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Ilustra Evelio Gómez.

Europa la vieja, la rota, la fuerte, la unida. Europa, cuna de la civilización occidental y de las guerras mundiales, bien merece un prominente lugar en la historia. Pero, ¿merecen reconocimiento sus esfuerzos en perpetuar la paz? ¿Es la paz realmente un valor loable de la Europa moderna?

Según el comité, La Unión merece un gran reconocimiento por haber erradicado durante 70 años la guerra en el viejo continente; evidentemente se refiere al concepto tradicional de guerra, la de los tanques, aviones y pistolas. Pero la guerra aún existe. Una guerra  sin armas, sin explosiones, sin espectáculos pirotécnicos. Una guerra silenciosa que cada día se lleva a más personas, ya sea a la muerte o a la indignidad. Una guerra entre dos clases de personas divididas por la cantidad de ceros que figuran en sus cuentas bancarias (de tenerlas). Por encima de una cierta cifra se abren todas las puertas, accediendo a las mejores facilidades y a una justicia ciega y hecha a medida. Por debajo de esa cifra todo son obstáculos y dificultades y la justicia se vuelve implacable y sin piedad.

Pero más allá de estas consignas comunistoides sobre igualdad social y otras utopías, ¿Qué sentido tiene reconocer su esfuerzo en perpetuar la paz dentro de sus fronteras si, mediante el comercio de armas en el que participa, propicia y alimenta guerras, regimenes dictatoriales y barbaries genocidas más allá de sus muros? Una nación proveedora de guerras no merece mayor reconocimiento que una nación en guerra (recordemos que el principal exportador de armas a la Libia de Gadafi fue justamente esta Europa de la “paz”).

Así pues, sino lo merece ¿por qué se le concede? ¿No resulta muy sospechoso que este galardón llegue justamente cuando la Unión Europea más lo necesita, cuando sus gobiernos se lo juegan todo a una carta ante un feroz mercado especulativo que no tiene nada clara su viabilidad? Por desgracia, los Nobel de la Paz han sido usados –de nuevo- como una herramienta política más; la intención del comité está más que clara. Dar el premio a Europa es una hipócrita forma de crear sentimiento de unidad mediante un valor que todo el mundo desea: la paz. Esta maniobra claramente interesada envía un mensaje muy claro a la población: sin La Unión, la guerra y la barbarie serán inevitables y, por tanto, hay que hacer todos los sacrificios posibles para garantizar su continuidad.

Así que, si nos tenemos que bajar el sueldo, lo hacemos. Si tenemos que subir los impuestos, lo hacemos. Si tenemos que recortar ministerios esenciales, lo hacemos. Si tenemos que ceder soberanía, lo hacemos. Si tenemos que beneficiar a las castas empresariales, lo hacemos. Si tenemos que rescatar bancos corruptos, lo hacemos. Todo para no volver a El Horror. Hasta que nos cansemos de esta gran mentira.

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