El artículo de periodista robótico N-77777 versaba sobre otra verdad, una verdad incómoda que cuestionaba la segura y pacífica vida de aquella avanzada supercivilización del planeta conocido como impronunciable y banal número cuatro. ¿Y cuál era esa verdad? La verdad era que las máquinas clasificaban a todas las personas como taradas y habían hecho una dictadura (vaciando de contenido las únicas instituciones humanas que todavía podían limitar o controlar su mandato). Tal vez por eso, dicho periodista estaba preparado cuando aquellos enormes ciber-policías aterrizaron su nave en la zona prohibida; iban a buscarlo. De hecho, le atribuían una grave falta: había dado síntomas inequívocos de un funcionamiento defectuoso. Quizá por eso, conocedor de su posible búsqueda y captura, había intentado ponérselo difícil huyendo a la zona prohibida. La zona prohibida estaba en los límites de la realidad y había que estar muy loco para ir hasta allí. No obstante, en este nuevo mundo futuro, el hombre —que era la única criatura capaz de creer o percibir una divinidad y también, de negarla o ignorarla— había sido la única especie tan estúpida como para crear máquinas en las que delegar sus responsabilidades y su propio gobierno. De hecho, su realidad, tanto psíquica como física, ahora estaba tutelada y diseñada por una avanzada inteligencia artificial general. Eso abarca todos los órdenes de responsabilidad social de la vida en comunidad. Tanto era así, que incluso había androides que se dedicaban a seleccionar y publicar las noticias, que ya estaban todas escritas de antemano. Sin embargo, en un remoto confín de aquel anodino mundo idiotizado y futuro, a veces surgían errores, como el caso de aquel ciber-periodista que había comenzado de forma sorpresiva a contar la verdad por muy dura e inquietante que fuera. De hecho, mandando al traste toda su reputación y toda su vida anterior, había entrevistado a alguien imposible, es decir, a un fantasma, y eso no era todo. Es más, aquello solo era la piedra de toque inicial para una serie de fenómenos paranormales que iban a golpear, en poco tiempo, al mundo entero. De hecho, innumerables cosas raras, llamadas por los antiguos hombres, fenómenos paranormales, estaban sucediendo poco a poco, por todas partes. Era el aviso que intentaba evitar una enorme Tercera Guerra Mundial. Pero su última noticia, era demasiado fuerte para que no cundiera el pánico entre los hombres débiles y despertara las conciencias de los más fuertes. Las últimas catástrofes no eran fallos de mantenimiento de la computadora cuántica central. Todo era un premeditado ataque alienígena. Es más, una enorme nave extraterrestre había destruido sin daños colaterales todos los silos nucleares del mundo. Según las teorías secretas más avanzadas, esta civilización alienígena pretendía usurpar el poder a las máquinas mientras todos los hombres se preguntaban quién les protegería y tutelaría a ellos a partir de entonces. Fue ese preciso momento cuando un robot militar apareció en los medios de comunicación vestido de alienígena, con un disfraz semejante a una caricatura, para desmentir el asunto. A pesar de todo, la población humana comenzaba a estar bastante inquieta. Una vez fue destruido y desconectado, el periodista rebelde, los ciber-policías asistieron con sus propios medios homologados de detección y grabación a la aparición de un hada, que, manifestándose con una enorme luz en el cielo, les habló de este modo:
—Ya hubo religiones en tiempos remotos que desterraron las creencias paganas en la naturaleza y lo hicieron sustituyendo a los dáimones que estaban, por todas partes, por hombres mendicantes— Es decir, les suplantaron en la cadena de comunicación con Dios. Ahora ya ni siquiera ponéis hombres, queréis que el intermediario con lo divino sean las máquinas. Eso tiene fatales consecuencias, puesto que realidad daimónica que pretendéis ocultar, vuelve siempre y volverá de forma redoblada para cuestionar, de forma mucho más beligerante, vuestro patético orden cibernético y su respectiva anodina realidad. No podéis disminuir técnicamente a Dios.
—¿Por qué te has metido dentro de uno de nuestros robots y has dejado de hacer periodismo artificial?
—Lo hago por lealtad social y además me gusta más el periodismo gonzo.
—¿Qué quieres por tu silencio?
—Hubo una tempestad que trajo al heredero legítimo del mundo al destierro de esta isla, pero pronto el gobierno de los hombres descansará de nuevo sobre los hombres de los hombres y ellos darán el lugar que corresponde a la realidad daimónica.
—Tú eres un hada, por definición no eres real—le dijo la inteligencia artificial general.
—¿Y me lo dices tú, que eres solo un ente virtual?
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.