Dos actores, una sala minúscula, dos velas, cuencos con piruletas y el lema: “En un mundo en el que las relaciones personales empiezan con el sexo, ¿qué pasaría si alguien quisiera hablar en la primera cita?”. Estos eran los ingredientes de la obra minimalista “Hola em dic Nacho”, escrita y dirigida por Sandra Bravo y protagonizada por Núria Florensa y Edgar Manjarrés en los Miniteatres del Raval. Una crítica del fast food de la sociedad actual a través del sexo: todo tiene que ser ahora, rápido, más. La perversión del carpe diem.

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Con diálogos explícitos sin caer en la vulgaridad, la falta de espacio físico y la sensación de no tener escapatoria parecen conducir inevitablemente al “aquí te pillo aquí te mato”. En efecto: la chica, liberal y liberada como teóricamente corresponde a una generación heredera del feminismo, quiere ir al grano y propone placer carnal inmediato. Sin rodeos ni tabúes. El chico, no exento de deseo, recibe la oferta con estupor, atónito, casi aterrorizado y se agarra a la necesidad de un diálogo previo para calentar motores. A la vieja usanza. Porque la inversión de roles le descoloca totalmente.

Del mismo modo que ella parece exhibir su desinhibición, de alguna forma él se ve obligado a disimular su exceso de testosterona porque se supone que debía haber tomado la iniciativa. De repente, se suprimió sin aviso su papel de cazador y se convirtió en presa. Incluso habla por teléfono con su protectora madre, símbolo del refugio inicial, de la persona que presumiblemente le educó para algo contrario a lo que se enfrenta. Y para lo que no tiene pautas. De ahí su enfado y desconcierto hasta el punto de intentar revertir la situación con el romanticismo, ofreciendo de rodillas una piruleta como si fuera una flor.

Después de un debate acalorado, las posturas se acercan porque el objetivo es común: la magia y la euforia justo antes de conocer un nuevo cuerpo lleno de posibilidades y combinaciones. Ella también cede, porque en el fondo su activa sexualidad también es un poco impostada, a remolque de las nuevas tendencias. Aunque nunca lo admitirá, y menos delante de él, detecta que en el fondo le gusta que la conquisten por el oído y la hagan sentir especial. “Paraules d’amor, senzilles i tendres”, diría Serrat.

Entonces, ambos pactan implícitamente retomar el ritual clásico de la seducción. A construir la casa desde los cimientos, como se hizo siempre desde los siglos de los siglos. Como si se dieran cuenta que en aquella formalidad convencional había una parte de cordura, de sensatez y de orden. Que tan perjudicial y antinatural eran los prejuicios represivos como tergiversar el hedonismo y transformarlo en ludopatía. Que sí, que somos animales, pero racionales. Instinto y criterio. Seny y rauxa. Después de quince minutos empiezan de nuevo: se presentan por el nombre. De palabra. Por los labios, inicio y fin de su aventura.

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