El pasado 15 de octubre se celebraban los 75 años de la muerte del presidente republicano Lluís Companys. Una figura que ha merecido gran cantidad de publicaciones y estudios pero del cual aún se desconocía, hasta ahora, quién o quiénes estaban detrás de su fusilamiento en Montjuïc aquella mañana otoñal de 1940. El periodista de investigación Jordi Finestres, con la colaboración del fotógrafo e ilustrador Quim Roser, iniciaron una búsqueda en 2013 para intentar desvelar este misterio y así lo explicaron en una entrevista en Catalunya Radio el julio del año pasado. Por azares o coincidencias de la vida, alguien que estaba escuchando la radio en ese momento y que conocía la identidad de quién disparó a Companys, decidió romper el silencio para siempre, con la condición de que se mantuviera su absoluto anonimato.
“Ciertamente hay muchos estudios sobre Companys, pero nos planteamos si había alguna incógnita aún por resolver. La respuesta fue afirmativa, especialmente respecto a su ejecución”, cuenta el escritor del libro Jordi Finestres. “De hecho lo que estábamos buscando es la historia del viejo pañuelo ensangrentado que llevaba Companys en el momento de su muerte y que se supone cogió un sargento como recuerdo”, añade el ilustrador Quim Roser.
Tras un año de exhaustiva investigación, Finestres y Roser fueron el julio de 2014 a Catalunya Ràdio para explicar su proyecto. Una vez terminado el programa, Finestres recibió un mensaje privado de Facebook en el cual una fuente afirmaba que conocía la identidad de la persona que había disparado a Companys. Pero esta persona no quería desvelar directamente el nombre del responsable, por lo que a lo largo de algunos encuentros iba dando pistas para que fueran ellos mismos los que dieran con la incógnita. “Lo que acabamos descubriendo al final de la investigación es que la fuente anónima resulta ser el nieto del implicado que estábamos buscando, de Benjamí Benet”, confiesa el periodista Finestres. Según parece, la madre de la fuente anónima contó este secreto a su hijo antes de morir y se trataba de un especie de pacto familiar. Sin embargo, el periodista insiste en que no solamente querían averiguar quién disparó, sino quiénes estaban ahí y participaron en su ejecución. Además, Finestres advierte que “no se trataba de un grupo de fascistas que recibieron simplemente la orden de matarlo, sino que cada uno tiene su biografía y hay toda una serie de confluencias y consecuencias personales de ese procedimiento; algunos se conocen e incluso parece ser que después de la ejecución mantendrán algún tipo de relación y otros como el defensor de Companys, Ramon De Colubí, acabarán marchándose y repudiando el régimen franquista”.
Una conclusión importante a la que han llegado los investigadores es que la inmensa mayoría de los presentes en el ajusticiamiento del presidente eran catalanes. “A partir de esta cuestión hay muchas lecturas: si era por una cuestión de cercanía o si era una cuestión de aleccionamiento a los simpatizantes de Companys para que quedara claro que el nuevo régimen no estaba para bromas y que la República era un episodio ya concluido definitivamente”, justifica Roser. Además, Finestres entrevistó a De Colubí en Caracas en 2003 y éste le confesó que había intentado salvar la vida de Companys por última vez enviando un telegrama urgente a Franco. “Aún así, creo que si la hubiera recibido, la suerte de Companys no habría sido mejor, pues ya estaba escrita antes de que fuera detenido en Francia. Es una cuestión de ejemplificar y sólo en casos muy puntuales había indultos. Sólo en Cataluña hubo más de 2.500 ejecuciones en esa época”, confiesa Finestres.
“Companys tuvo la mala suerte de perder el paradero de su hijo en el hospital mental de Francia, lo que dejó muchas pistas para que lo localizaran los alemanes. Y, en segundo lugar, apenas una semana después de su detención, entró en vigor una ley que detuvo la repatriación de los enemigos del régimen franquista. Fue entonces cuando países como México, Argentina y Chile enviaron barcos para que la gente pudiera escapar a América”, cuenta Casas.
Libro en mano, periodista e ilustrador coinciden en que el nieto de Benet está satisfecho. “Honestamente, creo que los libros de Historia tienen que explicar los hechos, de forma objetiva y rigurosa. Es cierto que el principio del libro arranca cuando este hombre vuelve a casa abatido después del fusilamiento. Lo escribí como me contó la fuente a través del recuerdo de su madre”, argumenta el autor. Cuando se le pregunta el porqué del secretismo que envuelve el juicio y fusilamiento de Companys, Finestres afirma que se debe al temor a una posible revuelta popular. “Hay que tener en cuenta que estamos hablando del 15 de octubre del 1940, y ocho días después de la ejecución de Companys había un encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya, y mientras tenía lugar esta reunión, Himmler, la mano derecha de Hitler, está en Barcelona”, alega el periodista. Con todo, Finestres también apunta al deseo de querer evitar una transcendencia de la noticia a escala internacional, ya que se trata del único jefe de gobierno ejecutado de forma oficial. “La ejecución fue legal pero no fue justa, aunque también hay estudios que afirman que dentro del procedimiento judicial hubo irregularidades como, por ejemplo, el hecho de que no se admitiera a ningún testigo de la defensa de Companys”, señala Roser.
De cara a futuras investigaciones sobre la muerte de Companys, Finestres y Roser quieren descubrir si de verdad existe o no el pañuelo manchado de sangre del presidente que, se supone, está en posesión del Ministerio de Defensa. Este santo sudario o reliquia no se colocó junto al cadáver y parece ser que hace diez años tenía que ser devuelto a Cataluña a partir de un acuerdo entre Zapatero y Maragall. Y es que, como advierten Finestres y Roser, “la muerte de Companys aún resulta incómoda para ciertas instancia
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