En el mecanismo de interesar al espectador, el cineasta debería comprobar si la historia atractiva puede perder importancia como consecuencia del artefacto que la rodee, y con independencia de que con ello respete más, o no, lo que haya pasado en la vida real.

En el mecanismo de interesar al espectador, el cineasta debería comprobar si la historia atractiva puede perder importancia como consecuencia del artefacto que la rodee, y con independencia de que con ello respete más, o no, lo que haya pasado en la vida real. Hong Khaou, de nacionalidad británica, y de ascendencia chino-camboyana apuesta por un reto complicado, comunicar a dos británicos, uno de origen y otro nacionalizado, sin que ninguno de los dos conozca la lengua del otro. En ese artificio argumental reside una parte del interés, pero también del único error del planteamiento. Cuando Richard (Ben Wishaw) decide preocuparse por la madre de su amante muerto, Kai, necesita de una intérprete, esa intérprete, inicialmente escogida para que Junn (Pei Pei Cheng) pueda relacionarse con Alan (Peter Bowles) terminará siendo decisiva y trascendental para que Richard y Junn puedan conocerse, lo que ocurre es que, como en las traducciones de entrevistas, el intervalo entre lo que se dice y lo que se entiende y se contesta, dilata enormemente el ritmo y agota al espectador.

Probablemente sabedor de ello, el director introduce pasajes en los que Junn y Richard recuerdan a Kai (Andrew Leung) y momentos pasados con él. En el dolor de la culpa que atenaza a los dos, que se sienten parcialmente responsables de la pérdida y de la conciencia de culpa que podía tener Kai por ingresar a su madre en una residencia de ancianos al morir el padre. Esos pasajes, o las conversaciones entre Richard y la intérprete, Vann (Naomi Christie), aligeran cierta pesadez en los momentos que deberían haber sido profundamente dramáticos, pero que pierden la fuerza por la incomunicación obligada por el desconocimiento de los idiomas. De hecho, la película alcanza notable profundidad cuando ambos protagonistas se hablan y se miran a la cara sin necesidad de intérprete. En el dolor de ambos por la pérdida de un ser querido no hace falta interpretación, es sentimiento puro a flor de piel, lo que viene a demostrar que no era necesario tanto énfasis en utilizar intérpretes, bastaba con mirarse y hablarse desde el corazón.

El cine británico sabe tratar el tema de la homosexualidad con exquisito buen gusto, muchas veces desde la perspectiva de la no aceptación por los demás. Khaou juega con ese miedo del hijo fallecido a revelar la verdad a su madre, miedo que se transmite a Richard sobre cómo hacer saber a la mujer la verdadera relación entre los dos jóvenes, ése es el mc guffin de la película, y sin embargo no es lo relevante, lo relevante de la historia es la soledad, la soledad repentina a la que se ven confinados ambos, el amante y la madre del ausente, una ausencia sorpresiva, dolorosa, fulminante, en la que ambos podrán reprocharse que si hubieran dicho o hecho otra cosa, el accidente se hubiera evitado. La soledad en la vejez como circunstancia insuperable y la actuación de un extraño para intentar paliar ese vacío vertiginoso, un extraño que sabe que tiene tiempo para rehacerse en el futuro, mientras esa vieja madre ha agotado su tiempo y sólo puede vivir del pasado y del recuerdo.

“Lilting” es una pequeña película honesta, puntualmente lastrada por su propia originalidad, primorosamente fotografiada y con guiños evidentes a todo un clásico como “In the mood for love” en su inicio y algún momento puntual, referencia de la que no se abusa para que no se note que ante una película en estado de gracia solo cabe el homenaje, no la copia ni la repetición de fórmulas. Música y fotografía recordando un mundo pasado, quizás más feliz, o no, pero en todo caso con toda una vida por delante, esa que una vez llegada la vejez no es posible imaginar, y lo que quedan son recuerdos, en este caso, cada vez más dolorosos, cada vez más aisladores, en los que una canción puede permitir una sonrisa, aunque sea tarde.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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