Recuperamos el monográfico que la revista mexicana Renacimiento (órgano informativo y cultural de la Escuela Preparatoria) dedicó en 1982 al escritor colombiano Gabriel García Márquez, después de que le fuera otorgado el Premio Nobel de Literatura. La revista editada en Monterrey, contiene declaraciones de Júlio Cortazar y Carlos Fuentes, quienes opinan sobre el boom de la literatura latinoamericana. También se recoge un artículo de Álvaro Mutis y parte del discurso de García Márquez tras ser galardonado con el Águila Azteca por el gobierno de México.
Gabriel García Márquez, Nobel de literatura 1982
El Premio Nobel, exclusivamente para García Márquez, no para el ‘boom’: Cortázar y Fuentes
Como es de todos conocido, el Premio Nobel de Literatura 1982 le fue otorgado al gran escritor colombiano Gabriel García Márquez. El jueves 21 de octubre la noticia fue dada a los medios de difusión del mondo entero y causó alegría y satisfacción en todo el ámbito de la cultura mundial. García Márquez recibió la noticia en su domicilio de la ciudad de México, ya que desde hace más de veinte años radica en nuestro país, en el que ha escrito la mayor parte de su obra literaria. En esta página publicamos algunas opiniones de escritores y hombres de cultura acerca de García Márquez y su obra, así como una crónica del otorgamiento de la Orden del Águila Azteca, con la que el Gobierno mexicano condecoró al gran escritor latinoamericano.
El premio a García Márquez, ¿es un premio al «boom»?
Dos de los cuatro integrantes a los que el crítico uruguayo Ángel Rama agrupó en el núcleo central del «boom» literario, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, negaron; para el primero, el «boom» no existió y dijo que el Nobel «es exclusivamente para García Márquez»; el segundo dijo que la presea no puede rebajarse a «una moda pasajera».
Por la vía telefónica, Cortázar y Fuentes trasmitieron alegría y emoción al referirse al suceso. Dijo el narrador argentino desde su casa de París:
«Mi sentimiento es de gran alegría. Primero, porque es un reconocimiento a la obra de Gabo. Segundo, porque considero que es un premio también para América Latina. Tiene un gran significado en este momento para multiplicar el interés en nuestros problemas y nuestros procesos. Me alegro mucho que Gabo lo haya obtenido. Yo nunca he creído en el «boom». Me parece que se trata de una serie de escritores individuales, cada uno trabajando por su cuenta y, en general, sin mayor contacto entre ellos. El Nobel es para García Márquez exclusivamente».
Dijo el novelista mexicano desde Princeton, Nueva Jersey:
«El premio a García Márquez es genial. Somos viejos amigos, tenemos una amistad fraternal. Sí lo esperaba. Pasar por alto a García Márquez en el siglo XX es como dejar pasar a Cervantes en su época. Es verdad que la Academia sueca se ha equivocado muchas veces… No premió a Joyce, a Kafka, a Proust. Ahora empieza a corregirse. No, no es un premio al «boom». Antes que nada es un premio a un gran escritor. Y es un premio a una lengua que tiene que combatir como pocas para rescatarse, para poder hablar en nombre de sus sociedades. A veces se preguntan por qué la literatura latinoamericana tiene tanto vigor. Es que es una lengua que murió en el siglo XVII. Es lengua de sociedades en crisis, que en ocasiones sólo expresa sus crisis a través de la lengua. En esta ocasión, es un premio a García Márquez -premio a un gran escritor- y también premio a la lengua castellana, que no nació ayer, que viene de lejos, no a una moda pasajera como el «boom». Tenemos una tradición que viene desde el Arcipreste de Hita, ¿verdad? Esta es nuestra verdadera tradición, la que nos da nuestro verdadero perfil en América Latina, no esa que nos la aparece como reducto de la corrupción y el crimen. Hombres como García Robles y García Márquez, con
su trabajo, su honestidad, son los que ofrecen nuestro auténtico perfil, el espíritu auténtico de América Latina».
Por su parte, Carmen Balcells, la agente literaria de García Márquez, dijo desde Barcelona:
«Estamos en la pura pachanga, es la pura felicidad. Es la cosa que más alegría me ha dado en mi vida. Yo le debo todo a García Márquez».
Informó que actualmente los libros de García Márquez han sido traducidos a 25 lenguas; entre las no-occidentales señaló el árabe, japonés, chino y africano (que se habla en Sudáfrica). Junto a García Márquez, Cortázar y Fuentes, Rama enlistaba al peruano Mario Vargas Llosa, quien actualmente está en Londres, Inglaterra.
