El 30 de agosto se cumplieron 54 años de la emboscada perpetrada por la policía del régimen fascista de Francisco Franco, que puso fin a la vida de un auténtico héroe de la clase obrera: Josep Lluís i Facerias. En el lugar donde Facerias exhaló el último aliento, herido de muerte en el actual Pla de las Mares de la Plaça de Maig -confluencia neurálgica entre el Passeig Dr. Pi i Molist, carrer Verdum y Passeig d’Urrutia, en lo que hoy es el distrito de Nou Barris-, se realizó un homenaje a este maquis urbano, que contó con la presencia del historiador y poeta Ferran Aisa.
El homenaje
Cerca de setenta personas asistieron en Nou Barris a la ofrenda floral en memoria de Josep Lluís i Facerias; en ninguna otra ocasión tanta gente se había dado cita para recordar a Facerías y su lucha libertaria. Este año la convocatoria la firmaban conjuntamente la Trobada Alternativa de Nou Barris y la CUP-Nou Barris, lo que había levantado ciertas suspicacias: ¿era de recibo que un partido político reivindicase la figura de un anarquista? Parte de los presentes en el acto juzgaron que no (“Facerías luchó contra el fascismo y ahora lucharía contra la democracia burguesa”), y se hicieron escuchar -en muchos momentos- por encima del historiador Ferran Aisa, que, entre gritos de “¡Se lucha o se vota!” o “Sindicats i partits, són els nostres enemics”, trataba de narrar los avatares de la vida y obra de Facerias. Fue una auténtico despropósito contar con la presencia de Aisa, que tanto y tan bien ha investigado y escrito sobre el movimiento libertario (autor de libros imprescindibles como “La cultura anarquista a Catalunya”), y no aprovechar para escucharle con la atención necesaria. Si bien la sangre ni se asomó al río, se vivieron momentos de tensión dignos de una película de Ken Loach.
Antes de la intervención de Aisa, Joan Marc, miembro de la CUP-Nou Barris, realizó una breve presentación que, en esencia, iba dirigida en tres sentidos: el deber ético y militante de recordar a las personas que entregaron su vida luchando contra la opresión fascista; el recuerdo de Facerías como acto de reafirmación de las luchas de hoy en día; y, por último, la denuncia de los gestores del post-franquismo en el Distrito de Nou Barris, donde aún pueden verse las placas del Ministerio de la Vivienda -con el yugo y las flechas falangistas- y pasear por la plaça de Virrei Amat o la avinguda Borbó. Resulta llamativo el criterio seguido por el nomenclátor de Barcelona para asignar o rechazar las denominaciones de la vía pública. El caso más conocido en Nou Barris: la ponencia del nomenclátor denegó que la plaça de Llucmajor, donde se erige la estatua de la República, pasara a llamarse precisamente Plaça de la República. Del mismo modo, el hecho que Josep Lluís i Facerias, uno de los maquis más destacados del período de posguerra, perdiera la vida en manos de la policía franquista en lo que hoy es el distrito de Nou Barris -y sea dicho de paso, en un lugar altamente transitado y concurrido-, no parece razón de peso suficiente para que la ponencia del nomenclátor reconozca la memoria de Facerias bautizando con su nombre la plaza donde murió asesinado.
Una vez acabado el acto, Josep Garganté -afiliado a la Confederación General de Trabajo (CGT) en la sección de Transportes Metropolitanos, miembro de la CUP y de la Trobada Alternativa de Nou Barris- quitaba hierro a la controversia surgida durante el recuerdo a Facerias, explicando que en la CUP de Nou Barris hay independentistas, anarquistas, comunistas, etcétera. Las CUP no son precisamente una organización homogénea y monolítica; más todavía: “Cada CUP es un universo”, sentenciaba otro miembro de la formación de Nou Barris. Por su parte, Garganté achacaba las discrepancias a un problema de coordinación entre las distintas sensibilidades y posturas ideológicas en el momento de convocar y difundir el acto. Cuestionado sobre si el año que viene lo plantearían de igual modo, Garganté opinó que se podría convocar una ofrenda popular, sin siglas de ningún partido político, con el fin de no herir susceptibilidades
Convicciones
«Los hombres de tiempos pasados tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para construir una catedral gótica se necesita algo más que una opinión».Heinrich Heine
Con tan sólo diecinueve años y hecho prisionero por el bando nacional, Josep Lluís i Facerias (Barcelona, 1920), perdida la guerra después de combatir en la columna de Ascaso durante tres años en el frente de Aragón, perdió también a su compañera y a la hija de ambos, a causa de los bombardeos que la aviación fascista lanzó sobre las masas de refugiados que enfilaban el exilio hacia Francia. Este suceso, terrible en la vida de cualquier persona, no significó para Facerías una caída del caballo, como ocurrió con Saulo al descubrir a su dios; más bien, se tradujo en una consolidación de sus convicciones. Con anterioridad al alzamiento fascista y a la revolución social que le hizo frente, “Face” ya formaba parte del Sindicato de la Madera de la CNT así como de las Juventudes Libertarias del Poble Sec, de cuyo barrio era vecino. Tras pasar por diversos campos de concentración en territorio español (Vitoria, Zaragoza, etc), se vio cumpliendo el servicio militar en las filas del ejército vencedor en la Unidad de Transportes Militares de Barcelona. Cabe presumir que fue en aquel período en el que sus convicciones libertarias maduraron bajo el sol del desgarro provocado por el criminal acto de guerra, que se llevó, entre otras muchas víctimas inocentes, las vidas de su mujer y su hija. En 1945, cumplidas las obligaciones del servicio militar, Facerias se afilió al Sindicato de Industrias Gráficas de la CNT.
