Diez años más tarde y en el mismo Palau Sant Jordi, Red Hot Chili Peppers hicieron doblete en un fin de semana de contrastes complementarios. Lejos de calcar shows idénticos, el cuarteto funk-rock de Los Ángeles tiró de profesionalidad para regalar dos repertorios muy distintos (sólo repitieron ‘Dark necessities’, ‘Californication’ y ‘Give it away’ como despedida) y dos sonidos dispares. Cincuentones que, gracias a cuerpos todavía atléticos, se acercan más a los ‘viejóvenes’ que a los ‘joviejos’.

Red Hot Chili Peppers

El sábado fue una especie de aperitivo: apenas 16 temas en 1h.45 minutos. El bajo de Flea y la batería de Chad Smith retumbaban excesivamente en un recinto acústicamente flojo. Hasta la sexta canción (la imprevista ‘Hard to concentrate’) no afinaron ante unas gradas repletas y una pista medio vacía, pese a que las entradas para el público de pie se habían agotado tres horas después de ponerse a la venta.

La distintiva voz de Anthony Kiedis y velas luminosas en permanente movimiento sinuoso dignificaron un último trabajo (‘The getaway’) que, excepto un primer single excelente, destila monotonía y autoplagio. Locura con ‘Californication’, ‘Dani California’ y ‘By the way’, Flea haciendo el pino y andando con las manos al volver del escenario después de la pausa y el público tarareando ‘Seven nation army’ de White Stripes para amenizar la espera. Josh Klinghoffer, muy voluntarioso y con un pelo que le impedía mirar su propia guitarra, tapaba como podía la alargada sombra de John Frusciante.

El domingo, Red Hot Chili Peppers, la banda californiana, se soltó en cuanto a variedad y proximidad: ‘Around the world’ (pese a algunos momentos desafinados de Kiedis), ‘Otherside’, ‘Snow’, ‘Aeroplane’ o ‘Under the bridge’. Y focos para todos: Klinghoffer tocando en solitario la frágil ‘Cry baby cry’ del álbum blanco de los Beatles, que pocos reconocieron, las consignas pacíficas y almibaradas de Flea con su macarrónico castellano (“en mi corazón, la bonita Barcelona”, “paz y amor para todos”) y el noveno aniversario de la hija de Kiedis. 18 temas en prácticamente dos horas.

En resumen, dos veladas de funk rock de un grupo tan venerado a partir del giro ‘mainstream’ y melódico que supuso ‘Californication’ en 1998 como detestado por los fans puristas de su primera época, que desde entonces les acusan de venderse a los aires masivos y comerciales. Sea como sea, los pimientos rojos y calientes todavía pican y alimentan.

Red Hot Chili Peppers

Redacción en  | Web |  Otros artículos del autor

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

Comparte:

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.