Por primera vez en sus 38 años de historia, El Periódico no está hoy en los quioscos por una protesta de sus trabajadores. Lo logramos ayer después de un día muy duro, la primera de las cinco jornadas de huelga que hemos convocado, hasta las 7 de la mañana del sábado, día 20, para decirle a la empresa que esta vez no, que la coherencia que ha mostrado esta plantilla durante todos estos años no puede ser confundida con sumisión, y que no vamos a quedarnos con los brazos cruzados ante sus incumplimientos y sus continuas faltas de respeto. La primera jornada de huelga fue secundada por el 95% de los trabajadores. Tan solo entraron en la redacción el director, Enric Hernàndez. Otros siete altos cargos del diario optaron por apoyar a los trabajadores y secundar la huelga.

Llevamos años con congelaciones salariales que nos han supuesto una pérdida del 30% de capacidad adquisitiva. En el 2011 asumimos una rebaja salarial que, según la empresa, era imprescindible para hacer frente a la crisis. En el 2014, aceptamos un ERTE (expediente de regulación de empleo temporal) para evitar despidos, que nos supuso una reducción de salario adicional del 9%, compensada con una reducción de jornada laboral del 10%. Debía durar tres años, al final de los cuales nos restituirían la nómina íntegra, con el 16% que, de media, habíamos perdido en esas dos rebajas. La reducción de salario se materializó desde el primer día; la de jornada laboral, no: quienes conozcan el mundo de los medios de comunicación ya sabrán cómo va esto. De media, en estos años, habremos trabajado un 30% más. Menos manos, más tareas (ahora somos redactores multimedia, con lo que eso conlleva) y siempre, siempre, el mismo compromiso de la plantilla y la misma desfachatez de la empresa.

El 30 de marzo, acabó el ERTE. Los trabajadores volvimos a nuestros horarios completos (esos que en realidad no habíamos abandonado nunca, aunque la distribución de las horas fuera diferente) con la incógnita de qué pasaría con nuestros salarios: todo el mes de abril trabajando a nuestro rendimiento habitual, que supera con creces el cien por cien, sin saber qué cobraríamos exactamente a final de mes. Lo descubrimos el 28 de abril, dos días antes de la fecha de cobro: cobraríamos lo mismo que con el ERTE. Nos robaban, directamente, ese 16%, y, no contentos con el incumplimiento, pretendían tomarnos el pelo reflejándolo en la nómina como “rebaja salario acuerdo”. ¿Acuerdo? Eso no era un acuerdo, era un robo, con todas las letras, y cualquier posibilidad de acordar algo la dinamitaba la empresa continuamente, cada vez que los representantes de los trabajadores se sentaban a escuchar y plantear propuestas y no obtenían más que negativas a cuestiones como que el editor, Antonio Asensio Mosbah, rebaje el alquiler que cobra por el edificio que ocupa El Periódico o devuelva los 8 millones de euros que su productora, Zeta Audiovisual, debe al rotativo.

En este tiempo, cada vez que los trabajadores hemos intentado hablar con la alta dirección del Grupo Zeta no hemos obtenido más que desplantes. Los negociadores del grupo creen que esos desprecios se los hacen al comité de empresa, pero no: nos lo hacen a todos y cada uno de los trabajadores. Y todos y cada uno de los trabajadores les hemos respondido con las únicas armas que tenemos: la dignidad y la unión para privarles de nuestra fuerza de trabajo, esa que les permite engordar sus bolsillos año tras año.

Porque ellos aseguran que se han aplicado las mismas rebajas salariales que nosotros, que también están haciendo sacrificios. Sin embargo, las reiteradas demandas del comité de empresa para que aporten la documentación que lo acredita no han recibido más respuesta que acusaciones de estar dilatando el proceso con “peticiones de información inútil”, lo que acrecienta las sospechas, confirmadas por una auditoría, de que toda la carga del sacrificio recae, como siempre, sobre los trabajadores.

No estamos locos. No somos unos suicidas. No estamos apartando El Periódico cinco días de los quioscos, con el daño que nos hace eso a todos, solo por el 16% de nuestros salarios. Lo hacemos, sobre todo, por dignidad y con la mirada puesta en el futuro. No pasa nuestra profesión por el mejor momento. La precariedad del periodismo crece día a día: los sueldos cada vez más bajos que obligan a muchos compañeros al pluriempleo y la necesidad de hacer mil tareas a la vez (redactar para papel, para web, buscar fotos, vídeos, enlaces…) no se llevan bien, precisamente, con el rigor, y la amenaza de “ahora salgo a la calle y hay 10 que harían lo mismo que tú por la mitad” no es el mejor acicate para defender tus informaciones por encima de los intereses de tu empresa. Aun así, se trabaja buscando el máximo rigor a base de echarle horas, y cada día hay redactores que se enfrentan y levantan sus firmas, si es necesario, porque la información que va a publicar su medio no se corresponde al cien por cien con la que ellos elaborarían si tuvieran libertad absoluta. Eso pasa todos los días en las redacciones, y ya sería hora de que la ciudadanía lo supiera. La imagen del colectivo se está viendo muy dañada por la actuación de muchos periodistas ultramediáticos que no son más que peones del ajedrez del poder. Nuestro trabajo, nuestro día a día, no tiene nada que ver con esos bufones, y la gente de la calle tiene que saber que, como bien dice el Sindicato de Periodistas de Catalunya, nuestra precariedad es su desinformación.

En los próximos días, los trabajadores de El Periódico (redactores, maquetadores, fotógrafos, infografistas, informáticos, telefonistas, comerciales, administrativos, empleados de logística… todas las piezas imprescindibles para que un diario llegue a las manos del lector) no vamos a poder ejercer nuestra profesión, esa que amamos. Tampoco nuestros compañeros de Sport, que también estuvieron en huelga ayer y lo estarán hoy, a pesar de que hoy sí podréis encontrar un sucedáneo de este diario deportivo en los quioscos, elaborado por un reducido grupo de personas que no tuvieron reparo en actuar como pésimos compañeros para intentar dinamitar una justa reivindicación (de la que ellos también se beneficiarán cuando la protesta dé frutos, no olvidemos eso). Estaremos horas en la calle, frente a nuestras redacciones, luchando por que se nos respete como trabajadores y la empresa entienda que no puede saltarse unilateralmente los acuerdos y, lo que aún es más grave, la legalidad. También por que entienda que el periodismo se hace con dedicación y compromiso, que conlleva una responsabilidad social y tiene un coste. Que no todo cabe en una hoja de Excel.

Intentaremos que mañana El Periódico vuelva a faltar en los puntos de venta, y pasado, y el otro, para que después pueda seguir saliendo durante mucho tiempo. Porque ellos tienen la fuerza de dejar nuestras cuentas corrientes en números rojos, de acuerdo, pero nosotros tenemos la fuerza del trabajo bien hecho durante décadas, y la potencia incontestable de la dignidad y la unión. Y, sobre todo, tenemos la razón.

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