Retana es licenciado en Historia contemporánea y escritor. Su último libro es «22 de septiembre San Fermín» (Ed. Pamiela 2018), una novela sobre los sanfermines de 1978.
*Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/palabras-contra-el-olvido-un-gran-libro