Otro desahucio más. Otra casa vacía, y otra familia sin recursos en la calle. Justo un día después de que en el programa “El matí de Catalunya Ràdio”, se anduvieran a la greña el actual secretario del Habitatge de la Generalitat de Catalunya, el señor Carles Sala, y el ex conseller de Medi Ambient i Habitatge, el señor Salvador Milà, sobre la cantidad de pisos de protección oficial vacíos (o “en proceso de adjudicación”) en Catalunya. Justo un día después del cruce de acusaciones, la noticia es que los desahucios han dejado, en la actualidad, de ser ‘noticia’: cinco familias en la calle Sant Pau, otra en el barrio de Sant Andreu…

A las nueve de la mañana del día 28 de septiembre, irrumpían en los bajos de la calle Marín, número 28 -tras romper la puerta con un ariete-, los Mossos d’Esquadra, como “una manada de caballos desbocados”. Gabriel, su mujer y sus hijos menores estaban dentro, puesto que las cinco furgonetas de antidisturbios habían aparecido una hora antes, impidiendo llevar a los niños a la escuela. Es la nueva ley. Las escenas que se vivieron no merecen otro calificativo que traumáticas: hombres uniformados como máquinas y altos como castillos, deteniendo y esposando a Gabriel que, en un inútil (pero justo) esfuerzo por resistirse, fue apresado por el cuello; la asfixia le hizo perder el mundo de vista, desvaneciéndose por unos instantes. Su hijo de once años, aquejado de epilepsia, sufrió un ataque. Seguir describiendo lo ocurrido, innecesario.

Sin aviso judicial previo, en una actuación que la Associació 500×20 considera que persigue evitar la solidaridad y resistencia de las entidades que prestan su apoyo a las familias bajo amenaza de desahucio, la familia de Gabriel abandonó el que ha sido su hogar en los últimos tres años. Con el fin de rendir cuentas de los posibles daños físicos sufridos, los vecinos de Nou Barris que pudieron acudir a la calle Marín, llamaron al 061. La ambulancia trasladó al Hospital de la Vall d’Hebron a Gabriel, que se encontraba bajo un lógico ataque de ansiedad. Una vecina de las que acudió a la llamada de socorro, no pudo contener su rabia y ante los agentes antidisturbios que franqueaban el portal de la vivienda, les recriminó: “¿Qué necesidad teníais de utilizar la violencia? ¡Podríais hacer vuestro trabajo, pero con dignidad!”.

LA ENTREVISTA, DOS DÍAS ANTES

A la luz de los acontecimientos ocurridos dos días antes de su realización, la entrevista adquiere, por una parte, el tono de una fatal profecía y, por otro, el pálido reflejo de una ingenuidad desconfiada. La entrevista a Gabriel tuvo lugar en el que, por entonces, era el comedor de su casa. Un lugar en las penumbras, a pesar que afuera aún brillaba la luz del día. Las persianas siempre permanecían bajadas, en un gesto vano de mantenerse ocultos. “Sí, porque hay quien no le agrada que la gente esté de ‘okupa‘… Lo ven como que no tenemos derecho a nada… Aunque hay de todo. Hay gente que lo ve bien, lo entiende, y gente que lo ve mal. Es como el chiste aquél: un hijo y un padre que iban montados en un burro. Y uno que los ve, les dice: “¡que lo estáis matando!”. Y se bajan. Entonces, al cabo del rato, otro les ve y les dice: “Seréis tontos, tenéis el burro y vais andando”. O sea, que hay opiniones para todo”, cuenta Gabriel.Sobre la mesa, deja un libro que estudiaba antes de nuestra llegada; el título, “Preludio al Armaggedon: Una cronología de los hechos que precederán a la última batalla en el mundo”.

¿Cuál era la situación antes de que entrarais a vivir aquí?

Este piso estuvo cerrado, vacío, durante seis años. Nosotros vivíamos con mi suegra y hay un refrán que dice “quien se casa, casa quiere”. Tengo tres hijos pequeños, a mi suegra le dio una parálisis: cuando ve mucho alboroto, no lo puede llevar. Este piso estaba cerrado hace ya tiempo y optamos por entrar. Se metió bastante gente en esta finca, y me dijeron que este piso estaba medio abierto, y me dije: “Pues entremos”. Y ahora llevamos casi tres años.

¿Cómo entraron? ¿De patada en la puerta?

No rompimos la cerradura ni mucho menos. Fue con una tarjeta que abrimos la puerta.

¿Y en el piso había vivido alguien alguna vez o estaba por estrenar?

