En este año de 2017, se cumplen los primeros cien años de una revista de historietas que dio origen a un género especializado, el tebeo, con el titulo TBO.
En 1917 el domingo 11 de marzo se empezó a distribuir por los quioscos y tiendas de prensa, primero en Barcelona, donde se editaba y enseguida por toda España, aquella publicación llamada a ser todo un símbolo en el país.
En principio era algo sicalíptica y no se diferenciaba mucho de otras anteriores y coetáneas. Eran páginas de textos y dibujos de humor, como ya venían haciendo publicaciones como El Patufet, 1904, Gente Menuda, 1906, Dominguín, 1915 y Charlot, 1916. Los chistes, tiras y páginas de historietas se complementaban con páginas de textos, también de humor, aunque muchas veces cargadas de la moralina inevitable, como se entendía entonces debía llevar una publicación dedicada a entretener, divertir y formar de algún modo disimulado, a sus lectores-contempladores.
Europa se debatía en una feroz guerra, de más de tres años devastadores y por tanto poco podía llegar a este país, que se había declarado neutral entre los combatientes de Alemania-Austria y los aliados franceses e ingleses.
Por si fueran pocos nubarrones, en febrero salta la chispa revolucionaria en Rusia y todo el continente tuerce sus gestos.
La prensa ilustrada, en la que se incluían las páginas humorísticas y de sátira, seguía apareciendo volcada en narrar y mostrar los episodios más sensacionales, atreviéndose incluso a comentar con sorna los comportamientos de los políticos y militares notorios.
Por lo tanto, cuando en España aparece TBO, los editores y aficionados tenían como referencia las publicaciones inglesas, francesas, italianas y hasta portuguesas, que llevaban años poniendo en el mercado títulos como Comic Cuts, 1890 L´Épatant, 1908 Corriere dei Piccoli,1908 y O Gafanhoto, 1903.
Como además, desde los Estados Unidos de América, por medio de sus agencias de prensa (syndicates) creadas en 1915, se difundían sus cómics más populares que inundaban los periódicos, las revistas con historietas cada vez se parecían más en sus objetivos por captar lectores infantiles y juveniles.
La revista española que entraba en liza, lo hacía cuando los Estados Unidos desembarcaban sus tropas en Francia añadiendo su esfuerzo bélico con los aliados y frente a los imperios centrales. No eran muy buenos tiempos para el humor y la lírica, ciertamente.
UN EDITOR CLARIVIDENTE
El editor barcelonés Arturo Suárez Roca aceptó la idea de su empleado y amigo Joaquim Arques, para lanzar una publicación humorística con historietas gráficas, que compitiera con las ya existentes y si fuera posible superarlas.
Sólo publicaron 9 títulos y al número 10, se lo pasaron a un avispado empresario, que enseguida le dio la vuelta a la publicación. El nuevo promotor, llamado Joaquim Buigas i Garriga, se encargó de llevar al éxito a esa nueva revista. Le dedicó 46 años de su vida.
Mantuvo el título, pero casi todo lo demás era nuevo y mucho más atractivo. Atrajo a la publicación a nuevos escritores y dibujantes, ganando en cada aparición nuevos seguidores. Semana tras semana, Buigas sorprendía con sus innovaciones, muchas de las cuales había visto en publicaciones extranjeras, pero que en España eran inéditas.
Hasta llegó a contratar autores franceses y alemanes, para que publicaran sus creaciones en nuestro país. Aquello fue una audacia inconcebible, pero tuvo consecuencias con nuevos creadores que siguieron aquel impulso.
Los dudosos y confusos años veinte y aún los primeros treinta del siglo XX, fueron los de la aclimatación del arte de la historieta en España, que se había iniciado en las páginas de las revistas gráficas para toda la familia.
De aquellas publicaciones pioneras como Blanco y Negro, Lecturas, Algo, El Hogar y la Moda, los creadores de historietas gráficas se pasaron al TBO, Pulgarcito, La Risa, Pocholo, Macaco, Macaquete, Jeromín y muchas más.