Sin embargo, a pesar de esta afiliación sindical, nuestro hombre se ganó la vida, primero, como camarero y más tarde como cajero, en “La Rotonda” del Tibidabo, un restaurante frecuentado por la burguesía de la época, y donde trabajaba su hermano Bonaventura. Al respecto, en el libro “La Barcelona Rebelde. Guía de una ciudad silenciada” (editorial Octaedro), se explica la sensata postura de Facerias en relación a las propinas con que los adinerados clientes del restaurante obsequiaban a los trabajadores. Facerias las rechazaba, puesto que consideraba que eran, a través de la caridad de raíz cristiana, un complemento indigno a un salario insuficiente y que su aceptación era un gesto servil. Entendámonos: el problema no eran las propinas, sino el salario.
“Face” -también llamado Petronio a causa de su elegancia natural, finos gestos y buen aspecto- se enroló en 1946 en los “Grupos de Defensa” de la zona centro de Barcelona. La resistencia debía estar organizada; el bando aliado, que había derrotado al fascismo alemán e italiano, no tardaría en liberar al estado español trayendo consigo la democracia… Aquel mismo año, nuestro hombre es detenido por la brigada político-social y encarcelado en la Modelo hasta el año siguiente. En 1947, una vez recuperada la libertad, Josep Lluís i Facerias forma su grupo guerrillero, con hombres como Guillermo Ganuza Navarro, César Saborit y Antonio Franquesa. Y es entonces cuando empieza la acción de verdad, inaugurada con un atraco a la Hispano-Olivetti, al que siguieron expropiaciones a joyerías, bancos (el Vizcaya, el Bilbao, el Pérez López, el Banco Español de Crédito, etc), meublés de la zona ‘noble’ de Barcelona (como “La Casita Blanca”) y fábricas (Automóviles Eucort, ICANSA, etc): la mayor parte de los botines era enviada a la CNT en el exilio. También llevaron a cabo ataques frontales a las fuerzas de seguridad, como el tiroteo a la Comisaría de Gràcia en Travessera de Dalt, e intrépidas operaciones en la carretera de l’Arrabassada para apoderarse de documentación que falsificar. En ocasiones puntuales, formando algo así como un All-Star Maquis, nuestro hombre colaboró con Quico Sabaté (en la colocación de artefactos en los consulados favorables al ingreso de España en la ONU) o con Wenceslao Orive (una expropiación realizada en el Banco Popular de la calle Embajadores de Madrid, para financiar un atentado contra Francisco Franco que nunca tuvo lugar).
La delación: muerte en Nou Barris
En otoño de 1951 tres miembros del grupo de Facerias son detenidos, y el cerco sobre la cabeza de nuestro hombre se estrecha peligrosamente. En el barrio del Carmelo, “Face” consigue escapar tras liquidar a un agente de la político-social y herir a otros nueve. La policía acordonó prácticamente todo el barrio en su busca. A principios de 1952, marcha a Francia y seis meses después, a Italia, donde sería uno de los impulsores de los Grupos Anarquistas de Acción Proletaria. En 1953, la CNT en el exilio francés había desautorizado la lucha armada, desautorizando así a estos hombres que arriesgaban su integridad por mantener viva la lucha contra el régimen de Franco. A pesar de esta decisión de la organización, Facerias decide regresar a Barcelona a preservar la resistencia. En compañía del italiano Goliardo Fiaschi y de Luis Agustín Vicente, “El Metralla”, cada cual con su mochila y su bicicleta, parten de Toulouse hacia el Tibidabo: 400 kilómetros, que se dicen pronto. Después de este tour anarcociclista, “El Metralla” es detenido en Sabadell y, dos días después, el 29 de agosto, Fiaschi cae en una emboscada cuando regresaba a la cabaña del bosque de Sant Medir donde se ocultaban él y Facerias.
El 30 de agosto Josep Lluís i Facerias, sin saber nada de lo ocurrido a sus compañeros, acude sobre las 11 de la manaña a una cita en el cruce del passeig Pi i Molist, el de Urrutia y el de Verdum, a escasos 200 metros del Instituto Mental de la Santa Creu (proyectado por el Dr. Pi i Molist). La persona con la que había concertado la cita no aparece; en su lugar, desde las ventanas de la colindante calle Nilo, armas automáticas hacen blanco sobre nuestro hombre. Herido en el tobillo, “Face”, el maquis elegante, se desliza hacia un terraplén y antes de tener ni siquiera tiempo a sacar su Walter P-38 9mm especial, nueve disparos terminan con su vida.