Ibrahim Maalouf ha debutado este jueves en Barcelona con su homenaje a la famosa cantante egipcia, Um Kalthum, en clave de jazz neoyorquino. El trompetista franco-libanés deslumbró, junto a una banda impecable, a una platea que desde hace tiempo esperaba su escala en la Ciudad condal.

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Ibrahim Maalouf es el único trompetista del mundo que interpreta música árabe con una trompeta especialmente diseñada para los makams, antigua música tradicional de Medio Oriente. Y es que la trompeta llamada de “cuartos de tono”inventada por su padre, también célebre músico, en los años sesentaes el instrumento exacto para quien, como Maalouf, busca en el sonido el cruce de culturas. Su larga carrera en el ámbito clásico, su pasión por el jazz, sus raíces árabes y su natural curiosidad por los estilos más modernos llevan a este artista franco-libanés a una particular fusión que solo acepta como regla la intuición y la maestría.

Así lo ha demostrado este jueves en su debut en Barcelona, con un concierto de casi dos horas en el Teatro Apolo que ha emocionado al ecléctico auditorio. Dentro del Festival Mil·llenni, Maalouf  ha presentado su último álbumKalthoum‘, un tributo a la diva egipcia Um Kalthum con el que logró derribar otra barrera, la que podría separar a los clásicos de la música árabe del jazz neoyorquino. Nada es imposible para este artista, al menos en el campo de las composiciones. Maalouf ha recreado uno de los mayores éxitos de la gran cantante egipcia, la suite ‘Alf leila wa leila‘, en clave de jazz moderno, idea que, según él mismo confesó durante el concierto, escandalizó incluso a algunos miembros de su familia.

Pero cualquier prejuicio se acalla cuando comienza a sonar la trompeta entre sus dedos. El virtuosismo con el que tanto Maalouf como su bandaentre los cuales están el batería Clarence Penn y el pianista Frank Woeste, unos de los mejores intérpretes de Nueva York- tocaron esta pieza mítica de la música egipcia, a nadie hizo pensar en escuelas o banderas. El público, con cada nota más entregado, acabó aplaudiendo enérgicamente al ritmo de las melodías e, incluso, participando de una creación colectiva al final de la velada.

Tanto al inicio como al cierre de la actuación, Maalouf invitó a un músico de origen sirio al escenario para que la música clásica árabe también estuviera presente en toda su pureza. Antes de arrancar con el “Primer movimiento” de su sinfonía-homenaje a Um Kalthum, los espectadores pudieron disfrutar de la versión original de la famosa cantante y tras su primer bis el trompetista volvió a convocar al laudista para interpretar, esta vez, al gran mito de la canción libanesa, Fairouz.

Sin escenografía, sin vestuarios ni luces especiales, sin ningún efectismo en la puesta en escena, el concierto de Maalouf y su banda hipnotizó a la platea desde el primer hasta el último minuto. No hacía falta más, nadie echó de menos las lentejuelas. Brilló la música, brilló el humor, brilló el respeto y el arduo trabajo que se sintió detrás de cada melodía.

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