Este periodo de emergencia y plenitud de la historieta entre el público español, se vio truncado y casi desmantelado por el conflicto de la guerra civil de 1936 -1939. Cuando la revista deja de publicarse en 1938, había llegado a los 1.097 números. Los esfuerzos del editor Buigas, como los de otros muchos, tuvieron que bregar con los nuevos tiempos de la posguerra, ya con el régimen franquista.
LOS CONFLICTOS CON LA CENSURA
El período de 1939 a 1952, con la dura posguerra y los tiempos del estraperlo por la carencia casi de todo, será, pese a todo, una etapa de madurez para el TBO, que se mantuvo tanteando nuevas publicaciones y sosteniendo pertinaz, su empeño por reaparecer con sus planes de la anteguerra.
Durante los primeros años cuarenta, el régimen de Franco prohibió casi todas las publicaciones de antes de la guerra, para favorecer el impulso de la nueva prensa del Régimen y a las que se iban aprobando con cuentagotas, se les exigía someterse a las nuevas directrices de la Iglesia Católica y de la Falange Española y de las JONS, el partido único autorizado.
Una de las peculiaridades más pintorescas, era que cada semana la revista tenía que tener un nuevo título, para evitar la idea de continuidad o serie, que evocase los tiempos iniciales y la veteranía de la publicación. ¡Todo tenía que ser nuevo, con los nuevos tiempos! Cada revista, cada página, cada texto o dibujo, era vigilado y censurado.
Estos rifirrafes entre la editorial de Buigas y los poderes gubernamentales franquistas, se resolvieron finalmente con un cambio de orientación en los controles de la prensa, que pasaron de serlo por la Falange, a los del Ministerio de Educación.
A partir de entonces las publicaciones sobrevivientes recuperan su continuidad y numeración, enlazando con la anteguerra. Entre ellos, claro, el TBO de Buigas, que recupera, semana a semana, su prestigio y popularidad entre los seguidores. Entre 1941 y 1952 llegó a publicar 131 números con diversas titulaciones, aunque mantuviese de algún modo la referencia al TBO.
DE 1952 A 1972, LA ÉPOCA DORADA
Desde el momento en que el ajuste gubernamental de junio de 1951 hace que las publicaciones dependan para su control del nuevo Ministerio de Información y Turismo, todos los tebeos, como las demás revistas de información y entretenimiento, iniciaron un nuevo periodo de normalización y relativa libertad.
Las cabeceras, que habían estado tanteando desde el fin de la guerra, se regularizan y hasta inician nueva numeración. El TBO, con treinta y seis años a cuestas, empieza con un nuevo número 1, primero quincenal y luego semanal, que se mantendrá continuado hasta 1972, con un total de 789 apariciones, las que nosotros consideramos la época dorada, por su calidad y difusión.
Con un sinfín de guiones del propio Buigas y sus anónimos colaboradores, se recuperan antiguos creadores y se incorporan otros muchos nuevos fijando ya para la Historia series y personajes como Melitón Pérez, Los inventos del TBO, Visiones de Hollywood, Angelina y Cristobalito, La familia Ulises, Morcillón y Babalí, que junto a las series del genial Coll y el retornado de Venezuela Arturo Moreno, alcanzarán cotas insuperables.
También se incorporas curiosas series extranjeras como El reyecito de Otto Soglow. La popularidad de la revista hace que las ventas superen los 300.000 ejemplares, algo nunca superado.
La publicación, que ha mantenido el tono de humor blanco y neutro, frente al descarnado y satírico de otras como Pulgarcito o Jaimito, coloca en el imaginario colectivo de los españoles sus personajes un poco simples y bobos, pero muy enraizados en el pueblo español.
El ejemplo de los arquetipos consagrados es el de La familia Ulises, la genial creación de Marino Benejam, que era un modelo tan real que muchos creyeron eran auténticos, inspirados en tipos barceloneses de clase media.
Y, como tales, denostados por la clase alta, que detestaba esa creación que los dejaba con el culo al aire. Muchos intelectuales y gente guapa, echaron pestes de la serie. Lo que lleva a pensar que se había dado en la diana crítica.
