La ultraderecha ha conseguido este pasado domingo un resultado histórico, la primera victoria en unos comicios generales en Austria desde la Segunda Guerra Mundial. El FPÖ se convirtió en la fuerza más votada en las elecciones legislativas, obteniendo el 29,2% de los votos, doce puntos más respecto a las últimas elecciones, mejorando incluso los resultados que le otorgaban las encuestas durante la campaña. La coalición de gobierno de Populares y Verdes sufrió un severo correctivo electoral: los conservadores del ÖVP, del canciller federal Karl Nehammer, se quedan con el 26% de los votos, perdiendo más de once puntos; mientras que sus socios minoritarios, los verdes, obtuvieron un 8% de los sufragios y perdieron más de cinco puntos.

A pesar de la victoria de la ultraderecha austriaca, el FPÖ tendrá muy difícil gobernar salvo que sacrifique a su polémico candidato y principal figura, Herbert Kickl. El llamado “cordón sanitario” hace tiempo que es historia en Austria. Los dos principales partidos del país, los populares del ÖVP, pero también los socialdemócratas del SPD, han gobernado desde la década de los 80 en diversas legislaturas con el FPÖ. Sin embargo, la ultraderecha siempre fue el socio menor de estas coaliciones. En este caso, con el resultado del pasado domingo, el canciller sería un ultraderechista. Y todo apunta a que el elegido sería su candidato y jefe de filas Herbert Kickl.

Aquí es donde reside el veto de los principales partidos, un veto a su candidato y no al FPÖ. El canciller conservador, Nehammer, dejó clara la postura del ÖVP pocos días antes de la votación: no habrá coalición con el FPÖ, no al menos con Kickl como líder. A pesar de la victoria del FPÖ, su candidato es el político más rechazado del país, según los sondeos de opinión: el 60 % de los austriacos no quiere que sea canciller federal. El resto de los partidos han hecho de su rechazo a Kickl una especie de emblema electoral, una situación que complica el acuerdo con el FPÖ para formar gobierno, pero que a la vez refuerza el liderazgo de Kickl como bestia negra del establishment político austriaco. Otorgándole una gran popularidad entre capas sociales cada vez más desafectas con el sistema y los partidos austriacos.

La intención de los populares es que Kickl siga los pasos del carismático líder del FPÖ, Jörg Heider, cuando hace 24 años se apartó, rechazando ser ministro, para asegurar la entrada de la ultraderecha en el gobierno austriaco con el ÖVP. La gran diferencia con el FPÖ de Haider es que en esta ocasión han ganado las elecciones. Y después de un resultado histórico parece poco probable que la extrema derecha sacrifique a su líder en aras de cualquier acuerdo. De hecho, Herbert Kickl comenzó su carrera política de la mano del dirigente ultraderechista y gran modernizador del FPÖ, Jörg Haider, del que llegó a ser su responsable de discurso. A pesar de la marcha de su mentor, Kickl se mantuvo en el partido, llegando a ser ministro del interior en el gobierno de coalición con el ÖVP de Sebastian Kurz. Aunque su fama empezó a despuntar con la pandemia, en donde Kickl se convirtió en el abanderado contra las restricciones, organizando manifestaciones multitudinarias, negándose a utilizar mascarillas en el Parlamento, cargando contra la vacunación y recomendando tomar un medicamento para desparasitar caballos como alternativa al tratamiento convencional. Su ascenso mediático durante la pandemia le aupó al liderazgo del FPÖ en 2021, radicalizando el discurso sobre la migración, la islamofobia, el negacionismo climático, contra la UE y defendiendo todo tipo de teorías de la conspiración.

Durante la campaña electoral, el FPÖ ha radicalizado su discurso anti-migración, llegando hacer suya el concepto de “Remigration”, introducido por la organización neonazi Movimiento Identitario, que defiende la expulsión del país de refugiados, peticionarios de asilo, extranjeros y también de ciudadanos con pasaporte austriaco y origen migrante. Una fórmula que persigue asegurar la homogeneidad racial y cultural que nos retrotrae a los momentos más oscuros de la historia austriaca. De hecho, el propio Kickl se ha autodefinido en campaña como el “canciller del pueblo” (Volkskanzler) y ha señalado a sus oponentes de otras formaciones políticas como “traidores al pueblo” (Volksverräter), una terminología nazi que ha generado mucha polémica en la campaña. Más aún después de la filtración de un vídeo, en vísperas de la jornada electoral, en el que se veía a varios diputados del FPÖ en un funeral cantando una vieja canción de lealtad de las SS nazis.

