La mutilación genital femenina (MGF), un procedimiento que involucra la alteración o remoción de los genitales externos femeninos, ha sido objeto de condena a nivel mundial. Este ensayo argumentativo se centra en las causas y efectos de la MGF, con énfasis en los casos presentes en Catalunya y España, analizando las nacionalidades de las mujeres afectadas, las creencias culturales que la sustentan, las penas establecidas para quienes la practican, así como las edades en las que se realiza y sus consecuencias psicológicas.
Causas de la mutilación genital femenina
Las causas de la MGF son complejas y varían según el contexto cultural y social. En muchas comunidades, este procedimiento es visto como un rito de paso hacia la adultez, una práctica arraigada en tradiciones que promueven la «pureza» femenina y la conformidad a normas sociales. Según la Dra. Emanuela F. Marrocco, experta en derecho y género, “la MGF es frecuentemente perpetuada por la presión social donde las comunidades consideran que las mujeres no mutiladas pueden ser vistas como inmorales o poco adecuadas”. Este fenómeno no es exclusivo de un país; se encuentra presente en diversas naciones africanas, árabes y algunas comunidades asiáticas.
En Catalunya y España, las comunidades migrantes provenientes de países donde la MGF es común han traído consigo esta práctica. La senegalesa, la somalí, y la egipcia son entre las nacionalidades más representadas en estas estadísticas. La preocupación radica en que las nuevas generaciones pueden ser sometidas a esta tradición, a pesar de estar en un entorno donde la ley prohíbe dichas prácticas.
El proceso de la mutilación genital femenina
La MGF se ejecuta en diversas formas, que varían de acuerdo al grado de invasividad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las modalidades incluyen desde la clitoridectomía (remoción del clítoris) hasta la infibulación (cierre de la vagina después de la extracción de los genitales). Este procedimiento es típicamente realizado por personas consideradas expertas en la comunidad, sin la debida capacitación médica, lo que aumenta el riesgo de complicaciones físicas y psíquicas.
Las creencias detrás de la MGF están profundamente ancladas en la cultura y religión. Aunque no está estrictamente vinculada a ninguna religión en específico, muchas comunidades justifican la MGF como un mandato cultural que asegura la fidelidad de la mujer, basándose en interpretaciones erróneas de textos religiosos. La antropóloga Sarah D. Eltigani señala que “las mujeres son vistas como guardianas de la cultura familiar y, en consecuencia, su sexualidad debe ser controlada”.
Consecuencias psicológicas y físicas
Las consecuencias de la MGF son devastadoras. Físicamente, las mujeres pueden experimentar complicaciones a largo plazo que van desde infecciones crónicas hasta complicaciones en el parto. Sin embargo, el impacto psicológico es igual de grave, con estudios que muestran tasas elevadas de trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresión y ansiedad entre las víctimas. La psicóloga Clara F. Almazán nota que “las secuelas emocionales son menos visibles pero extremadamente dañinas, afectando la autoestima y las relaciones personales de las mujeres”.
En Catalunya, se reportan casos alarmantes de niñas y mujeres jóvenes que enfrentan esta realidad, a menudo en silencio. Las edades más comunes para estas prácticas oscilan entre los cinco y quince años, períodos críticos en el desarrollo físico y emocional de las chicas. Expertos advierten que la vulnerabilidad de estas generaciones empodera a las tradiciones nocivas, haciendo necesario un enfoque educativo y de sensibilización por parte de las autoridades.
Legislación y penas
Conscientes de la gravedad de esta práctica, tanto España como Catalunya han establecido leyes que prohíben la MGF. La legislación española califica la MGF como un delito que puede acarrear penas de cárcel que van desde seis meses hasta doce años, dependiendo de la gravedad del daño causado. Sin embargo, muchos expertos argumentan que la implementación de estas leyes no es suficiente. La abogada y activista Ana G. López enfatiza que “la falta de discusión abierta sobre la MGF y su impacto en nuestras comunidades crea un entorno donde estos delitos pueden ocultarse”.
Además, se requiere una mayor cooperación entre entidades gubernamentales y organizaciones no gubernamentales para fomentar un ambiente propicio para la denuncia de estos actos. La educación juega un papel crucial; las campañas de sensibilización dirigidas a las comunidades afectadas son esenciales para desmitificar la MGF y promover la salud y el bienestar de las mujeres.
La mutilación genital femenina es un fenómeno complejo que exige un enfoque multidimensional para su erradicación. La combinación de factores culturales, la falta de educación y la inadecuada aplicación de la ley contribuyen a la perpetuación de esta práctica. Es fundamental construir un diálogo inclusivo que involucre a las comunidades afectadas, así como implementar estrategias efectivas para la protección de las mujeres y niñas. La lucha contra la MGF no solo se trata de señalar prácticas nocivas, sino de construir un futuro donde las mujeres encuentren espacios seguros, respetados y libres de violencia. Solo así se podrá erradicar esta práctica inhumana y permitir que cada mujer viva con dignidad.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.