En los años sesenta la publicación inicia un reajuste de autores y series, apremiada por las normas ministeriales emitidas por el nuevo ministro Manuel Fraga y su ley de Prensa de 1963, que organiza una Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles en la nueva Dirección General de Prensa. Esta Comisión aprueba un Reglamento que controlará todo lo que se publique. Nubarrones en perspectiva.
Un dato curioso y relevante es que el Diccionario de la RAE, en su edición de 1968, incluye la palabra “tebeo” con una definición que se convierte en lapidaria. Un nuevo genérico consagrado por el uso durante cincuenta y un años.
LA RENOVACIÓN DE LOS 2000 NÚMEROS
El 15 de diciembre de 1972, en un texto editorial firmado por su director Alberto Viña Tous, se explicaba que a partir de entonces, superados los 2.000 números de la revista, en la cabecera figuraría esa cifra junto al logotipo tradicional e histórico.
Empezaba, pues, una nueva época, la cuarta y más renovadora, con nuevas series y nuevos autores, algunos de ellos extranjeros, franco-belgas precisamente. Y algo insólito: historietas completas de cuatro a siete páginas.
Las series franco belgas que firmaban Tillieux y Francis para Florentino y su vecino y por Delporte y Peyo para Los Tebeitos, que ya eran famosos con el nombre de Los Pitufos, como los llamaron en la revista Strong en 1969, aunque en su origen se titularan como Les Schtroumpfs. Otro intento de adaptación en España, se había hecho en 1967, por la revista Cavall Fort con el nombre de Els Barrufets.
Ambas series franco belgas dejaron de publicarse en TBO en 1976, con poca huella en su memoria. La renovación vino de parte de nuevos autores como Picanyol, Soler, Cubero, Mingo, Tha, Sirvent, Bigart, Gin y Bernet Toledano, quienes con el grupo La Habichuela impusieron un grafismo muy moderno y posibilista.
Junto a estos renovadores, seguían colaborando, ya muy menguadas, viejas glorias como Batllorí Jofré, Carles Bech, Blanco, Coll, Arturo Moreno, Pañella y Sabatés. De cualquier modo, la etapa duró hasta 1983, con un total de 643 números, con lo que la colección llegaba a los 2659.
EL CANTO DEL CISNE
El último periodo de la publicación abarca dos fases: la de 1986, con siete números editados bajo al batuta de Joan Navarro y un aspecto casi naïf, más la de 1988 a 1998, con un total de 105 números, lo que eleva el total a los 2.771 números de la serie.
Los números editados bajo la batuta de Joan Navarro iban dedicados a los lectores adultos, indicándolo expresamente. Y poco tenían que ver con la tradición histórica, estando más en la línea de las revistas de la “movida” de Barcelona y Madrid, como Cairo, Madriz o El Víbora, que habían soliviantado a las mentes bien pensantes.
La etapa que se inicia en 1986 tiene como origen la adquisición de Ediciones Bruguera por parte del Grupo Zeta, tras el colapso del mayor grupo editor de tebeos en España.
El nuevo dueño se queda con todos los materiales de historietas, incluido el veterano título de TBO, que se relanza en febrero de 1988. En un formato de 52 páginas a todo color, se repescan veteranas historietas de los cómics USA y antiguos autores de la etapa de Bruguera, como Escobar, Martz Schmiddt, Vázquez, Raf, Roberto Segura, Jan y algunos más.
El resultado era un producto desfasado, al que la competencia había anulado. Tenía el formidable aspecto de un testimonio de otra época y empezó a publicarse como monografías o extras dedicadas a temas concretos y con aparición de dos o tres al año.
Uno significativo fue el que publicaron en mayo de 1996, para hacer homenaje a los Cien años del cómic, con héroes españoles y mundiales en la cubierta.
Lo que vino después, fueron reediciones en tomos, con recopilaciones de series y personajes, para que la gente guardara memoria de lo que había sido la revista y el legado que dejaba para la Historia de los tebeos españoles.
*Luis Conde Martín, periodista, ex reportero de TVE y escritor, historiador del cómic y del humor gráfico. Comisario, entre otras exposiciones, de “Los tebeos de la Guerra Civil Española”. Miembro de Graphiclassic, asociación que está poniendo en valor la literatura popular, gráfica y literariamente.