Hace mucho tiempo leí un artículo que trataba sobre los límites que impone la edad a la creatividad, el autor concluía que el problema de la falta de ella, o de iniciativa, no atañía a las capacidades. Si no se está enfermo el cerebro puede funcionar muy bien a partir de los 40.
Muchas veces se ha puesto en tela de juicio la ingeniosidad de los viejos científicos y estos han vetado nuevos descubrimientos. La causa no es biológica sino puramente sociológica. Las disputas entre los nuevos y viejos paradigmas científicos muchas veces están determinadas simplemente por la guerra por el mantenimiento del establishment. Los profesores ya asentados en sus cátedras mohosas no quieren que los jóvenes los desbanquen con sus nuevas propuestas y los jóvenes investigadores les acusan de haber perdido capacidades y repetirse.
Obviamente la lógica científica supera con razonamientos estas piojosas rencillas inter-generacionales y acaba por vencer el nuevo paradigma debidamente ratificado. Pero a veces no.
Del Bosque tiene 63 años, los jugadores de la selección tienen un promedio entre 27 y 30 (1). De hecho no es la selección más “anciana”. Parece que es la Argentina. Pero ¿Del Bosque ha dejado de ser creativo? No. Simplemente no quiere cambiar su modelo preestablecido, se fue a jugar con los mismos hombres que le hicieron ganar el mundial 2010. El cambio cuesta a partir de los 50.
Los que tenemos 45 años y nos hemos curtido las orejas con Kaka de Luxe o con Radio Futura, no nos cuesta oír a Alaska solista o a Juan Perro filósofo, para los que hemos llorado con Las cuatro y diez oír El niño que miraba el mar es una delicia, pero ay cuando llegan nuestros adolescentes con La Pegatina. Y ¡oh Señor! No son malos, o al menos merecen el mismo respeto que los grupos que oíamos en los ’80 y los ’90. Nos cuesta dejar la pereza y comenzar a descubrir cosas nuevas. Volvemos a los mismos músicos, los mismos libros, las mismas maneras de hacer y dejar de hacer. Y de hacer y dejar de hacer política.
¿Qué pasa con los políticos?
“El promedio de edad en el Congreso es de 53 años y, del total de diputados, sólo cuatro son “veinteañeros”, mientras que 64 superan los 60 años.”(2)
La Universidad, el fútbol, la política, la mayoría de los puestos de poder, están en maduras manos de personas mayores de 50 años. Con toda su experiencia. Experiencia que les lleva a tener pánico al riesgo que conlleva el cambio. Estos ejemplos no son más que un reflejo de la sociedad que los genera.
Un informe del INE de 2010, proyectaba lo siguiente:
“Proyección de la Población de España a Largo Plazo, 2009-2049.
Las tendencias demográficas actuales llevarían a una reducción progresiva del crecimiento poblacional en las próximas décadas.
El crecimiento natural de la población se haría negativo desde 2020.
La población mayor de 64 años se duplicaría en 40 años y pasaría a representar más del 30% del total debido al envejecimiento de la pirámide poblacional.” (3 .Ver tablas en el informe)
Es decir ya tenemos una población vieja. Vieja y sin dudas. Su voto fidelísimo al bipartidismo, su respeto a la monarquía, su miedo al cambio y su convencimiento en que se debe ir a votar nos ha llevado a columpiarnos del PP al PSOE año tras año gerontocráticamente. Cosa que ha mantenido en su silla a muchos. Pero no a tantos, ojo, desde el seno de los partidos ya se eligen candidatos maduros. Como si sus juventudes no tuvieran nada que decir, o no estuviesen preparadas para asumir responsabilidades. De hecho algunos no lo están, fueron criados con derechos y pocos deberes, están académicamente bien reparados y les han dicho que son muy monos, por ello son prepotentes y tienen dificultad a manejar el lenguaje político, léase dirigentes como Javier Hurtado de Nuevas Generaciones – Tarragona- o Beatriz Talegón del PSOE, que empezó bien y acabo fatal. Negando mis propios principios creo que hay casos es que es mejor seguir tratándolos como niños. Pero este trato también se da a jóvenes realmente preparados a quienes no se les da paso.
Las sociedades son ecosistemas. En este ecosistema están pasando cosas malas y la mejor manera de sobrevivir es adaptarse. Podemos hacerlo individual o colectivamente. Eso depende de los que nos dicte la consciencia.
Los de 45 estamos reaprendiendo a escuchar, a despertar. La situación de mi generación es tan penosa como la de los jóvenes. Ellos están sin trabajo o sin poder acceder a los estudios que se merecen. Nosotros hipotecados, con trabajos con condiciones inmorales o sin ningún trabajo. No podremos cambiar la manera de pensar y de actuar de las generaciones pasadas, pero si podemos colaborar para suplantarla. Siempre existen excepciones que confirman las reglas, iaiosflautas, superabuelos con minipensiones que mantienen familias, hacen de guardería o están en primera fila en acciones de la PAH. Obviamente también hay personas en la mediana edad atacadas por el síndrome monárquico o que se han pasado a la derecha más dura. Y jóvenes políticos que reproducen los estereotipos determinados por el viejo establishment.
Pero el voto envejece (4):
“En 2008 no había ningún sesgo generacional en los dos principales partidos: los mayores de 65 años no estaban sobrerrepresentados ni en el PSOE ni en el PP. Pero a partir de entonces observamos que los dos principales partidos, PP y PSOE, se van haciendo partidos de mayores, y los pequeños, IU y UPyD, van consolidándose como partidos de jóvenes. Pero en estas últimas elecciones pasa algo sorprendente: el sesgo generacional del PSOE permanece constante, el de IU y UPyD aumenta ligeramente (tienen un electorado cada vez más joven), y el del PP se dispara hasta niveles excepcionalmente altos. De acuerdo a la última encuesta preelectoral, la intención de voto al PP entre los votantes de más de 65 años es más del doble de la intención de voto a este partido en el resto de la población.”(5)
¿Qué está pasando? Algo que los politólogos reconocen fácilmente, en crisis los extremos se ensanchan. Nacen partidos ultras en la derecha. Los partidos de izquierda, más allá del PSOE, mucho más allá, crecen. IU a nivel estatal ERC a nivel nacional, y crecen con jóvenes. Se crean nuevos como la CUP en Catalunya y Podemos en el Estado español, creados por jóvenes. Y como no, la brecha generacional se ensancha.
A pesar de este crecimiento y nuevos nacimientos, entre los y las jóvenes existe una gran decepción que les lleva a la abstención. Si de una vez y de manera concreta se deciden a ir votar es muy posible que todo cambie. Y con jóvenes entiendo integrar a los de 40 y 45 años que han comenzado a oír otra música.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.