Ahora que el Banco Central Europeo ha decidido la mayor subida de tipos de todo su bagaje como institución económica, a mí me ha dado por recordar la cuna de la democracia y de nuestra civilización. En efecto, a menudo recuerdo la plaza Sintagma, un bello lugar que visité cuando en el pasado paseaba por Atenas. No en vano, los griegos fueron un ejemplo de sacrificio durante la anterior crisis económica. Supongo que hay que controlar la inflación y la subida de tipos era necesaria. La democracia está en peligro y ahora más que nunca es necesario un sentimiento de cohesión en la nación europea. Nadie dijo que la lucha económica contra el chantaje de Putin iba a ser fácil. Pero volviendo a mis recuerdos del pasado, de Atenas, me traje una pequeña escultura de un búho, símbolo de la sabiduría porque los sueños, las grandes ideas y las revelaciones surgen en la oscuridad. Tomando un vino en la plaza Sintagma, me empapé de la historia mítica de Atenea, también conocida como Palas Atenea. En efecto, dicho personaje femenino era la diosa de la guerra, de la razón, de la inteligencia, de la estrategia en el combate, de la victoria, las ciencias, los inventos, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad. En suma, podría decirse que Atenea era el mejor ejemplo de la vitalidad y la jovialidad griegas. Entre la sensualidad de las mujeres helenas, también conocí la belleza de los epítetos y el significado de los ojos de Atenea, la de los ojos glaucos. Bajo las miradas de ojos verdes me contaron la vieja leyenda que habla de un caballo y un olivo. Dicen que antes de que los filósofos caminaran por la ciudad, dos dioses disputaban por ganarse su aprecio, su protección, y el de toda la Ática. En concreto, Atenea y Poseidón. De hecho, fueron tan molestas sus rivalidades, que al final provocaron que Zeus tuviera que intervenir. Es más, bajo su tutela los ciudadanos de Atenas y los dioses, llegaron a un acuerdo: Atenea y Poseidón crearían algo útil para los hombres y tras recibir esos regalos divinos, serían los mortales junto con Zeus, los que elegirían al Dios que protegería a la ciudad. Cuando llegó el día señalado por Zeus, Poseidón les presentó un hermoso caballo. Ese caballo negro les fue presentado como una ayuda formidable para tirar de sus carros, para ayudarlos en las tareas del campo, para poder viajar más rápido, pero sobre todo como una increíble arma de guerra. Era un regalo fenomenal. No obstante, entonces llegó el turno de Atenea.

Cuenta la leyenda que fue precisamente en el promontorio donde luego se construiría el lugar más sagrado de ciudad, la acrópolis, el sitio donde Atenea golpeó con su lanza una roca y nació el primer olivo. De sus hojas verdes y con aspecto frágil, hizo la diosa una arenga para resaltar las virtudes de la prosperidad frente a las calamidades de la guerra. Aquel árbol desconocido les haría trabajar duro, pero del fruto de sus entrañas obtendrían las sabrosas aceitunas. No se podía utilizar para la guerra, pero de sus aceitunas se podía sacar el aceite para mejorar la salud y comerciar con otros pueblos. También podían utilizar el aceite para alumbrar las casas durante la noche y en cualquier camino. Una tabla de salvación para encontrar el camino correcto. Poco después la votación fue unánime y el propio Zeus quedó encantado: así fue como la ciudad recibió el nombre de Atenas. Naturalmente, ahora que el Banco Central Europeo ha subido los tipos y la economía se desacelera, es extraño hablar de prosperidad. Sin embargo, no hemos de olvidar que en cierto modo, el mundo está en guerra. ¿No es la búsqueda de la prosperidad por encima del chantaje de Putin, la mejor estrategia frente a una guerra que se desarrolla tanto en un escenario militar, como uno económico? Se ha acabado el tiempo del silencio y es normal que sucedan las protestas en las calles. Entiendo que la gente esté un poco cansada. Vienen tiempos duros. No pueden decir a toda una generación que deje su vida en pause. Incluso de alguna manera, es normal que la mayoría de población se sienta como un poco embrutecida. Hasta es comprensible su sensación de estar cerrada como un puño, en la rama de una trémula flor entre el rocío de la mañana. Pero me gustaría que igual que esa inefable destreza de la lanza de Atenea, fue capaz de abrir una rama verde, en duro lecho de una roca, que la belleza de la democracia y de la libertad, penetre como un cuchillo en sus corazones y les haga encabezar una lucha diaria con la fuerza de una sana sociedad, que quiere la paz para un continente unido. En efecto, fue también en la plaza Sintagma en la que me contaron la historia de Sócrates.

