Periodista musical, que en sus propias palabras equivale a “una especie en vías de extinción”, Jordi Turtós es autor del documental musical “To de re per a mandolina y clarinet” (título de una canción de la Orquestra Mirasol). Esta obra, proyectada recientemente en la novena edición del Festival In-Edit, rememora y reivindica la atmosfera de creatividad, solidaridad y libertad del ‘rock laietà’, un movimiento surgido en Catalunya a mediados de los 70 en un contexto de cambio y esperanza social y política. La película fue la excusa perfecta para iniciar un apasionante debate sobre la escasa presencia mediática de la música, el criterio artístico de la sociedad y el menosprecio a la tradición y a la intelectualidad en una época en la que la tecnología ha propiciado un cambio de paradigma y de costumbres.
Entrevista a Jordi Turtós
¿Cuál era el punto de partida de este documental?
“Es parte de un proyecto de trece capítulos para explicar el rock catalán. Y este era un capítulo entre 1973 y 1978, el nacimiento de Zeleste y el último Canet Rock. Personalmente, siempre he estado metido en esta historia, soy periodista musical y siempre he vivido de eso y en eso. En los 70 fui músico, o un aprendiz de músico y viví en primera persona ese periodo fundamental a la hora de formar mi personalidad. La intención era explicar una historia que, o no se había explicado, o se había hecho parcialmente, precisar esos cinco años a partir de un epicentro, Zeleste, y todo lo que a partir de aquel momento se desarrolla: un estilo musical, que Gato Pérez bautiza como ‘onda laietana’, pero sobre todo una actitud vital, una manera de actuar y luchar conjuntamente contra un régimen que se está cayendo y con futuro que nace muy incierto”.
¿Cómo definirías el ‘rock laietà’?
“Es la consecuencia del rock progresivo, que es un momento importantísimo en el que los grupos jóvenes intentan no parecerse a las bandas comerciales y entran en un proceso imitativo de sus héroes, Hendrix, Traffic o Soft Machine. Y llega un momento en el que ese rock imitativo tiene un nivel muy alto y necesitan dotarlo de señas de identidad: eso es el rock laietà, la incorporación de elementos propios con un discurso que venía del mundo anglosajón”.
¿De qué elementos se trata?
“Una sonoridad mediterránea, la incorporación de elementos latinos y un lenguaje que absorben del jazz-rock de la época con un personaje fundamental como maestro, Miles Davis, y todo el séquito de discípulos, o sea, Herbie Hancock, Chick Corea, Keith Jarrett, Dave Holland, John McLaughlin…Y por último, un sentido de la catalanidad muy claro que empieza a despertar a partir de la Elèctrica Dharma, que incorpora la tenora como un elemento distintivo”.
¿En qué sentido ayudó el rock laietà a la recuperación de la lengua?
“Es muy importante en la recuperación de una autoestima, de una concepción catalana de vivir y entender la vida y la libertad. La catalanidad fue un elemento clave, los grupos buscan nuevos lenguajes musicales pero siempre expresados en catalán, entre canción y canción, y en los títulos de los discos: es la primera generación que hace un rock catalán con denominación de origen”.
¿Existían jerarquías entre el rock laietà?
“Uno de los rasgos del rock laietà es la ausencia de jerarquías, un espíritu muy colectivo, porque era frecuente que los músicos tocaran unos con otros. Hubo un grupo más reconocido, Iceberg, el primer grupo súper profesional que compró su equipo de sonido, su propio sistema de management y logístico…No son laietanos de entrada pero acaban siendo absorbidos por el movimiento, y cuando éste muere, seguirán adelante con Pegasus”.
Se dice que el punk terminó con ese movimiento…
“Llegó un punto en el que los grupos, para seguir adelante, necesitaron profesionalizarse. La profesionalización la dio el cambio a las orquestas de baile, la recuperación de la calle, de las fiestas… y muchos músicos se empezaron a afiliar a las nuevas orquestras. Por otro lado, hay un cambio importantísimo a nivel estético y de rebeldía. El punk y la generación del ‘No future’ impone una ética y una estética que va en contra de los músicos que en 1978 son virtuosos. El punk ataca directamente la línea de flotación de ese virtuosismo y por otro lado se termina el espíritu colectivo y se pasa del nosotros al yo: se están instalando las bases de la postmodernidad de los 80”.
