La última entrevista a Miguel de Unamuno, que se publica el 1 de marzo de 1944 en el Correo Literario de Buenos Aires. Unamuno ya había muerto (diciembre de 1936). El periodista argentino, Norberto A. Frontini, que le hizo la entrevista, fue uno de los intelectuales que en abril de 1939 constituyeron un comité de ayuda a los exiliados republicanos, facilitándoles la instalación en el país sudamericano.

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Una página inédita de Don Miguel de Unamuno

Por Norberto A. Frontini

No me gusta que me interpreten

En julio de 1932 conversé por primera vez con don Miguel de Unamuno en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Recuerdo su mirada inquisitiva, su voz escasa de inflexiones, pero vibrante, su conversación enhebrada de nerviosas pausas, agitada por el dinamismo expresivo de ojos, cabeza y manos. Después de la charla en la que Unamuno hizo el elogio del negro americano y esbozó una atrevida e interesante teoría sexual para explicar la actitud separatista del blanco, en que aludió a «un joven argentino que sabía mucha filosofía, pero que era un tanto desordenado y bohemio», en que se tocaron cien menudos temas, le dije que deseaba conocer su interpretación del momento español para escribir una nota periodística. Me atajó rápidamente para decir con alguna violencia en la voz: «No, señor, no le diré palabra, pues no me gusta que me interpreten». Reflexiones, por un lado, y por otro, convinimos en que le enviaría un interrogatorio. Así lo hice y a los pocos días obtuve contestación.

Carta de Unamuno

«Aquí tiene usted, señor mío, las respuestas a las preguntas que me dirigió. Las he concretado lo más que he podido, pues otra cosa me habría llevado a desarrollos que no caben en una encuesta o entrevista a las que les temo, pues rara vez, si es que alguna, se logra exactitud en ellas. Es siempre mejor un informe meditado y razonado, que el informante redacte cuidadosamente por sí mismo, y para ello me falta tiempo y reposo de ánimo. Queda suyo y afmo. Miguel de Unamuno. Madrid, 28 VII 32».

miguel de unamuno entrevista
Miguel de Unamuno, leyendo tumbado en una cama de su casa Cándido Ansede Requejo

La encuesta

Por motivos ajenos a mi voluntad no se publicaron hasta ahora las respuestas de Unamuno. Aunque falte la viveza y color del diálogo oral en que las respuestas originan otras preguntas, las transcribo mondas y lirondas, pues esa ha sido la intención de don Miguel. Apenas sí agrego minúsculos comentarios para precisar el sentido o intención de alguna pregunta o respuesta.

P.— ¿Qué cambios esenciales proyecta la República en el espíritu español y cuáles ha implicado ya?

R.— El tiempo que lleva de vida en España no nos ha permitido apreciar los cambios que puede introducir en el espíritu público. Los más de los españoles no se han dado aún cuenta de en qué pueda diferenciarse de una monarquía una república.

[Yo había advertido en campos y ciudades de España que la República se sentía cosa del propio pueblo y como esperanza de liberación].

P.— ¿Existe un problema económico de carácter vital y de índole sustancialmente española que la República deba resolver de especial manera?

R.— El problema económico que tiene que resolver la República es el que se está discutiendo en la ley de Reforma agraria.

P.— ¿Existe un problema educativo que deba resolverse por procedimiento de urgencia?

R.— En problemas educacionales, los procedimientos de urgencia suelen llevar a improvisaciones peligrosas. La instrucción pública progresa de modo evidente. El número de analfabetos que se sigue declarando por rutina, conforme a antiguas y no bien hechas estadísticas, es inexacto.

[Mi pregunta iba dirigida a los problemas educacionales que se relacionaban con la vida económica, con el mejor y más adecuado régimen de explotación de la tierra, con la capacitación técnica necesaria para mejor explotarla, con la transformación del rígido sentimiento individualista de la propiedad privada, etc.]

P.— ¿Existe en España un estado de ánimo que la habilite para la creación de una República auténtica y original? ¿El pueblo español siente acaso caóticamente el fenómeno político?

R.— No sé bien qué pueda ser una República original y le temo a la obsesión de la originalidad. Ni creo que en España se sienta lo político más caóticamente que en otro pueblo civilizado cualquiera.

P.— ¿Cómo juzga usted a los partidos políticos y a los hombres de gobierno?

R.— No me creo informado ni interesado para juzgar a los partidos políticos y a sus hombres. Me he propuesto no juzgar a los hombres de gobierno.

P.— ¿Cuál habría sido la estructura prácticamente ideal para resolver el problema de Cataluña y cuál su oportunidad y técnica?

R.— Del problema de Cataluña estoy escribiendo y hablando de continuo, pero no me siento con facultad para concretarlo en pocas líneas sin que ello se preste a equívoco.

P.— ¿Qué opinión tiene usted del fascismo y del comunismo como posibles formas político-sociales en España con relación a la índole temperamental y espiritual del español?

R.— No creo posible, por hoy, ni fascismo ni comunismo.

P.— ¿Qué obras literarias tiene en preparación o en estado de editar?

R.— Mi producción literaria se limita ahora a mis artículos en El Sol. Fuera de eso hago poesía y preparo cosas de teatro. Para que luego los cómicos remoloneen en estrenármelas.

P.— ¿Qué piensa del estado cultural presente de la Argentina?

R.— Hace algún tiempo que, desgraciadamente para mí, he aflojado si es que no he perdido mi relación con la Argentina y no estoy en condiciones de poder opinar con conocimiento de causa de su estado cultural presente. Y lo siento de veras.

[Unamuno aludía sin duda a la ingratitud de cierta prensa argentina adicta a la dictadura de Primo de Rivera que dejó de publicarle sus artículos].

Salamanca, 1935

En abril de 1935 volví a ver a Unamuno, por última vez, en su casa de Salamanca. Entretanto le esperaba en un gran salón, vi sobre una mesa, repleta de libros y folletos, un cuaderno que ponía al descubierto una actividad, una munesca casi totalmente ignorada: sus páginas contenían dibujos a pluma del propio Unamuno: capiteles y arquivoltas románicas, columnas y arcos góticos, retablos de toda laya, ábsides, sillerías de coro, angelotes, arcadas de la interesantísima plaza de Salamanca, etc. Cuando Unamuno vino hacia mí, por un largo y penumbroso pasillo, advertí su andar un tanto achacoso. Al término de nuestra conversación extrajo del bolsillo interior de su casaca una libreta y de esta unos papeles en que había escrito, de su puño y letra con escritura menuda y muy regular, varios sonetos que leyó con voz semiapagada de leve y adecuado énfasis declamatorio.

Poema manuscrito de Miguel de Unamuno. Entrevista revista rambla
Poema manuscrito de Miguel de Unamuno.

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