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Lo que sé de Gabriel
Por Álvaro Mutis
Conocí a Gabriel García Márquez hace 32 años, una noche de tormenta en el barrio de Bocagrande en Cartagena. Me lo presentó Gonzalo Mallarino, su compañero de Facultad de Derecho de la Universidad Nacional y ya su admirador irrestricto. Las palmeras casi tocaban el suelo por la fuerza del viento y los cocos verdes se estrellaban en el pavimento con un ruido sordo, ya faulkneriano.
Dos cosas me sorprendieron en él, entonces apenas autor de La noche de los alcaravanes, cuento que me había parecido magistral y lleno de inagotables promesas -¿por qué será que las promesas siempre son inagotables?- y las dos siguen siendo rasgos definitorios de su carácter: una devoción sin límites por las letras, desorbitada, febril, insistente, insomne entrega a las secretas maravillas de la palabra escrita (sólo Don Quijote en su discurso sobre ‘»Las armas y las letras» había mostrado parecido fervor) y una madurez varonil, un sentido común infalible, que en nada concordaban con sus veinte años de bucanero y su corazón a flor de piel. Esta ha sido otra constante en la vida de Gabriel: una indulgencia inteligente para todos sus semejantes y un sentido de vigilante servicio en la amistad.
No conozco amigo igual, pero tampoco conozco otro que la cultive con más amoroso rigor, con tan sereno equilibrio. He pensado a menudo que Gabriel nació ya maduro, viejo no, nunca lo ha sido ni creo que lo será ya, tiene un aire de intemporalidad que lo asimila a sus personajes.
Me cuesta mucho trabajo decir algo sensato sobre su obra literaria. He leído todos sus originales antes de que fueran publicados. Sigo pensando que su obra más acabada y perfecta es El coronel no tiene quien le escriba; la que se considera su obra prima, Cien años de soledad, no puedo leerla sin cierto sordo pánico. Toca vetas muy profundas de nuestro inconsciente colectivo americano. Hay ea ella una sustancia mítica, una carga adivinatoria tan honda, que pierdo siempre la necesaria serenidad para juzgarla. Sigo creyendo que es un libro sobre el cual no se ha dicho aún toda la deslumbrada materia que esconde. Cada generación lo recibirá como una llamada de destino y el tiempo y sus mudanzas poco podrán contra él.
Hemos compartido juntos, Gabriel y yo, muchas horas de felicidad desbordada y no pocas de incertidumbre y estrechez. Hemos viajado por tres continentes, hemos compartido libros, músicas y amigos. Todo lo vivido con él ha sido para mí como un premio extraordinario en el oscuro azar de los días. Compartí con él las primeras horas de su Premio Nobel. Luchaba contra el entusiasmo tratando de ser el mismo de siempre. Lo logró en pocos minutos. Bebimos hasta pasada la medianoche.
Evocamos amigos ausentes y tomamos a reír, en compañía de nuestras esposas, Mercedes y Carmen, de las mismas gozosas remembranzas con las que está tejido nuestro destino común. Ea verdad, casi pudimos decir que no había pasado nada. O mejor, que ninguna sorpresa del presente podía opacar ni alejar la milagrosa presencia de un tiempo compartido que ha sido para nosotros una auténtica y siempre presente movible feast.
México, D. F. 21/10/ 82
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Gabriel García Márquez Condecorado con la Orden del Águila Azteca
El Águila Azteca, dijo García Márquez, honra a los desterrados que acogió México
Por Manuel Robles
El escritor colombiano Gabriel García Márquez recibió el viernes 22 la «Orden del Aguila Azteca», máxima distinción que concede el gobierno de México a un extranjero, en una ceremonia que encabezó el Presidente José López Portillo en la residencia oficial de Los Pinos.
En el acto, el canciller Jorge Castañeda elogió la obra literaria del autor y habló de los lazos que lo han unido a México desde hace más de cuatro lustros.
«Al otorgar la Orden del Aguila Azteca a García Márquez, México corrobora y da permanencia al vínculo que une a este ilustre escritor y hombre cabal con nuestra patria», dijo Castañeda ante medio centenar de políticos e intelectuales mexicanos y extranjeros.
En compañía de su esposa, Mercedes Barcha, García Márquez agradeció la presea al Gobierno mexicano, «la cual honra también a todos los desterrados que se han acogido al amparo de México». Y pidió, al mismo tiempo, que «nunca se cierren estas puertas abiertas, bajo ninguna circunstancia».
Al acto asistieron, además, el secretario de Educación Pública, Femando Solana; el canciller y el embajador de Colombia en México, Ramiro Lloreda Caicedo e Ignacio Umaña de Brigard, así como el director general del Protocolo de la SRE y el subsecretario de la misma dependencia, Carlos González Parrodi y Alfonso de Rosenzweig Días, respectivamente.
