La Directora de la compañía, Maria Rovira, ha confiado esta vez en el talento de uno de los bailarines de Trànsit, Reinaldo Ribeiro, para la creación y dirección de esta pieza. La idea surgió durante un viaje a Argentina cuando el joven director quedó impactado por la fuerza y la energía de las Cataratas de Iguazú que dan el nombre a esta obra de pequeño formato. El objetivo era tratar de plasmar, mediante los cuerpos de cuatro bailarines, esos ríos que confluyen en uno solo. Ese flujo que se alimenta de muchas corrientes y, de repente, llega a un salto al vacío.

El autor, que es de origen brasileño y está acostumbrado a crear sin subvenciones,  reflexiona sobre el proceso de creación dentro del complicado marco social en el que vivimos, donde el arte siempre encuentra barreras, pesimismo y ocupa siempre el último lugar: “Estamos obligados a ese vacío, pero ¿Cómo evitarlo? No sé yo si navegar a contracorriente. Me siento en ese vértigo, siendo arrastrado sin poder salir…[…]…Cerrar los ojos y confiar en ti siguiendo tus valores sin dejar que la corriente te haga dudar en este declive constante. Cuando llegamos a tierra ver qué piedras removemos y donde nos podemos agarrar. En una época donde nos toca volver a reconocernos, es importante tocar esa nada para poder resurgir”

En el escenario, un linóleo blanco. El bailarín se muestra como un humano natural, crudo y emocional.

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