Es curioso porque con el paso del tiempo, por culpa de la influencia mediática y del poder político, la gente recuerda más el rock catalán de los 90 que el rock laietà, parece que hayan intentado minimizarlo…
“Yo no culpo a los políticos, intento no hacerlo en los ámbitos culturales porque los políticos son los más incultos, ya lo eran entonces y lo han sido siempre y a medida que pasa el tiempo cada vez están más alejados de la realidad cultural y de la calle. El gran error viene en los 90 cuando la política cultural se convierte en política lingüística y el rock se utiliza para la normalización lingüística entre la gente joven. El resultado es magnífico en cuanto a normalización lingüística pero desastroso en términos de cultura musical”.
¿Qué te parece la escena musical catalana en la actualidad, con un montón de bandas de distintos estilos y con un movimiento espontáneo que nace alejado de subvenciones y de instrumentalización política?
“Muy buena porque se descontaminó de la influencia política y los grupos actuales son producto del underground de los 90. Hay gente muy preparada, y las nuevas tecnologías han hecho que la gente pueda llegar a cualquier estilo con un poco de esfuerzo…Yo he hecho un listado de unas 100 bandas magníficas, de las cuales unas 35 son de primerísimo nivel: nunca hemos tenido una escena musical tan brillante como la de ahora”.
Se dice que la música es un lenguaje universal pero la música en catalán no tiene espacio fuera de Catalunya, los programadores no se atreven, quizás tengan miedo de que el público no esté preparado… y al mismo tiempo triunfa una banda como Sigur Ros, que canta en un idioma inventado. ¿Cómo lo ves?
“España y Catalunya son dos realidades cada vez más alejadas y veo mucho más rechazo desde España hacia Catalunya. Además, ¿qué hace España con la cultura portuguesa?, ¿y con la magrebí? España tiene un problema espectacular de intransigencia cultural que crece día a día, un problema de concentración excesiva de poder mediático y económico en Madrid. Allí han ido a parar las discográficas, emisoras de radio…Madrid ha caído en una especie de endogamia. Han habido unas elecciones y ya has visto el mapa del Estado”.
¿Cómo valoras el festival de cine documental In-Edit?
“Su éxito demuestra una de las cosas más tristes que han pasado últimamente: cómo la música ha ido desapareciendo de los medios de comunicación y se ha hecho invisible. A medida que se ha hecho invisible, se ha hecho visible en lugares como el In-Edit, que cumple un papel didáctico que antes hacía la radio. Cuando la radio cayó en manos de la radiofórmula, que para mí es el peor invento después del despertador, puso fin a la capacidad formativa e informativa de la radio. La música ha encontrado su sitio en los cines, donde se mantiene la magia de un lugar en el que te apagan la luz y te quedas a solas con una historia. Ves que la gente joven necesita recuperar la memoria, ver qué pasó hace años y de donde viene toda la historia”.
La música ha ido desapareciendo de la televisión hasta quedarse en un reducto limitado a los conciertos de RN3 y al Sputnik de madrugada. En los 60, en un telenoticias había un espacio reservado para la música…
“No podemos compararlo, la música era un elemento fundamental de la cultura de masas, de la cultura popular, y ha ido perdiendo este valor. Cuando la Generalitat utiliza a Jordi Tardà como interlocutor entre el poder y la juventud, usa un modelo totalmente anglosajón, ‘Paraula de Stone’ en el que los mitos son los Stones, Sting, Springsteen.. y cuando utiliza otro modelo más juvenil utiliza a Mikimoto, que trae desde la música electrónica al bakalao, con el Megaplec…El poder se equivoca de interlocutor, porque al usar éstos, ganarán Els Pets, gana por encima de todo la lengua en la que te explicas, no la música que quieres desarrollar. En los años 90 un canal como el 33 producía más programas de música que el resto de canales españoles juntos: ‘Sputnik’, ‘Hidrogen’, ‘Variacions’, ‘Tradicionàrius’, ‘Autògrafs’, ‘Rodasons’…y eso sin olvidarnos de legado de Televisió de Catalunya, porque cuando sólo había un canal empezó con ‘Stock de Pop’, ‘Arsenal’ y ‘Oh Bongònia’, mientras en TVE1 se hacía ‘La edad de oro’, que era referente del ámbito más alternativo..Con el tiempo, la gente más joven se ha ido decantando hacia otros elementos: los videojuegos, las PSP, Internet, el deporte..se han vendido otras formas de ocio y eso ha hecho que los directivos de los medios de comunicación piensen que la música no tiene audiencia porque la música no tiene presencia social”.
