Santiago Cogolludo es fotógrafo de corazón y profesión. Con más de 35 años de trayectoria profesional, es uno de los grandes fotógrafos de las últimas décadas. Amante de la fotografía y de las viejas costumbres, sigue trabajando su objetivo para mostrar al mundo una parte de la realidad más conmovedora.
“La fotografía nunca será una impostura, ya que en ella dejas ver parte de tu concepción del mundo, confeccionada a base de lo que has leído, visto, viajado o vivido”, así define Santiago Cogolludo su profesión, en la que lleva inmerso desde que, por casualidad, una cámara llegó a sus manos.
¿Cómo llegó a la fotografía?
Empecé por casualidad, hace unos 35 años, cuando cayó en mis manos una cámara de fotos. Desde ese momento empecé a disparar a todo lo que veía. Llevaba la cámara conmigo a todas partes. Monté un laboratorio en mi habitación, y ahí empecé.
Mientras tanto trabajaba de camarero o de cualquier otra cosa. Un día hice un viaje a Granada, a ver a mi familia, e hice un reportaje sobre cómo vive la gente mayor de esos pueblos. Gente mayor en los bares, en la puerta de las casas, sus paseos por la carretera, y sin saberlo, capté una historia.
Aquel año presenté mi trabajo a FotoPres y gané uno de los premios. A partir de ahí empezaron a llamarme de diarios como El País y El Periódico, y comencé a trabajar para los dominicales.
Las nuevas tecnologías y el fácil acceso al mundo de la fotografía han incidido en la profesión, ¿son tiempos difíciles para los fotógrafos?
Antes era mucho más fácil trabajar de fotógrafo, se valoraba mucho más. La democratización de la fotografía ha desprestigiado la profesión, aunque cada vez haya trabajos más buenos, cosas más bonitas, siempre existe un punto de desprestigio.
Cualquiera puede tener una cámara, y cualquiera puede hacerlo bien. Esto hace que nuestro trabajo esté desprestigiado y no se valore el esfuerzo, la energía, el aprendizaje, la mirada o la empatía con la gente.
Hay tal proliferación de imágenes producidas a diario que la gente se vuelve insensible. La democratización tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. La fotografía digital ha permitido que se puedan realizar millones de fotografías en un solo día. Antes tenías un proceso, tenías un coste, ahora es mucho más fácil.
En uno de los viajes que hice a Nicaragua, en los que siempre trabajo con cámaras analógicas, conocí a un fotógrafo francés que llevaba allí un día. Para él fue una sorpresa verme trabajar en analógico, y me preguntó cuántas fotografías había hecho en el mes que llevaba allí. Durante un mes, yo había hecho 340 fotos, y él, en una mañana, en el mercado de la ciudad en la que estábamos, había hecho 3.000 fotografías. Eso es la tecnología.
Yo aún sigo trabajando con analógicas, aunque sólo en mis trabajos personales. Me gusta tocar la imagen, sentirla.
¿El mundo es distinto a través de un objetivo?
El mundo es igual de bonito siempre, o igual de feo, es cuestión de enfoque. Yo he ido evolucionando, y ahora me encuentro en una etapa profesional en la que quiero contar historias de las cosas positivas y bellas que hay en el mundo.
Está muy bien eso de incidir en el moco del niño y la mosca, pero el mundo también tiene niños que, a pesar de los mocos y las mocas, juegan al fútbol, se divierten con guiñoles y ruedas de madera, van a la escuela e intentan salir adelante, y salen adelante.
En fotografía tendemos a jugar con esa parte más negra, pensando que cuanto más se urge en la herida de la miseria del ser humano, mejores fotógrafos seremos, pero creo que la vida también tiene ese punto en el que puedes jugar con cosas que, al fin y al cabo, son vida.
En el mundo también hay alegría, también hay una risa al lado del drama, pero las guerras, los desastres naturales, los tifones o las hambrunas venden más.
La trayectoria, la mirada o la capacidad de transmitir, ¿qué hace de un fotógrafo un gran fotógrafo?