Porque Sócrates en realidad fue un analfabeto. Sin embargo, lo interesante de su historia es la relación de la filosofía con el poder y con la vida en comunidad. Cuenta la leyenda que un amigo de Platón llamado Querofonte visitó el oráculo de Delfos. Allí efectuó una pregunta muy sencilla: ¿Quién era el más sabio? Y el oráculo respondió que era Sócrates. Dicho mensaje de oráculo sorprendió sobremanera al propio Sócrates, puesto que él no se reconocía con ninguna sabiduría superior a los demás. Pero el oráculo nunca se equivocaba y eso llevó a Sócrates a iniciar una investigación entre los hombres más sabios de su comunidad. Primero se entrevistó con los políticos. Les hizo preguntas sobre la justicia, o sobre la economía y como sus respuestas fueron equivocadas o simplemente se quedaron callados, llegó a la conclusión que en efecto, él era más sabio porque al menos reconocía que no sabía nada. A continuación, se reunió con los poetas. Después de su entrevista con ellos efectuó la siguiente reflexión: a pesar de sus obras maestras tampoco sabían nada porque no podían explicarlas ya que se las habían dictado las musas. Al final, Sócrates se reunió con los artesanos. Sin duda ellos tenían un conocimiento más cuantificable puesto que hacían cosas útiles. No obstante, también eran muy necios porque opinaban de muchas cosas que ignoraban por completo. Fue en este punto cuando Sócrates comenzó a darse cuenta de la verdad del dictamen del oráculo. No en balde, la mayoría cree saber cuando en realidad no saben. Esto podría ser interpretado como un mensaje de control sobre el problema del ego y la fragilidad del equilibrio sobre el conocimiento humano. Otra cosa interesante de Sócrates es que cuando lo condenan a muerte y sus discípulos preparan su fuga, prefiere la muerte a ser condenado al ostracismo. Es en este punto en el que quiero hablar de la etimología de la palabra idiota. Idiota en griego significa «privado, uno mismo». Y se empleaba para indicar a una persona que no se preocupaba por los asuntos políticos. Es decir, Sócrates prefirió la muerte a ser considerado como un idiota. Eso también quiere decir que la sociedad de su tiempo, a pesar de sus enormes problemas, ―puesto fue condenado por impiedad y corrupción de la juventud y en realidad lo que estaba denunciando era la degeneración de la democracia― era una sociedad todavía en cierto modo sana y por la que merecía la pena morir. Sin embargo, poco a poco, la filosofía fue siendo apartada como brújula del poder y de la sociedad, lo que llevó a todos a una pérdida de salud social y a una decadencia comunitaria. Prueba de ello fue el advenimiento de filósofos cínicos como Diógenes de Sinope. Cuentan las malas lenguas que el primer cínico se dedicó a la falsificación de moneda. Y yo añadiría que a buen seguro la política y la sociedad de su tiempo se había vuelto tan decadente y falsa, que tal vez entonces lo sano era reaccionar en contra, y él lo hizo de forma radical: fue un falsificador, un vagabundo y un idiota. Por eso no debemos de perder la visión de conjunto. Putin se está quedando sin soldados y sin municiones. Tal vez lo sano sea resistir y crear un presente sin contar con sus recursos energéticos. Tal vez lo sano sea luchar por una sociedad mejor y una comunidad libre que no se deje manipular como un idiota. En efecto, me gustaría creer que Europa es todavía un lugar por el que merece la pena morir y que la minoría de los alemanes que protestan en las calles para que se levanten las sanciones a Rusia, pronto se darán cuenta de que una sociedad llena de personas que solo piensan en ellas mismas, es una sociedad ciega que de forma inevitable obtendrá lo que se merece: unos dirigentes egoístas a los que solo interesa mantenerse en el poder y su propio beneficio.

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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