No deja de ser preocupante, como cada vez más a menudo, que la extrema derecha alemana y austriaca muestren públicamente su afinidad con el pasado y herencia nacional socialista sin que tenga el menor coste electoral, más bien lo contrario. Lo hemos visto recientemente en las elecciones del Estado federado alemán de Turingia, en donde la ultraderecha de Alternativa por Alemania ganó por primera vez unas elecciones desde la II Guerra mundial bajo el liderazgo de Björn Höcke, al que se le ha llegado a levantar hasta en siete ocasiones la inmunidad parlamentaria para ser investigado por incitación al odio, negacionismo o el uso de símbolos nazis, siendo condenado hasta en dos ocasiones.

Más allá de polémicas y provocaciones de Herbert Kickl, como la recuperación de la expresión que se utilizaba para designar a Hitler -el “canciller del pueblo”-, la victoria del FPÖ es la expresión de un descontento social creciente en importantes capas de la población austriaca por una economía en recesión desde hace más de un año, el aumento de la inflación y el coste de la vida, una importante desafección con la política y el sistema de representación, así como el crecimiento exponencial de las teorías de la conspiración desde la pandemia de la covid. Malestares y miedos que el FPÖ bajo la batuta de Kickl ha sabido capitalizar electoralmente.

La alternativa a un gobierno liderado por el FPÖ parece ser una gran coalición de conservadores y socialdemócratas, como la que gobernó Austria durante las primeras décadas tras el Segunda Guerra Mundial y que ahora cuenta con una ajustada mayoría parlamentaria. Aunque también podría producirse un inédito tripartito de ÖVP, SPÖ y los liberales de NEOS, que daría al gobierno una mayoría parlamentaria más holgada. Estas opciones conseguirían excluir al FPÖ del gobierno y mantener a Karl Nehammer de los populares como canciller. ¿Pero a qué coste? Nunca antes unas elecciones en Austria habían dejado en una posición tan débil a las dos grandes formaciones de posguerra, el ÖVP y el SPÖ. Un gobierno de gran coalición continuaría la erosión electoral de ambas fuerzas, favoreciendo un trasvase del descontento, aun mayor, hacia las filas del FPÖ. La exclusión sin más de Herbert Kickl y del FPÖ del gobierno sin cambiar las políticas que han impulsado el malestar del que se nutren no solo no acabara con la ultraderecha, más bien, impulsará aún más su crecimiento.

La gran victoria póstuma de Haider y ahora de Herbert Kickl ha sido que los principales partidos hablen como ellos, consiguiendo condicionar el debate público con la normalización de sus postulados xenófobos e islamófobos. Lo hemos visto recientemente en Alemania, cuando el gobierno de Socialdemócratas y Verdes han comprado la agenda migratoria de la extrema derecha, o cuando el Parlamento Europeo votó un Pacto Migratorio que consolida el racismo institucional y la necropolítica. Hace unos años, ya advertía en un artículo sobre los resultados electorales en Países Bajos, que no bastaba con juntar a todos los partidos para evitar que la extrema derecha entrara en el gobierno, que si no cambiaban las políticas sobre la que se sustenta el malestar creciente que nutre a la extrema derecha solo estaremos postergando su ascenso. Hoy la extrema derecha gobierna en Holanda. En aquel momento me parecía, al igual que hoy, que la obra de teatro de Brecht La resistible ascensión de Arturo Ui era un buen aviso para el presente y el futuro. La historia no está escrita, la ascensión de la extrema derecha no es algo inexorable, como termina Brecht su obra: «aprendamos a ver, en lugar de mirar como el cordero que marcha al matadero». El mejor cordón sanitario a la extrema derecha es combatir las causas que han generado su ascensión, que sus ideas y propuestas no se apliquen de forma interpuesta por los partidos de la gran coalición. Nuestra pelea no solo puede ser que no gobierne los Kickl del mundo sino por transformar el sistema que los ha engendrado.

*Miguel Urbán, exdiputado de Anticapitalistas en el Parlamento Europeo y miembro del Consejo Asesor de viento sur.


*Fuente: https://vientosur.info/la-resistible-ascension-de-herbert-kickl/

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