No, no había vivido nadie. Este piso lo tenían preparado para gente necesitada, o sea que no se lo daban a nadie porque decían que… Este año nos ha pasado de todo.

¿Y el propietario del piso quién es?

ADIGSA.

En estos tres años, ¿cuándo recibisteis noticias de ADIGSA?

A los siete u ocho meses. Nos mandaron un par de cartas, con toda la documentación del piso conforme teníamos que pagar unos 150 euros, que era lo que se pagaba según lo estipulado en alquiler. Fuimos a pagar y nos lo denegaron. No quisieron.

Les envían los papeles explicándoles que deben pagar esa cantidad de dinero en concepto de alquiler, y cuando fueron a pagar…

Nos lo rechazaron.

¿Qué sentido tiene eso?

Nada. Nos cobraron 500 euros, porque decían que la puerta o no sé… Y yo les decía que no habíamos roto nada. No hemos hecho nada. Bueno, pues esos 500 euros se los quedaron ellos.

¿Tiene los recibos?

Creo que sí, que los entré por el banco. Y no nos negábamos a pagar… Pero no nos lo admiten. Dos veces hemos ido a ADIGSA y nada… Yo les dije: “Miren, sé que este piso no es mío. No me pertenece. Por lo tanto, denme otra opción, pero no me dejen en la calle. Denme sitio donde quieran ustedes, en Barcelona o dónde sea. Una casa de segunda o tercera mano, que a mi no se me caen los anillos por arreglar una casa. Pero no me dejen en la calle, por favor, que yo sé que ustedes tienen casa por todos los lados”. Ellos dicen que estamos en precariedad. Que no tenemos opción ninguna. Hemos echado la solicitud en el Habitatge durante cinco años, llevamos la documentación del niño de 11 años que está enfermo (le dan ataques de epilepsia),… Durante un año llevando papeles… No se sabe cuántos papeles hemos podido llevar…

Y nos dijeron que por menos de 500 o 600 euros, nada. Que no nos daban un piso.

No entiendo que si en esta finca los alquileres son de unos 150 euros, les pidan 600…

El Habitatge. Ahí nos dijeron en nuestra cara, que se reían, y que por menos de 500 o 600 euros, nada. Y yo: “Pero oiga, que el problema es éste… Que por 600 euros no hace falta que me lo dé usted, ya me lo busco yo por ahí… Y más barato…”.

¿Y los juicios?

Hicimos un juicio y le dijimos al juez que teníamos una orden de la Síndic de Greuges que nos daba la razón, que teníamos derecho a un piso de emergencia. Pero ya sabes que lo que dice la Síndic es papel mojado. Luego hicimos otro juicio. Y en el último, que hicieron un dictamen sin estar presentes; ni nos llamaron ni nada. Hicieron el juicio ellos; se lo guisaron y se lo comieron, como se dice vulgarmente. No nos llamaron para nada.   fue la abogada de oficio que no nos defendió nada. La abogada nos llamó por teléfono y nos dijo de todo menos bonitos. Con abogados así, prefiero tener enemigos, oiga. Yo creo que la untaron, porque otra cosa… Nos dijo: “Es que tienen que salir del piso, porque el piso no es de ustedes”…

¿Eso le decía la abogada?

Sí. y digo: “pero bueno, ¿no estás para defenderme? No me has llamado para ir al juicio, y después de cuatro o cinco meses, ¿me llamas para decirme esto, que yo me salga del piso? Vete tú debajo de un puente, porque yo tengo tres hijos y no tengo que irme, como hace cincuenta años, aunque sea gitano, debajo de un puente. No, no estamos en esa ley. Ni estoy en un país tercermundista. Creo que estoy en un país democrático”.

No le llamaron al juicio…

No, no, no nos llamaron. Para nada. Entonces se lo expliqué a ADIGSA, cuando vinieron aquí con cuatro o cinco furgonetas de esas grandes grandes de los mossos d’esquadra. Pensé: “Vaaale, que esto es la guerra… Venga, que somos terroristas”. Como terroristas nos trataron.

Con todo ese despliegue, y no consiguieron sacaros.

No. Nos dijeron: “Que vengan los que están metidos en el piso”. Y les dije que hasta que no vinieran los dirigentes, nada. Llamé a los de la asociación de 500×20, y me acompañaron. Y le dije a ADIGSA que la abogada no nos había avisado antes del juicio, y había hecho un dictamen sin estar nosotros presentes. ADIGSA cogió y se marchó. Y de esto hace unos cinco meses.