Este es el texto del discurso pronunciado por García Márquez en el salón Carranza de Los Pinos:
«Recibo la Orden del Aguila Azteca con dos sentimientos que no suelen andar juntos: el orgullo y la gratitud. Se formaliza de este modo el vínculo entrañable que mi esposa y yo hemos establecido con este país que escogimos para vivir desde hace más de 20 años. Aquí han crecido mis hijos, aquí he escrito mis libros, aquí he sembrado mis árboles. En los años sesenta, cuando ya no era feliz pero seguía siendo indocumentado, amigos mexicanos me brindaron su apoyo y me infundieron la audacia para seguir escribiendo, en circunstancias que hoy evoco como un capítulo que se me olvidó en Cien años de soledad. En el decenio pasado, cuando el éxito y la publicidad excesiva trataban de perturbar mi vida privada, la discreción y el tacto legendario de los mexicanos me permitieron encontrar el sosiego interior y el tiempo inviolable para proseguir sin descanso mi duro oficio de carpintero. No es, pues, una segunda patria, sino otra patria distinta que se me ha dado sin condiciones, y sin disputarle a la mía propia el amor y la fidelidad que le profeso, y la nostalgia con que me los reclama sin tregua. Pero el honor que se confiere a mi persona no sólo me conmueve por tratarse del país donde vivo y he vivido. Siento, señor Presidente, que esta distinción de su gobierno honra también a todos los desterrados, que se han acogido al amparo de México. Sé que no tengo representación alguna, y que mi caso es todo menos que típico. Sé también que las condiciones actuales de mi residencia en México no son las mismas de la inmensa mayoría de los perseguidos, que en esta última década han encontrado en México un refugio providencial. Por desgracia, perduran aún en nuestro continente tiranías remotas y masacres vecinas que obligan a un destierro mucho menos voluntario y placentero que el mío. Hablo en nombre propio, pero sé que muchos se reconocerán en mis palabras. Gracias, señor, por estas puertas abiertas. Que nunca se cierren, por favor, bajo ninguna circunstancia».
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Magia y realidad en García Márquez
Por Hermilo Salazar Suárez
Gabriel García Márquez, premio Nobel 1982, es universalmente conocido por obras como Cien Años de Soledad, El Coronel no tiene quien le escriba, El Otoño del Patriarca y su reciente Crónica de una muerte anunciada que alcanzó la inusitada y sorprendente edición de un millón doscientos mil ejemplares. Estas son las obras maduras del escritor, donde con un estilo exento de barroquismos y mostrando un poder excepcional de fabulación y una fascinan te habilidad narrativa nos presenta personajes y lugares que hunden sus raíces en el suelo americano.
Macondo (Aracataca) es el lugar creado y recreado por García Márquez, escenario de inverosímiles sucesos. «Macondo es el drama de América», expresó alguna vez el escritor. Ciertamente Macondo es el lugar de los acontecimi entos maravillosos, desbordantes de la medida común.
Dueño de una ironía y un sentido pantang ruélico de la exageración, García Márquez nos presenta en su mundo un reflejo del drama real de nuestro convulsivo continente. Los críticos han llamado realis mo mágico al estilo del Nobel colombiano.
Realismo mágico es el estilo que conjunta sucesos ordinarios y fabulosos con toda naturalidad y sin el menor azoro. Sin embargo, dicho estilo es propio de sus obras de madurez. Antes precede una fase p reliminar de maduración, de remedos literarios, donde prevalece no el realismo m ágico sino un estilo intelectualizante. A esta etapa corresponden los cuentos que se agrupan en el libro Ojos de perro azul.
En el conjunto de cuentos que forman Ojos de perro azul, quizás con excepción de «La mujer que llegaba a las seis», donde se insinúa un asunto policial, se encuentra como denominador común la posibilidad de un iversos paralelos al físico, donde sigue existiendo la conciencia: vivir dentro del es pejo, vivir en el mundo onírico, vivir más allá de la muerte. Se trata, en fin, de planos paralelos con perceptibles elementos metafísicos. Esto es lo que Vargas Llosa ha llamado la «Pre-Historia Literaria», sofisticada y abstracta, de García Márquez.
Luego aparecerá, maduro el estilo, el realismo mágico con relatos tan cautivantes como el del Sumo Pontífice que viaja en su larga góndola negra a los funerales de la Mamá Grande. El del pirata Francis Drake qu e se divierte cañoneando cocodrilos. La mantarraya que nada por el aire húmedo. El hombre viejo con alas que remonta el vuelo a la llegada de la primavera. Magia y realidad confundidas. Ulises y las sirenas situados en el mismo pla no, tan posibles como quiméricos. Todo ello envuelto en el perfume de las astromelias.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.