El accidente de nacer en una u otra parte del mundo influye en el fotógrafo que puedas llegar a ser. Si Xavier Miserachs o Agustí Centelles, en vez de nacer en Cataluña en la época que nacieron hubieran nacido en Nueva York, en París o en Berlín, estarían en todos los museos del mundo.
Al fin y al cabo, el componente que debe de tener una fotografía, y un gran fotógrafo, es la capacidad de conmover. Conmover capturando momentos o creándolos, porque también hay fotógrafos que cuentan con un mundo interior que son capaces de transmitir con la creación fotográfica.
Además, un buen fotógrafo debe ser sociable, debe ser un humanista, y tener una capacidad innata para comunicarse con el exterior. Cuando llegas a un sitio con tu cámara puedes ser un agresor, vas a meterte en la vida de las personas, y para que te lo permitan tienes que ser capaz de comunicarte. Y por supuesto, tienes que haber vivido, y tener una perspectiva vital que te permita comunicar tu visión de la realidad.
¿Un fotógrafo profesional es un gran fotógrafo?
Hay muchos fotógrafos que no son profesionales y son grandes fotógrafos, incluso profesionales que han sido grandes fotógrafos y que no los han descubierto hasta que casi han muerto, como Joan Colom.
También hay profesionales que son grandes profesionales de la fotografía pero no son grandes fotógrafos. La única diferencia está, precisamente, en la profesionalidad. Puedes hacer un trabajo bien hecho para un periódico o una revista, pero quizás falte ese punto diferente que lo posiciona un punto por encima, junto a los grandes fotógrafos.
¿Qué es la fotografía?
Joan Fonctuberta dice que la fotografía es una impostura, pero yo no lo creo. La fotografía, ya sea captando la realidad que te rodea o creándola, siempre cuenta con algo característico de quien la hace.
Yo creo que la fotografía nunca será una impostura, ya que en ella dejas ver parte de tu concepción del mundo, confeccionada a base de lo que has leído, visto, viajado o vivido.
¿Existe la fotografía perfecta?
Una buena fotografía tiene que conmover, y hay muchas fotografías imperfectas que conmueven, por lo que no sería correcto hablar de la fotografía perfecta.
Una fotografía puede ser perfecta a nivel técnico, de iluminación, composición, etc., pero no me dice nada, y por lo tanto no puede ser perfecta.
La perfección de una fotografía depende más de quien la ve que de ella en sí misma. La capacidad de conmover hace que una fotografía se considere buena o mala, y esto depende de la concepción y percepción de cada uno.
¿Se puede hablar de una nueva dimensión artística?
La fotografía se considera un arte menor, si es que se considera un arte. En España nunca hemos llegado a considerarla como arte. No hay interés, no hay grandes coleccionistas.
En otros lugares del mundo como Holanda, Bélgica o Alemania, las fotografías llenan los museos, existen importantes coleccionistas, los fotógrafos trabajan por encargo en esta dimensión, pero en España nunca se ha llegado a eso, aunque existen grandes fotógrafos que son auténticos artistas.
De toda su obra, ¿cuál es su fotografía favorita?
Tengo varias fotografías, pero es muy difícil decantarte por una. Hay un retrato que me gusta mucho, que hice en Nicaragua en el 2006, en una comunidad del norte, cerca de la frontera con Honduras.
Era una comunidad cafetalera, en la que tenían problemas con tóxicos venenosos agroalimentarios producidos por la industria del café y del banano, en la que hay muchos niños con malformaciones, problemas psíquicos y deficiencias.
Fui allí con un amigo, y al llegar vi a una niña con su madre, pertenecientes a esa comunidad. La madre era tan pequeña como la niña, prácticamente, y la niña iba vestida como una princesa. Ambas se sentaron en un banco, ninguna llegaba al suelo, y detrás tenían una tela, que parecía de un estudio fotográfico y que cubría la entrada a la cabañita en la que vivían.
Es una de las fotografías que más me conmueve.
¿Qué le gustaría fotografiar?
Me gustaría fotografiar la vida en su estado más puro. La vida con esperanza, desde esa perspectiva positiva que también tiene la realidad. Y me hubiera gustado fotografiar el alzamiento de una república en España.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.