El periodista, filósofo y editor Ignacio González Orozco publica su último libro, Orfeo se muda al infierno, obra muy diferente a su anterior publicación, Rapaces, aunque manteniendo la esencia. Se presentaba en la librería Taifa, en el barrio de Gràcia de Barcelona. La conferencia la presidían, como no podía ser de otra forma, el autor Ignacio González Orozco, el periodista Javier Coria y el redactor de Rambla, Arturo Colado.

Comenzaba la presentación el periodista Javier Coria, que iniciaba su discurso introduciendo al escritor y autor de la obra. Destacó que la novela posee un lenguaje muy rico, “la redacción y la prosa de Ignacio tiene esa riqueza a la que nos tiene acostumbrados”, añadía Coria. Destacó también la belleza de la estructura de la obra, para Coria la belleza de una novela no está en las palabras bonitas, sino en “la creación de la estructura, del ritmo y la atmósfera de la creación novelística”. Además, señalaba que no se trata de una obra en la que el lector tenga que ser guiado, sino que el autor ha considerado al lector como una persona adulta, porque leer es un esfuerzo que el lector debe hacer. Señalaba Coria que a él le llamaba la atención la continua reflexión de escribir que se podía apreciar en la novela. “Durante la lectura, el hecho de escribir y leer está latente”. Para Javier Coria, escribir sin llegar a exagerar conlleva, el esfuerzo de hacerse preguntas y de buscar respuestas a esas preguntas y eliminar todo aquello que es innecesario.

Arturo Colado, Ignacio Gónzalez Orozco, Javier Coria
Presentación del libro Orfeo se muda al infierno, librería taifa Arturo Colado, Ignacio Gónzalez, Javier Coria

Asimismo, el periodista señalaba la aproximación de esta obra al mito clásico de Orfeo en un ambiente lumpen de una ciudad de provincia no nombrada en la obra, y un narrador del que tampoco sabemos el nombre. El narrador presenta su preocupación por cuestiones literarias y por dejar testimonio de unos personajes que se mueven entre la realidad “literaria” y la fantasía. “Es difícil conocer si los personajes pertenecen a la realidad o la fantasía”. Coria difiere con el autor, González Orozco, con respecto a la anterior obra, Rapaces. A Ignacio le gusta más la obra Rapaces, «quizás por una cuestión sentimental», afirmó; mientras que para Coria en la obra Orfeo se muda al infierno el autor se supera en lo que a la narración se refiere.

El periodista también quiso exponer una crítica constructiva acerca de la obra. El hecho de que los personajes sean narrados en algunos pasajes, más que presentados, con diálogos, con sus acciones y pensamientos, de alguna forma, hacerlos presentes ante el lector, puede hacernos dudar si estamos ante una novela o una narración.

Arturo Colado, copresentador de la obra, era el segundo en exponer su criterio acerca de la obra Orfeo se muda al infierno. Mostraba Colado su discrepancia acerca la opinión de Coria en referencia a la narración de la acción de los personajes. Para Colado esa narración es necesaria pues el narrador: “se presenta como una figura que pretende documentar su realidad, pero en realidad también fantasea con ella. No creo que narre la realidad tal cual como él la está viviendo., de ahí viene el juego donde no se sabe si lo que está pasando está en la mente del narrador o si está sucediendo en la vida real”.

Colado confirmaba lo que ya el periodista Coria señalaba en su discurso. Para él la riqueza en el vocabulario era algo evidente. “Si alguien conoce a Ignacio, sabe que no se puede jugar al Trivial con él, porque su conocimiento cultural es muy vasto, tanto con b como con v”, bromeaba Colado. Destacaba Colado que desde el principio de la obra se aprecia una declaración de amor del narrador a ese lumpen que le rodea, “una admiración que ya desde el epílogo se ve”, confirmaba Arturo Colado. El autor utiliza un lenguaje muy rico para describir un ambiente que posee de todo menos riqueza, “los personajes viven al día, sin más inquietudes que llegar al día siguiente”, explicaba Arturo Colado de la obra.

Añadía Arturo Colado que la novela transmite la pasión que los personajes muestran. “Existe amor y hay amor hasta las últimas consecuencias, hay dolor y éste golpea desde el principio”. El mismo copresentador explica que la propia novela te obliga a tomar partido hacia una opción u otra. “Tienes que tomar partido cuando lees la novela, porque si no, no vas a disfrutarla (…) para mi es real o para mí es fantasía”, explicaba Arturo.

Si al principio Arturo Colado exponía que al comienzo de la obra el vocabulario y la forma de expresarse se tornaba complicada, según se va avanzando en la lectura eso va cambiando y la forma de expresarse se vuelve más normal, algo que denota que el propio narrador se va contagiando del lumpen que está mostrando. Su lenguaje se va acercando a aquello que está intentando exponer.

Arturo Colado quiso dar a conocer un detalle del final de la obra, sin revelarnos el cierre del libro, “el narrador se convierte es una especie de Orfeo”.

Ignacio González Orozco, el autor de la obra, comenzaba su discurso recordando a una persona especial para él y a la que dedicaba su obra. “Es la primera vez que lo hago sin la presencia de la persona que ha vivido conmigo casi 30 años y que murió desgraciadamente hace 15 meses, por tanto, a ella estaba dedicado el libro y por tanto todo lo que escriba a partir de ahora estará dedicado a ella”, manifestó el autor.

Ignacio González Orozco explicó que esta obra es deudora conceptualmente de dos obras de la literatura francesa, Diario de un ladrón de Jean Genet y la Muerte a crédito de Louis-Ferdinand Celine. En la sociedad en la que vivimos existen personas que dedican su vida a la delincuencia, y en la obra el autor también ha querido representar con similitud a estas personas, para él lo único que les diferencia es lo laboral. En ese lumpen hay un orden porque tienen que subsistir. Hay disciplina, hay códigos porque ese orden hay que enseñarlo y también hay valores. Para el autor, todo esto no es tan diferente a lo que hay en el mundo de la gente “de orden”. En la obra también hay valores similares a los que tenemos nosotros en nuestro mundo, la lealtad, el respeto a la familia…

En la obra, la figura del héroe cobra gran relevancia. El narrador crea un héroe y además a lo largo de la obra el narrador cambia de héroe. El último cuenta con un aire refinado, a pesar de estar en el mismo lumpen, y éste es al que el narrador bautiza como Orfeo. Para el narrador, éste es el único que tiene un fin, a pesar de su degradación física y moral puede salir del infierno en el que viven los personajes de esta novela. Se trata de un héroe criminal, nada ejemplar. González Orozco define a un héroe como “una persona que tiene un fin o una finalidad superior y por lo tanto es una persona engreída y cruel y todo esto le lleva a la violencia. La idea principal de la obra es que los héroes existen tanto en un sitio como en otro, pero en el fondo son la misma miseria humana, son personajes muy poco recomendables para tenerlos como amigos y que no merecen ser admirados como se les admira” explicaba el escritor.

El autor ponía fin a la presentación explicando las reflexiones que él ha reflejado en su libro y que siguen vigentes en la actualidad. Todas ellas están unidas a la trama: el individualismo, el origen del mal como ignorancia, la impotencia, la reflexión sobre la literatura, la identidad del escritor o el lado oscuro del amor. Por último decir que la novela está editada por la editorial Hades.

 En la foto: Arturo Colado, Ignacio González Orozco y Javier Coria
Presentación del libro «Orfeo se muda al infierno». En la foto: Arturo Colado, Ignacio González y Javier Coria

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