El ataque de Hamás con otras fracciones palestinas del 7 de octubre en territorio israelí y la reacción del Gobierno sionista volvió a poner la causa palestina en el centro de la lucha de clases internacional.
El asombro del ataque y su profundidad en el territorio han puesto en cuestión al prepotente ejército israelí y sus sofisticados sistemas de control. La crisis apunta directamente al Gobierno de Netanyahu, de coalición con la extrema derecha, aunque transitoriamente su declaración de guerra al pueblo palestino, le permita recuperar su base en nombre de la “unidad nacional”. Pero si ya hay algunas voces que le piden la cabeza por no priorizar los rehenes, y declarar insistentemente que el objetivo prioritario es destruir a Hamás, probablemente, al final del conflicto se agravará su crisis.
Las dudas de la respuesta israelí son evidentes. El pasado 12 de octubre el ejército hebreo daba 24 horas por la evacuación de más de un millón de palestinos que viven en la mitad norte de la franja de Gaza, mientras acumulaba tanques y más tanques en el paso de Eretz. Pero han pasado casi 10 días y no entran. Si lo hacen, no sabemos hasta dónde pueden llegar.
La situación golpea fuertemente a Cisjordania. La actuación de los colonos matando a palestinos con el apoyo de las unidades militares -80 desde el día 7, 20 de los cuales criaturas- ha exacerbado aún más la tensión. La represión de la Autoridad Palestina en las movilizaciones acelera el rechazo masivo de los y las palestinas, que le acusa de reprimir al servicio del ejército ocupante, como gritaban abiertamente en las manifestaciones. La crisis no solo de Fatah, sino también las críticas contra Hamás, habían llevado al surgimiento de un movimiento joven ajeno a los dos grandes partidos, y formado por militantes de ambos.
De nuevo, el Gobierno sionista pone sobre la mesa una segunda Nakba(1), con la expulsión de más de dos millones de palestinos al desierto de Sinaí en Egipto. Pero los países árabes, empezando por Egipto, no quieren ni oír hablar de ello. Desde el principio, Hamás había ofrecido el intercambio de los rehenes por 6.000 presos palestinos, rehenes del gobierno israelí, muchos de ellos desde hace años. Pero los rehenes no son el objetivo prioritario del gobierno israelí, que reitera que este es la eliminación de Hamás, cueste lo que cueste.
Mientras, la masacre del hospital espoleaba grandes movilizaciones que amenazan con incendiar la región. La gente en la plaza Tahrir de la capital egipcia llamaba “aish, hurriya was adala ijtimaiya” (pan, libertad y justicia social), lo mismo que clamaba el pueblo en 2011. Los gobiernos árabes que, como el jordano o el egipcio, siempre han estado junto a EE.UU., se muestran impotentes para detener la escalada. Biden tuvo que anular la reunión en Jordania con Al Sisi y Abu Mazen de la Autoridad Palestina.
El imperialismo de EEUU se ha puesto incondicionalmente al lado del sionismo, pero manifestaba preocupación ante una posible reocupación de Gaza, como impulsan ministros como Ben Gvir o Smotrich, y sigue insistiendo en la irreal y reaccionaria «solución» de ambos estados.
Los imperialismos europeos también lo hacen y se alinean con Israel, como expresó Úrsula von der Leyen. Pero el bloque europeo presenta grietas. Alemania, Francia y Gran Bretaña prohibían manifestaciones de apoyo al pueblo palestino, aunque no están parando las masivas movilizaciones que se realizan (100.000 en Londres, las de miles en París o las que se repiten en Alemania por más detenidos y heridos que haya). En España también se abren grietas en el mismo gobierno: mientras Sánchez, en nombre del “gobierno más progresivo de la historia”, se declara junto a Israel –y Enrique Santiago del PCE, llegaba a equiparar “víctimas palestinas e israelíes”, siguiendo a Yolanda Díaz que condena «todas las violencias vengan de donde vengan» -, Podemos reclama el reconocimiento del estado palestino y ha visto cómo Sumar vetaba su propuesta de resolución a favor del pueblo palestino en el Congreso.
Con la guerra en Ucrania abierta, la evidencia de la doble vara de medida es insostenible. Cuando Rusia deja sin luz o agua a la población civil ucraniana destruyendo infraestructuras es un crimen de guerra, cuando lo hace Israel en Palestina, es legítima defensa. ¿El pueblo ucraniano tiene derecho a defenderse de un estado que quiere ocuparlo, y el pueblo palestino no tiene derecho a hacerlo después de 75 años de ocupación? Lo mismo a la inversa, vale para la gran mayoría de la izquierda, que no reconoce el derecho ucraniano pero sí el palestino. Hay que hacer malabares para justificarlo.
Llamamos desde LI y la UIT-QI a levantar la mayor solidaridad internacionalista, participando de las movilizaciones y exigiendo, como nos piden los sindicatos palestinos, la ruptura de relaciones políticas y económicas con este régimen genocida de colonialismo y apartheid.
Lucha Internacionalista es una organización política marxista revolucionaria: trotskista. Se constituyó en mayo de 1999 por militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).