La música también era una manera de luchar contra el establishment…
“Y ahora también debería ser así, lo que pasa es que las generaciones actuales son hijas de una generación que ha luchado para que sus hijos no tengan que luchar y les han desprovisto de la capacidad de sacrificio y cuando no tienes esa cultura del esfuerzo, vives con una PSP y que me lo hagan todo”.
Además, la televisión se ha dedicado sólo a entretener y no a educar y, al mismo tiempo, el concepto de entretenimiento se ha banalizado…
“Cuando llegaron las televisiones privadas a principios de los 90, el concepto de cultura se transformó en entretenimiento y la cultura desapareció”.
¿Y qué opinión te merece el nuevo escenario, con la caída de la industria, el cambio de formato, las descargas, la falta de propuestas frescas…?
“Cambia la manera de escuchar la música, de llevarla, de interpretarla, se pasa de la obra conceptual a la canción, al single, volvemos casi a los 50, lo importante son las canciones, no los discos conceptuales: lo conceptual da miedo porque es intelectual. Y lo intelectual es una de las cosas más rechazadas junto a lo popular y lo tradicional. Vivimos en una sociedad que siempre ha rechazado la cultura popular. Nos hemos electrodomesticado de tal manera que hemos considerado siempre la cultura rural como paleta, yo lo llamo el síndrome Paco Martínez de Soria. Hay dos elementos de los cuales la cultura urbana siempre se ha mofado: el paleto y el intelectual. Es un cambio espectacular, no sé donde nos llevará pero es fascinante”.
¿Pero no crees que falta originalidad? Ves muchos homenajes, bandas tributo, malas copias, márketing y esa cultura del mp3 con la que te limitas a acumular archivos sin profundizar…
“Antes podías irte acercando a la música a la medida que se iba produciendo, la incorporabas y te la hacías tuya. Ahora en una mañana te puedes descargar 3.000 canciones pero no las puedes escuchar todas. Es muy diferente cómo se adquiere ahora la cultura musical de cómo se adquiría en los 60. Un etnomusicólogo dijo que ‘lo que no es tradición es plagio’. En el fondo, la música popular es la repetición de la misma canción, eso lo dijo Dylan, que sólo hay una canción y el resto son copias. Aparecen cosas originales pero menos, porque cada vez hay más exceso de información. A veces me pregunto, ¿cuál es el último gran grupo después de Radiohead? El siglo XXI es la reproducción de modelos ya fabricados que funcionaban en el siglo XX. Si sumas el modelo Michael Jackson y el modelo Madonna es igual a todos los artistas de éxito actuales, se llamen Jennifer López, Beyoncé o Christina Aguilera. El modelo ha cambiado, ya no es musical, es artístico: baila, canta, interpreta y es personaje encima y debajo del escenario. Veo artistas brillantes pero que sólo se pueden valorar desde un punto de vista individual, se dirigen a sensibilidades individuales. Se sigue haciendo buena música, sea jazz, folk o rock. Lo que se ha perdido son aquellas voces de referencia de la radio y la televisión que te guiaban. Por eso digo que el periodismo musical es un vestigio del siglo XX”.
Pero todavía hay países como por ejemplo Inglaterra en los que la opinión de la prensa musical tiene peso y prestigio…
“¿En Inglaterra han tenido top manta? Vienen de una sociedad civil culta en cuanto a cultura y música. Ellos, con la cultura rural, han llegado al rock’n’roll y a la musica electrónica, es el desarrollo lógico de una tradición de música folk, popular, tradicional que nace con el blues, con la música judía en Nueva York, el mestizaje de los 40, 50 y 60 en los Estados Unidos y que da como resultado un lenguaje que hemos asimilado como la cultura del pop o del rock, que es la suma de músicas populares y tradicionales. Y eso define la sociedad en la que vives: si a una sociedad no le interesa sus raíces y no defiende su tradición, consumirá lo que le venga de fuera. Hay una sociedad civil poco preparada, muy alienada y en manos de un consumismo exagerado y poco culta. Se le vende la cultura como un producto cultural, ahora se trata de comprar libros y discos, no que leas, que escuches, te emociones o observes, no te despierta ninguna curiosidad, no vas más allá de Shakira o de lo que toque. Y ‘Operación Triunfo’ hizo mucho daño, fue el toque de gracia, se asoció el término triunfo a lo económico, que el éxito se valorara sólo en cifras de ventas. Es una sociedad civil poco preparada, a diferencia de la francesa que por ejempló inventó la República… Y la sociedad anglosajona siempre ha crecido con la música en las manos. Nosotros no hemos sabido hacerlo”.
Periodista y poeta.