Naomi Klein visitó fugazmente Barcelona para presentar “Esto lo cambia todo”, una hoja de ruta para enterrar el neoliberalismo y avanzar hacia la transición ecológica. La periodista y escritora canadiense puso el acento en una economía estratégica, un modelo cooperativo y una interpretación sensata del ‘decrecimiento’ (es decir, que no todo debe contraerse) como herramientas para generar un paisaje más verde. Nada de héroes ni de guerras individuales: todo pasa por grandes coaliciones entre entidades y partidos anti-austeridad
Formato pregunta-respuesta en 40 minutos. Así fue el paso fugaz de Naomi Klein por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), donde presentó su último libro, “Esto lo cambia todo” (Paidós), ya convertido en best-seller. Después de atizar la globalización y la austeridad, la autora de “No logo” dio sus recetas para combatir el cambio climático. Ninguna varita mágica, sino sentido común y sensatez, ingredientes relegados por el ansia insaciable del capitalismo. “Hay que enterrar el neoliberalismo, luchar contra la privatización y regular los intereses de las multinacionales con límites más estrictos, para que con sus beneficios podamos pagar la transición ecológica”, empezó avisando la mediática escritora.
Según Klein, es importante alejarse de la economía basada en los combustibles fósiles, -un error repetido sistemáticamente por la mayoría de gobiernos en los últimos 25 años-, y caminar hacia una economía “estratégica y deliberativa” que persiga el bienestar de las personas en vez del crecimiento indefinido. Para ello son necesarias, además de unas condiciones climáticas estables, un concepto racional de decrecimiento, “que está enviando un erróneo mensaje de que todo debe contraerse. Una parte de la economía debe continuar creciendo porque eso creará empleo, pero hay que fijar límites”.
Por ejemplo, para reducir las emisiones de carbono y conseguir un aumento de la temperatura de menos de 2 grados, tal y como recomiendan los científicos, resulta imprescindible invertir en energías renovables. Como caso paradigmático, citó el proyecto Energiewende de Alemania, que se ha traducido en 400.000 nuevos trabajos y el hecho de que las renovables son capaces de crear entre 6 y 8 veces más puestos de trabajo que las empresas extractivas.
Para Klein, el trabajo verde no sólo constituye una declaración de intenciones estética sino medidas reales y concretas. “No sólo es el que instala paneles solares, sino las personas que enseñan a los jóvenes, las que hacen arte… Profesiones con un bajo contenido de carbono”. En este ámbito, la conciencia ha dado un paso adelante en miles de ciudades alemanas, donde existe un movimiento por una democracia energética mediante la cual los ciudadanos han votado para recuperar el control de la red eléctrica.
Otro país referente es Dinamarca, pionero en aplicar la transición hacia las renovables, hasta el punto que el 40% de su energía proviene de las eólicas. “Esto fue posible porque introdujo un modelo cooperativo que implicó la gente y
la hizo parte del sistema. Cuando se construían parques o turbinas eólicas, los ciudadanos las sentían suyas”.
Sin embargo, la tendencia de la mayoría de gobiernos es diametralmente opuesta. La periodista y activista canadiense denunció que los Estados Unidos hayan usado la crisis “para eliminar los límites en la exportación del gas natural”, cuyo excedente ha sido aprovechado para abusar del fracking.
En palabras de Klein, España lideraba una transición ecológica que ha sido bruscamente interrumpida por las grandes empresas, “que ven como competidores a los consumidores que colocan paneles solares, porque el sistema sólo busca beneficios en lugar de ayudar”. En este sentido, cabe resaltar la originalidad de la empresa americana Sungevity, que ha optó por sustituir la venta de paneles solares por su leasing, con lo que ha reducido su precio y ha alentado la creación de cooperativas solares. Como nota positiva, iniciativas del estilo de Som Energia, que demuestran que España “se está convirtiendo en un buen laboratorio para un nuevo modelo económico”.
Favorable al derecho de autodeterminación
Originaria de Québec pero residente en Ontario, Naomi Klein se mostró partidaria de la autodeterminación de los pueblos y de “respetar el derecho democrático por la independencia”. A priori, esta mayor libertad de movimientos podría propiciar “mejores políticas energéticas”, siempre que posteriormente el gobierno central de turno o las presiones económicas no las anulen o minimicen. Y se refirió a Groenlandia, donde actualmente existe un fuerte movimiento soberanista condicionado por las contradicciones y tensiones del capitalismo. “La independencia es cara y se están planteando hacer perforaciones en el Ártico”.
A modo de conclusión, Naomi Klein, que no se imagina como una buena política, apeló a resolver seriamente el cambio climático, no desde las guerras individualistas sino desde la cooperación, “ayudando a construir coaliciones entre entidades y movimientos y partidos políticos anti-austeridad”. Este nuevo escenario permitiría en los Estados Unidos presionar para cambiar leyes por culpa de las cuales “las multinacionales tienen los mismos derechos que las personas, incluido el derecho de expresión”. En este sentido, recordó que las campañas electorales americanas están en buena medida subvencionadas por empresas de combustibles fósiles de gran rentabilidad.
La web del libro incluye el apartado “Beautiful Solutions”, un proyecto realizado con una editorial cooperativa en el que se ofrecen respuestas a la crisis y que en el futuro se convertirá en documental. Como si fuera una estrella de Hollywood pero sin alfombra roja, Naomi Klein dio las gracias, cogió el ascensor escoltada por trabajadores de la editorial y se esfumó.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.