Ha sido D. Juan de Austria, un personaje enaltecido por la reciente Historia, descrito como el héroe de Lepanto, en la famosa Batalla con la cobertura de marinos de prestigio como el Marqués de Santa Cruz; Álvaro de Bazán y otros.

Pero no nos detendremos en este punto, donde se ha escrito suficiente, respecto a un pasado aterciopelado de un autor de gestas, protegido por su hermanastro FELIPE II y El Papado, y hasta podría decirse, no estuvo muy lejos de convertirse en Prócer del XVI, a pesar de haber fallecido a la edad de 31 años. (1547-1578).

Intentaremos aproximarnos al personaje diplomático y político, probable detentador de una herencia biológica digna de sus progenitores, y, deseoso, posiblemente, de haber podido reinar en el marco de la “factoría histórica imperial” que supuso la España de la época.

Con estas premisas y nuestro Cuaderno de Notas, emprendimos mi hija Patricia y un servidor, viaje a REIGESBURG (Ratisbona), lugar de nacimiento de nuestro insigne protagonista, con visitas de trabajo, de campo también, a NÜREMBERG Y MÜNICH, interesados en las actividades llevadas a cabo por nuestro personaje sobre la Iglesia Luterana.

En lo que sí parece existir concordancia entre todos es la relativa a los sueños de D. Juan en convertirse en Rey, lo que supusieron, no al principio, controversias entre el Monarca y él.

La primera visita obligada fue a una pequeña calle de su ciudad, cercana al Puente de Piedra, donde se encuentra erigida una estatua en su memoria.

Debo confesar que obtuvimos un sabor agridulce, dada la modestia de la misma y lugar, ambos, hasta cierto punto comprensible, según nos explicaron los eruditos alemanes, al resultar que para el pueblo teutón era un perfecto desconocido.

Separado de su madre a los escasos días, fruto de un supuesto romance entre el Emperador Carlos V, y una probable veinteañera, llamada Bárbara Bloomberg, de discutida procedencia, se una de sus últimas amantes durante su viudez, hechos habituales y frecuentes, tanto en Monarcas como en la Nobleza, con prodigalidad de vástagos naturales.

Su preceptor D. Luis Méndez de Quijada – Mayordomo del Rey, y esposo de Dª Magdalena de Ulloa, contrató a una “ama de cría” en un pueblo cercano a Madrid, recuperándolo sobre los ocho años para instruirlo en Estudios y más adelante, como Caballero de Armas en su señorío de Villagarcía de Campos (Valladolid), y posterior ingreso en la Universidad de Alcalá de Henares.

Al existir numerosos biógrafos surgen ciertas discrepancias entre ellos, por lo que hemos optado por elegir, en el tramo final, la versión de la Real Academia de la Historia.

Realizó D. Juan visitas al Emperador a Yuste, entre 1557 y 1558, (tampoco en esto se ponen de acuerdo los biógrafos), sin conocerse ambos, y tampoco con su hermanastro Felipe II. En dichos encuentros no pasaron desapercibidos para el Emperador, el espíritu de líder militar y su carácter fuerte del entonces Jerónimo, comenzando posiblemente a urdir para este hijo no reconocido como tal, una educación principesca, dotándolo para mayores empresas.

Fue en un Codicilo (documento en el que uno declara su voluntad de quitar o añadir algo al Testamento) redactado cuatro años antes de su muerte y recogido en la lectura del mismo, datado el 6 junio de 1554, donde el Emperador admitía: “por quando estando yo en Alemania, después que embiudé, tuve un hijo natural de una mujer soltera, el que llama Gerónimo, ordenando igualmente que se le den de renta cada año, de veynte a treinta mil ducados y que mi hijo lo honre y mande honrar….”

Y por qué, no considerar dentro de su reconocida perspicacia antes de sus 58 años, invadido de dolores, pero aparentemente lúcido, se atreviera a urdir en previsión de supuestos acontecimientos no deseados, alternativa para su hijo Felipe II, y el Imperio, por si llegara en algún momento algún tipo de dificultad sobre los problemas de inestabilidades que afectaban al Infante Carlos, los cuales eran de su conocimiento.

Pero centrémonos en sus aspiraciones políticas a caballo con su carrera de armas

Existe verosimilitud sobre el sigilo y secreto con el que fue llevada la existencia del citado Codicilo, además de los posibles riesgos que pudieran recaer sobre nuestro personaje en unas épocas revueltas y convulsas de la Historia Europea, lo cual podría justificar para el Emperador y su estrecho círculo, guardar cautela y secreto, sin no revelar el caso ni a su propio hijo Felipe II, hasta la lectura de su Testamento, redactado cuatro años antes de su muerte.

Presumo que fue una jugada de ajedrez dirigida a su propio hijo.

Desde la lectura de éste, no observó el Monarca en D. Juan, ningún atisbo de peligro para su reinado, es más, podría decirse que hasta un cierto punto un sosiego podría invadirle, dadas las muestras de lealtad y afecto manifestados mutuamente.

Reconocido por Felipe II como hermanastro, fue nombrado Capitán General del Mar, con solo veinte años, encomendándole además otras actividades bélicas.

Según Luis Reyes, (Voz Pópuli), en el ya adulto D. Juan de Austria, comenzaron a surgir otras ambiciones, como la posibilidad de aspirar al trono de Grecia y Albania, cuando su fama comenzó a extenderse, disuadiéndolo su hermanastro sosteniendo que debía conquistarlos militarmente y no a través de embajadas secretas.

La conquista de Túnez, empresa de menor inversión para la Corona, en 1573, supuso calmar algo sus ansias de convertirse en Rey, conquistada la plaza por poco tiempo, ya que los turcos decididos a su reconquista pusieron fin a sus aspiraciones un año más tarde.

En lo que sí parece existir concordancia es en las controversias entre los dos personajes en lo relativo a los sueños de D. Juan en convertirse en Rey, junto a otros actos temerarios y de desobediencia al Monarca, fruto de inducciones, intrigas y ambiciones palaciegas sobre un D. Juan que aún no había alcanzado su madurez. Entre ello, una excesiva concordia con el Príncipe de Asturias. D. Carlos, y el desacierto en los nombramientos del Consejo encargado de asesorar a D. Juan.

Rehusó la opción de gobierno de los Países Bajos encomendada por el Monarca, cometiendo el error de caer en manos de las insidias de un personaje avieso e insaciable en la Historia de España: Antonio Pérez, secretario de Felipe II, que urdía falsedades para desprestigiarle ante su Rey e influyendo sobre el mismo respecto a que D. Juan preparaba una traición, inducida por su propia ambición.

Falleció D. Juan en Namur el 1 de octubre de 1578, aquejado de fiebres y disentería, pero habilitado y reconocido haber sido víctima de la felonía y malignidad de Antonio Pérez, gracias a la consulta de los Archivos de D. Juan trasladados a El Escorial.

Más de quinientos años después, bajo actos más refinados, han seguido persistiendo otras actuaciones políticas. ¡Debe tratarse de herencia genética, al igual que la corrupción en la construcción del Acueducto de Segovia!

JORGE MANRIQUE, SIGLOS MÁS TARDE: ¡Como se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando!

A mis amigos Juan y Concepción Mayoral

Doctor en Derecho por la U.C.M. (Cum Laude). Licenciado en Derecho. Licenciado en Ciencias Políticas. Caballero de Mérito de la Real Orden (Noruega).

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