altEl ex Ministro de Energía y Minas de Ecuador, Alberto Acosta, ha presentado en Barcelona un libro que explica las bases de la actual Constitución del país sudamericano, pionera en la incorporación de los Derechos de la naturaleza y los principios de un Estado plurinacional.

 

El ex Ministro de Energía y Minas de Ecuador, Alberto Acosta, ha presentado en Barcelona un libro que explica las bases de la actual Constitución del país sudamericano, pionera en la incorporación de los Derechos de la naturaleza y los principios de un Estado plurinacional.

 

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Tifón en Filipinas, tsunami en Tailandia, fuga radioactiva en Fukushima; pocas dudas caben de que nuestra relación con la naturaleza no ha ido por el camino correcto. Por eso cada día son más los ciudadanos que, en todo el mundo, buscan nuevos modelos de producción y consumo sostenibles. Lo curioso es que, incluso a veces, esos ciudadanos son gobernantes. Como en Ecuador, donde Alberto Acosta, ex Ministro de Energía y Minas, presidió en 2008 una Asamblea Constituyente en la que se establecieron como fundamentos de la Carta Magna los Derechos de la naturaleza. “El buen vivir”, libro que recoge las ideas surgidas durante esos debates, es la obra que ha traído a Barcelona a Alberto Acosta, su autor, en un momento en que la aplicación de esos principios está en peligro a causa de la explotación petrolera del Parque Nacional Yasuní, al este de la Amazonia ecuatoriana, resuelta el mes pasado por el Presidente de Gobierno, Rafael Correa.

 

“El buen vivir” se trata de una propuesta que “emerge de la periferia de la periferia, no solo del sur sino de los saberes marginados y prohibidos a lo largo de la historia, como la filosofía y la lengua quechua” explica Acosta durante los primeros minutos de la presentación. Sumak Kawsay, nombre original del concepto en el que se basa la Constitución de Montecristi y que da título al libro, es el término quechua que mejor define el nuevo modelo inspirado en las ideas del mundo indígena. ¿En qué consiste “el buen vivir” ? En construir una sociedad sustentada en la armonía de las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, consigo mismos y con los otros. Aunque esto de tan bonito que suena pueda parecer una mera utopía, se sostiene sobre una estudiada práctica económica y política. Ecuador es el primer país en el mundo que incorpora a la naturaleza como sujeto de derechos. “En nuestra Constitución, por ejemplo, se prohíbe la privatización del agua y la ONU en 2010, dos años después de esa declaración, recoge el agua como derecho fundamental- explica Acosta- Todo este proceso de ampliación de derechos es parte de un camino político casi siempre muy difícil. Recordemos lo que ha pasado con los esclavos, los afro o las mujeres. La expedición de los Derechos humanos, que tiene poco más de 60 años, no representa el cumplimiento total de esos derechos. Estamos recién en una etapa preliminar, trabajando en lo que podría ser algún día la Declaración universal de los derechos de la naturaleza”.

 

La clave del plan es la desmercantilización del medioambiente ya que el desarrollo es, según Acosta, “una suerte de estrella apagada cuya luz todavía nos llega pero que ya no existe”. De ahí que el libro recoja la iniciativa que las comunidades amazónicas ecuatorianas, junto a numerosos movimientos sociales, están llevando a cabo para dejar el sustrato petrolífero en el subsuelo del Parque natural Yasuní. Sin embargo, denuncia el ex Ministro de Energía y Minas, “esta es una de las grandes contradicciones del actual gobierno puesto que, en su día, aceptó la propuesta surgida desde la sociedad civil, y ahora se olvida de todos los argumentos sostenidos durante 6 años, volviendo a instaurar la explotación del petróleo”.

 

El libro presentado en Barcelona lucha pues por  la “emancipación del eurocentrismo” que conduce desde hace cinco siglos a América Latina hacia el extractivismo y la expropiación de sus riquezas naturales. “No logramos sintonizar con nuestras raíces. Todavía estamos atravesados por la lógica de la colonialidad del poder. Seguimos pensándonos en función a realidades ajenas, creyendo que lo que viene de afuera es mejor que lo nuestro” declara Acosta. El autor se lamenta de que en Latinoamérica no esté siendo posible constituir un bloque de países comprometidos para impulsar la declaración de los Derechos de la naturaleza: “Hubo un intento por parte de Bolivia, hace un par de años, pero en la práctica se sigue dentro de la lógica del extractivismo. Pese al giro hacia la izquierda que está dando la mayoría de los gobiernos del continente, no veo un verdadero socialismo del siglo XXI”.

 

De todos modos, la responsabilidad no es solo política. Alberto Acosta reflexiona también sobre el papel de la población civil en el camino hacia un sistema poscapitalista. Como Presidente de la Asamblea Constituyente que en 2008 dio origen a una Carta Magna única en el mundo, Acosta defiende el poder de la ley para promover el cambio. Sin embargo, asegura, “la sociedad no termina de comprender lo que significa una constitución, se sigue creyendo que simplemente es un libro de leyes muy aburrido, destinado a abogados y políticos, cuando en realidad es un proyecto de vida en común”.

 

La Constitución de Ecuador contiene otro punto clave en el proceso de transformación: la declaración de un Estado plurinacional que incluye a todas las comunidades que conviven en el país. Esta nueva forma de organizar la sociedad, la economía y la política se trata, no solo de una sumatoria de las distintas visiones de los grupos existentes, sino de “la construcción de otra lógica estatal surgida de esas diferentes formas de ver la vida”. Lamentablemente, la teoría también en este punto topa con la práctica y, de acuerdo a lo que el propio autor explica, el Estado plurinacional es ,de momento en Ecuador ( no así en Bolivia, donde se ha avanzado más en este sentido), una declaración constitucional, en lugar de una práctica gubernamental. “Todavía falta mucho para comprender que un Estado plurinacional tiene que descolonizar a la sociedad. En nuestro país siguen muy presentes el machismo, el patriarcado y el racismo”.

 

Consciente de que la propuesta del “buen vivir” puede ser considerada por muchos como una especie de retorno a la época de las cavernas, Acosta afirma que los principios de la nueva Constitución ecuatoriana constituyen “una vuelta al pasado para construir el futuro”. Sumak Kawsay pretende recuperar prácticas existentes en distintas partes del planeta que sobrevivieron a la colonización, para dejar de perseguir al desarrollo “como a un fantasma”. El autor se hace eco, incluso, de la filosofía del decrecimiento, cada vez más fuerte en Europa, y aprovecha para dejar su opinión sobre la situación actual del Viejo continente: “Los europeos no aprenden de experiencias ajenas ni de su propia historia. Tienen como socio al FMI, desmantelan el Estado de Bienestar, ahondan la crisis y trasladan el peso a los pobres permitiendo una mayor concentración de la riqueza… Eso en Latinoamérica ya lo vivimos y no funcionó”.

 

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