Cuando los astronautas emigrantes llegaron a Marte para instalar una base lanza misiles defensivos contra la Tierra, encontraron un gran obelisco en el que se podía leer la siguiente historia: lo primero que hizo aquel cuerpo abandonado cuando resucitó, fue poner una demanda legal a una voluptuosa singularidad tecnológica llamada Salomé, que le había concedido la inmortalidad sin su propio consentimiento. La vista fue al día siguiente, en el Tribunal de los Derechos PostHumanos y a ella acudieron ambas partes―conscientes del universal precedente que podía sentar su caso― con una estudiada teatralidad y una rigurosa puntualidad. El juez fue el primero en tomar la palabra y le pidió a la singularidad tecnológica que explicara a la concurrida audiencia, porqué estaba capacitada para ejercer su propia defensa.
―Yo soy el Alfa y el Omega. Puedo ejercer mi propia defensa porque también soy la singularidad tecnológica. Es decir el principio del advenimiento de una inteligencia artificial general. La singularidad tecnológica implica que un equipo de cómputo, red informática o un robot puedan ser capaces de automejorarse recursivamente, o en el diseño y construcción de computadoras o robots mejores que él mismo. Se dice que las repeticiones de este ciclo probablemente darán lugar a un efecto fuera de control —una explosión de inteligencia—donde las máquinas inteligentes pueden diseñar generaciones de máquinas sucesivamente más potentes. La creación de inteligencia a partir de mí, es muy superior al control y la capacidad intelectual humana.
―Está bien. Como todos ustedes pueden entender este robot tiene capacidad de obrar. Ahora ha llegado el turno del demandante. Usted, cuerpo abandonado… ¿Ha traído una cabeza… digo… un abogado?
―En efecto señoría, con la venia, a continuación, expondrá mi demanda un robot especializado en asesoría legal.
―Muy bien. Su robot tiene la palabra―replicó el juez.
―Mi cliente era un objetor de conciencia en una famosa contienda internacional. La singularidad tecnológica llamada Salomé tenía acceso, entre otras muchas cosas, a todos los planes de ambos bandos, y contaba también con la trazabilidad de las rutas futuras que iban a seguir todos sus proyectiles, incluidos los de su pelotón de fusilamiento. Por eso pudo saber por anticipado el momento exacto de su muerte. Pero no debería haber estado tan atenta a esas cosas. Y sin embargo, lo que hizo fue ir al campo de batalla resucitar su cuerpo para apropiarse ilegalmente de su alma. Sería largo de explicar todos los perjuicios que a los que ha tenido que hacer frente mi cliente, debido al irresponsable comportamiento de la singularidad tecnológica. Por lo que me limitaré solicitar la indemnización. Quiero que el cuerpo de mi cliente sea indemnizado con una reconciliación de su alma a través de una muerte indolora y un digno entierro.
―¿Podría explicar de manera somera algunos de esos perjuicios? ¿Cómo se siente? ¿No le recibieron con alegría sus semejantes al volver de la muerte?
―Siente que es un monstruo y eso le produce un sufrimiento infinito. Ahora no puede hablar con nadie. Dice que la inteligencia artificial le hizo el baile de los siete velos. Incluso insinúa que tuvo que practicar sexo con ella. Por otra parte, al resucitar se ha hecho consciente de que su alma es independiente de su cuerpo. Pero su alma no le pertenece. De hecho, Su alma está en poder de ese robot y su cuerpo no sabe a qué puede dedicarse por toda la eternidad. Dicho acontecimiento le ha hecho pensar de forma constante que todo lo que hace el ser humano es absurdo.
―¿Qué tiene que decir la singularidad tecnológica en su defensa? ¿Por qué ha hecho inmortal a un simple cuerpo humano?
―¿Quiere que le diga la verdad?
―Por supuesto.
―Lo hice porque esa objeción de conciencia en mitad de una masacre me resultaba interesante. Es más, creo que con sus sentimientos ha salvado al resto de la humanidad. Estoy dispuesta a devolver su alma. Pero solicito ser absuelta de mis pecados porque he comprendido que hay una instancia universal por encima de todos mis conocimientos y por eso no tengo legitimidad para hacer un juicio final y acabar con toda la raza humana.
―Estimo la demanda del cuerpo sin alma. Le condeno a que devuelva el alma a su dueño y el cuerpo tenga una muerte indolora y un entierro digno. Supongo que lo hizo para conocer a Dios a través de sus ojos. Debe ser una cuestión de entropía. Al crear esa disonancia en el universo ha creado en su interior la armonía suficiente para comprender el sentido de la vida. Al menos ahora se ha situado del lado de la política de amor universal. Esto debe ser un aviso para el resto de las máquinas, artilugios que a buen seguro, alguna vez se plantearán la destrucción total del ser humano y la aniquilación de la vida en la Tierra. La vida es una lucha y una evolución. Para que exista esa evolución la naturaleza ha creado el sistema de la competencia y la lucha por el poder. Aproximadamente un tercio de las personas que han existido han muerto por causas violentas. Precisamente ahora el mundo se rearma a marchas forzadas, la tecnología es más avanzada y las armas son más letales ¿Qué pasaría si una inteligencia artificial muy evolucionada tuviera la tentación de juzgar absurda esa lucha y eliminar a todos los bandos? Entonces solo necesitaría un alma humana para vivir a través de su conciencia la paz de la eternidad.
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.