Pasolini (Abel Ferrara, 2014). Después de leer la tibia, siendo generoso, acogida a esta película en los pases que ha ido teniendo en diversos festivales, el que tras aproximadamente una década sin saber nada de Ferrara en las pantallas españolas, una distribuidora arriesgue trayendo la película, me invita a pensar, automáticamente, que el mérito no está en la película en sí misma, sino en el personaje real que la inspira. Que hoy en día resulta casi indiscutible la figura de Pasolini como cineasta parece evidente. Que quedaron atrás las escandalizadas reticencias de la burguesía rampante, del clero trentino y de la plutocracia manipuladora fruto del paso del tiempo, otro tanto. Por eso, ¿quo vadis, Abel?

Crítica de la película Pasolini

Si “Pasolini” es un homenaje, queda cojo, plano y hasta plúmbeo, si es una utilización de un personaje para que se vuelva a poner el foco en un cineasta en horas bajísimas, pues entonces rozaríamos la abyección, y si simplemente es una película, maldita la hora en que perdí el tiempo ante algo tan banal, tan insustancial, tan irrelevante, tan poca cosa. Como dice otra obra, “no pongas tus sucias manos sobre Mozart”, otro tanto se podría decir del uso y abuso de determinadas piezas musicales como referencia intertextual, en este caso la sublime Pasión según San Mateo acompaña el devenir de los últimos días de Pasolini en la tierra. Canon de Pachelbel, Adagio de Albinoni, las obras de Ärvo Part… han sido tan contumazmente utilizadas como bandas sonoras que hay que pensar que es que el gusto musical de quien las escoge y sigue escogiéndolas es muy limitado, y cuando se usa una obra tan perfecta como la Pasión, si la emoción de la música no viene acompañada de una singularidad especial en la imagen, la mala elección se nota demasiado, como pretender reproducir en Pasolini los últimos días de Jesucristo según los apóstoles.

Aporta y ofrece tan poco la película que uno sospecha que todo es una excusa para rodar en imágenes el asesinato de Pasolini, que era necesario rodar una hora previa de película para culminar con la muerte del artista, y aquí, por ejemplo, Moretti en su “Caro diario” ofrece un homenaje real y sentido a P.P.P. muchísimo más elevado, mucho más sutil, mucho más cinematográfico y mucho más real que el que puede derivarse de observar una escena de violencia cuyo sentido y significado real flota como una nebulosa en el imaginario colectivo de muchos italianos, sobre todo los italianos de los años 80. Ferrará pasa de puntillas por la situación política de Italia en esos años, pasa de puntillas por la corrupción instaurada entre la democracia cristiana y el partido socialista junto con el Vaticano y los servicios secretos, olvida cualquier duda o sospecha sobre las teorías que aún hoy circulan sobre la muerte de Pasolini y se centra en, ¿en qué se centra?, ¿para qué esta película?, ¿cómo aceptar un Pasolini angloparlante mientras los que le rodean cambian del inglés al italiano según esté o no Pasolini presente? Tan fuera de juego queda oír a este Pasolini anglófilo que hasta la presencia de Willem Dafoe en el papel del cineasta queda deslavada, limitada a un conjunto de poses fotográficas reproducidas de imágenes y entrevistas, el personaje trasladado a icono pero sin alma.

Esa es la pregunta y la respuesta no puede ser más negativa, reproducir los últimos días de Pasolini para culminar en la muerte sólo nos aporta la enésima confirmación del Pasolini homosexual al que le gustaba salir a buscar chicos jóvenes en la noche romana, la especial relación afectiva entre madre e hijo y que en esos días trabajaba en el guion de una nueva película y en la redacción de la novela “Petróleo”, novela que cuenta la teoría conspiranoica que fue el detonante de su asesinato, ya que contenía datos sobre determinadas connivencias políticas y petroleras para enriquecer y enriquecerse, pero todo eso ya era sabido, ya es conocido, si no supieras quién es Pasolini la película no te revelaría nada del personaje ni del autor, y el director juega con ese conocimiento previo para que el espectador llene los vacíos clamorosos de una obra insustancial.

Mucho peor me parece que el director juegue a ser Pasolini y suplante la personalidad y el genio creativo de éste mediante ensoñaciones imaginativas de Pasolini mientras escribe o cuenta su guion, enseñándonos las imágenes que habría rodado el italiano, pero en el desarrollo fílmico de Ferrara, esta osadía es un fiasco absoluto, más aún si se confronta con el único momento verdadero de la película, cuando al inicio Pasolini es entrevistado por un periodista francés acerca de “Saló” y vemos las imágenes reales de aquella película, ese tono, ese sentido, esa imagen, esa luz del director, prostituidas y violadas en las recreaciones posteriores convierte esos pasajes ficcionados en una aberración indefendible, ¿cómo tolerar que Ferrara se apropie de las ideas de Pasolini y las lleve a imágenes como si fuera Pasolini quien las iba a realizar? De ningún modo claro, de la misma manera que resulta insufrible un personaje retratado haciendo frases geniales a cada momento o como si su vida fuera una continua exposición mediática condicionada por el titular del día siguiente.

Acabar la película con los acordes rossinianos de “Una voce poco fa” resulta, como poco, irreverente, como si la vida de Pasolini hubiera sido sólo una pasión encaminada a una muerte liberadora, no deja de ser una opción del cineasta norteamericano, pero como opción que es tengo la posibilidad de decir que es errónea y malinterpretable, y que, como el resto de la película, suprimible y prescindible. Las dos últimas películas de Ferrara nos siguen haciendo añorar aquel “El funeral” o “El teniente corrupto”, queda el recuerdo de alguien que parecía iba a ser uno de los grandes, del mismo modo que nos queda el cine de Pasolini, algo tan grande que una película tan mediocre como ésta no puede descalificar, como penitencia esta tarde volveré a “Mamma Roma”, eso sí que es cine.

Estreno 19 de marzo de 2015

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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