Femme assise III-V, 1965, 57x46cm. (Imagen cedida por Gothsland)

El arte deja de tener sentido si no pertenece a nosotros. Desde esta premisa, podemos reconocer que eso que producimos o consideramos, forma parte de nuestra conciencia originaria. Una conciencia originaria de los objetos, de las cosas o de la vida. Un juego en el que avanzar, al fin y al cabo.

Es posiblemente durante las primeras Vanguardias, cuando los iconos y signos personales de los artistas que nacen de un sentido universal, alcanzan su plenitud.

Con la vida y la obra de Joan Miró (1893-1983), ocurre esto mismo. En su trabajo no hay ningún tipo de pudor en «regresar artísticamente» a su infancia para usar lo recuperado en su «ingreso artístico» en la vejez. Tampoco existe el enmascaramiento en su encuentro con los signos o los símbolos, porque su acción es tan límpida, tan insinuante y rebelde, que no hay lugar para la comprensión reflexiva e intelectualizada.

Miró llena los lienzos, las matrices o los cartones, de líneas, círculos, pájaros, estrellas o mujeres, de una forma aparentemente inconsciente, pero sabiendo muy bien cuál es el motivo que se añade.

Femme et oiseau IX-X, 1965, 57 x 46 cm. (Imagen cedida por Gothsland)

La forma nueva la crea él. Es un divertimento tomado como serio cuando se trata de equilibrar la composición o el color.

En este sentido, es un creador de su propia realidad, pero entendiendo que su propia realidad pertenece a un mundo pasado, ya conocido por él y por todos.

Por ello, el uso del inconsciente, —término que se suele asociar a su obra por lo que se refiere a un modo de imaginarla— es un mecanismo técnico de expresión que nace de una conciencia, de una objetividad. Es lo que G.H. Luquet , llamó «realismo visual» del adulto (realismo objetivo1). Miró no se encuentra en ese estado creativo original y fresco del niño que «inventa de nuevo el dibujo figurado como si fuera el primer dibujante2». Él reconoce ya, que el dibujo figurado puede ser una cosa nueva, y lo representa inconscientemente. Lo hace con voluntad de elección3.

Una voluntad espontánea, pues como determina Arnau Puig en la nota de prensa de la exposición que se presenta, sus figuras nacen «entre la espontaneidad vital y la necesidad de espontaneidad plástica para exteriorizar los auténticos deseos y humor humano».

Y añadiría que esas figuras nacen de esa necesidad de espontaneidad vital y de necesidad plástica y poética.Un punto amarillo en el lienzo es el sol y la luna de su tierra mallorquina o familiar.

Femme et oiseau IV-X, 1965, 57×46 cm. (Imagen cedida por Gothsland)

Para poder comprobar esa transición personal y plástica que se produce en los años treinta, la Galería Gothsland nos deleita con una muestra de 24 xilografías sobre papel realizadas durante su etapa de avanzada madurez (años 1959 y 1960). En ellas se representan las conocidas Femmes, muy comunes en su trabajo, y que se publicarían en el libro Femmes, en una edición limitada de 50 ejemplares. La edición del libro estuvo a cargo de Maeght Siteur y los textos fueron incorporados por el escritor francés Claude Simon (1913-2005).

Son un conjunto de xilografías tituladas Femme assisse III/V, Femme et oiseau IV/X y Femme et oiseau IX/X, con las que podemos ver que en su labor artística hay una gradual depuración de elementos iconográficos muy concretos y regresivos, pues son piezas que nos recuerdan a sus producciones anteriores «signos y figuraciones», de los años treinta, o a sus «mujeres y pájaros», de los años cuarenta.

1 Capítulo Joan Miró 1923-1933: el último primer pintor. Christopher Green. P.78; en Joan Miró. 1893-1993. Fundació Joan Miró. Barcelona: Leonardo Arte.

2 G.H. Luquet, L’Art primitif, París,1930, P.M.; en Joan Miró. 1893-1993. Fundació Joan Miró. Barcelona: Leonardo Arte.

3 C. Green, p.79.

Nací en Barcelona el 9 de abril de 1995. Tengo formación artística y pedagógica. Desde pequeño me ha interesado conocer y tratar las cosas desde un prisma muy personal. Quizá por mi formación, la mayoría de lo que he aportado, siempre ha sido analizado y mostrado no antes, sin pasar por los filtros de unos valores que siempre han ido cambiando, pero que guardan una relación común: la de hacer una función benefactora y justa.

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