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Ilustra Evelio Gómez.

Polvo

Las coronas caprichosas del polvo

en el reino de la dejadez

que de vez en cuando voy destronando

con la autarquía provisional de la higiene,

hasta que el polvo propine el último golpe de estado

y nos restituya,

deslucidos y deslúcidos,

al imperio del ácaro, la dictadura de la nada.

Mota de polvo:

bólido del viento,

roedor de la nada,

excremento del vacío en su hastío gris

crin de mugre,

mechón de cardenal,

se engendra en la demolición, procrea en el escombro,

imán de uña y pelos con los que comparte

constancia de eternidad.

Heces del fuego, las brasas están quemadas

de tanta polvorienta permanencia.

Las llamas no quedan impunes,

con el legado de las cenizas,

el testimonio de las ruinas.

Desconocemos el pulso,

la intensidad del saludo,

las arrugas,

los pliegues,

el sudor,

las llagas

y la artritis

de la mano que un día nos barrerá.

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