Un grupo de escritores, dibujantes, bibliógrafos, poetas… liderados por el novelista Mijaíl Osorguín lograron abrir una pequeña librería en Moscú que pronto se convertiría en un verdadero centro cultural y, lo que es más importante, en un ente autónomo de libre pensamiento al margen de los estamentos oficiales. La Revolución de Octubre, en un principio, trajo aires de libertad y derribó los muros de la censura, muros que se tornaron a levantar y la lista de libros prohibidos e intelectuales “degenerados” volvieron a minar la poca vida cultural de la ciudad. A todo ello hay que añadir la inflación que hacía subir los precios cada hora. Cuando los pocos libros que podían encontrarse se usaban para quemarlos y calentar las casas, Osorguín y sus colegas se dedicaron a publicar pequeñas tiradas de libros manuscritos de poetas como Marina Tsvietáieva o Alexéi Rémizov. La librería de los escritores funcionó durante el periodo de 1918 a 1922 y, además de rescatar los pocos libros que circulaban por la ciudad y editar otros nuevos, la librería sirvió como modus vivendi de muchos artistas e intelectuales que, en régimen de cooperativa, trabajaron en la misma.
Este librito (73 págs.), que me regaló una amiga, por cierto, es una joyita que han publicado Ediciones de La Central y los amigos de Sexto Piso Ediciones. Con una pequeña, pero intensa, crónica de aquellos hechos, con poesías de Tsvietáieva e ilustraciones, no impresas, sino encartadas, de Rémizov y la traducción de Selma Ancira, se remata esta interesante obra.
Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.