Y estamos esperando que vuelvan con otra orden, y a ver qué pasa. Dicen ahora que a uno de la Generalitat se le ha escapado de las manos lo de tener tantos pisos cerrados. Claro, si usted este piso lo tiene tabicado -como hay dos o tres pisos en esta finca-, tiene que pagar por tenerlo ahí vacío. Si hubiera gente viviendo, pagaban a ADIGSA y listos. Pero ahora han hecho la cuenta de los pisos vacíos que tienen, y claro, no pueden.

Un momento: ¿has cambiado de abogado?

Sí, estamos con José de 500×20, que es el que ahora nos lo lleva todo.

¿Cómo valora la ayuda de 500×20?

Hubo uno aquí de Verdum que, al vernos así y sin saber a dónde acogernos, nos presentó al Salva y a todos los demás de 500×20. Y la verdad es que estamos muy agradecidos a todos ellos, porque han estado con nosotros. Cuando pasa cualquier cosa, ya nos están llamando. Si hay algún desahucio, allá estamos para apoyarles.

¿Cuentan con algún plan B, o si les echan de aquí se van a la calle?

Que va. A la calle. Y lo peor de esto, es que nada más que nos echan a la calle, ya está ahí la furgoneta de la  DGAIA (Direcció General d’Atenció a la Infància i l’Adolescència) para llevarse a mis hijos… Como a un señor de L’Hospitalet, que le quitaron el piso, se suicidó el hombre y a los pocos días a la mujer le quitaron los hijos. Y yo me pregunto. ¿esa mujer como ha de estar? Destrozada. Yo no lo entiendo. Esto es la ley del embudo. Dicen que estamos muy adelantados, y yo creo que no: que vamos para atrás como el cangrejo.

Los muebles, ¿son vuestros?

Sí. Pero si nos echan, los dejaremos. ¿Dónde nos los vamos a llevar?

Desde la última orden de desalojo, ¿habéis recibido alguna noticia?

No.

¿Y por qué teméis que algo va ocurrir en un corto plazo?

Es que como lo han hecho ya dos o tres veces, pues ya tenemos base y conocimiento de lo que pasa, cómo se mueven, y entonces… Yo creo que están haciendo otra estrategia, por así decirlo: si en estos dos intentos de desahucios no han podido, van a intentar hacerlo de otra manera… No lo sé… Así es…

No creo que haya otra forma…

La ley es lo que estaban haciendo. Si quieren saltarse la ley allá que te va a la bartola, eso es otra cosa.

¿A la bartola quiere decir entrar a la fuerza y sacaros a rastras?

Sí.

Bueno… Y dígame, ¿puede quedarse la casa vacía, o si sale su mujer se debe quedar usted y al revés?

Mi mujer siempre se queda en casa. Los niños van aquí cerca al colegio. Yo me voy a trabajar. Y si pasa algo, ya me está llamando y vengo de seguida. Este es el sistema.

Pero el otro día les vi a los dos en la acción en el Incasòl

Estaba mi cuñada en casa.

Ah.

Ha habido noches que a las 3 y a las 4 de la mañana, me he levantado y me he sentado en el sofá a darle vueltas a la cabeza. Es una amargura. En serio. El día que Dios quiera que nos den algo, ese día descansaremos. Porque el estrés con que vivimos a nadie se lo deseo. El primer año mi mujer no hacía más que llorar… Se quedó que no era persona de tanto llorar.

¿Usted cómo se gana la vida?

Con la venta ambulante. Vendo ropa. Ya tengo, gracias a Dios, clientela de muchos años y muy buena, y ahí estamos… Cuando falto, ya me están preguntando todos.

Y si tuvieran un alquiler de 200 euros, usted con sus ingresos ¿lo podría asumir?

Sí.

Si le cobraran el alquiler al precio que estipulan los papeles, usted podría pagar y vivirían tranquilos.

No habría problema. Nosotros, gracias a Dios, somos gente evangélica. Tres tardes a la semana vamos a la iglesia, no nos metemos con nadie. No somos gente conflictiva, no somos gente mala. Cuando entramos aquí, dijeron: “¡Gitanos!”. Es como si estuviera la ficha ahí de “ostras, ya están aquí”. Claro, ahora ya se han bajado un poquito del burro, diciendo pues no era lo que nosotros pensábamos”. Es que hay gitanos y gitanos…

… Y payos y payos…

…Ahora ya te van mirando de otra manera. Pero cuando entramos… Madre mía…

El día en que pase la pesadilla -que llegara ese día- y puedan vivir tranquilos, ¿cómo lo piensan celebrar?

Emborracharnos no, porque nosotros… “Bebed hasta saciaros pero no hasta embriagaros”

Eso es coger el puntillo, ¿no?

Llamaré a los de 500×20, cogeré la guitarra y entonces a cantar.

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